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Sobre este blog

Estudié para profesor de inglés pero nunca pisé un aula, porque lo que siempre me gustó fue escribir y contar historias. Lo hice durante 15 años en El Día de Córdoba, cumpliendo sueños y disfrutando como un enano hasta que se rompió el amor con el periodismo y comenzó mi idilio con el coaching y la Inteligencia Emocional. Con 38 años y dos gemelas recién nacidas salté al vacío, lo dejé todo y me zambullí de lleno en eso que Zygmunt Bauman llamó el mar de la incertidumbre. Desde entonces, la falta de certezas tiene un plato vacío en mi mesa para recordarme que vivimos en tiempos líquidos e inestables. Quizás por eso detesto a los vendehúmos, reniego de la visión simplista, facilona y flower power de la gestión emocional y huyo de los gurús de cuarto de hora. A los 43 me he vuelto emprendedor y comando el área de proyectos internacionales de INDEPCIE, mi nueva criatura de padre tardío. Me gusta viajar, comer, Queen, el baloncesto y el Real Madrid, y no tiene por qué ser en ese orden.

La ISO

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Recuerdo la angustia previa a los días que tocaba la auditoría de la ISO. Horas frenéticas buscando papeles, rellenando otros e inventando la mayoría porque no se habían hecho en su momento. Todo esperando que viniera la auditora desde Madrid, rezando porque pidiera el papel que sí estaba y buscando una excusa suficientemente creíble para que hiciera la vista gorda si no lo teníamos. Entre pitos y flautas, todo valía si al final nos estampaban el sello, y así hasta el año siguiente.

Quien más quien menos se ha visto en esa situación y sabe de lo que hablo. Las ISO son un conjunto de normas orientadas a ordenar la gestión de una empresa en sus distintos ámbitos, desde los administrativos y burocráticos a los procedimientos y relaciones con sus clientes y proveedores. Incluso las relaciones y comunicaciones internas están regidas por esa norma que dice que hay un papel para cada cosa. Aunque a veces pueden parecer terriblemente encorsetadas, las normas ISO sirven para estandarizar y unificar criterios de calidad y organización en las empresas. Están aceptadas internacionalmente y su sello marca una diferencia competitiva, además de aumentar la rentabilidad y la productividad.

Dentro de la propia ISO existen distintas familias dependiendo de a qué ámbito se refieren, yendo desde la clásica 9000 (gestión de la calidad) hasta las que se dedican a la gestión del medio ambiente, la seguridad y riesgos o la responsabilidad social. A esa familia se le ha unido esta semana la 45003, que por primera vez se encarga de la seguridad y salud psicológica en el trabajo, particularmente de algo que tras la pandemia y con el auge del teletrabajo ha cobrado una nueva y vital importancia: la gestión de riesgos psicosociales. 

El texto introduce algunos aspectos que hasta ahora no se vinculaban con la salud o con el bienestar de los trabajadores, pero que se han revelado como claves en el funcionamiento interno de las organizaciones. Así se mencionan conceptos como liderazgo, participación de los trabajadores, evaluación del desempeño, revisión de la mejora y satisfacción laboral que ahora se entienden como una parte fundamental para armar un buen sistema de salud ocupacional.

La cuestión no es sólo por salud o seguridad, sino por rentabilidad. Los costes en bajas laborales derivadas del estrés, el acoso laboral, la ansiedad, la depresión o el burn out alcanzan los 6.000 millones de euros, y éstas pueden llegar a convertirse en la segunda causa de baja, incapacidad permanente o jubilación anticipada en nuestro país. Puede que esas cifras nos hagan pensar en la importancia que tiene la salud mental en el trabajo, y por tanto todas las herramientas y estrategias que pueden implementarse para que ir a trabajar sea algo necesario y obligatorio, pero al menos agradable y satisfactorio, y no el tormento que supone para millones de trabajadores a lo ancho del planeta, pero también aquí al lado. Incluso, puede que para ti.

Los peligros psicosociales se relacionan con la forma en que se organiza el trabajo, los factores sociales en el trabajo y los aspectos del entorno laboral. Pueden surgir en cualquier sector, en cualquier tipo de empresa, en cualquier puesto, en cualquier momento y en cualquier tarea. Porque cuando hablamos de riesgos psicosociales estamos hablando de aquellos que se surgen en la interacción social, es decir, en las relaciones entre personas. Y no olvidemos que las empresas somos las personas que las formamos.

Quizás por eso ahora sea un momento tan bueno como otro cualquiera para empezar a preocuparse por la salud mental y ambiental de los trabajadores en las organizaciones. Primero por una mera cuestión épica, pero si necesitas datos más pragmáticos, un buen ambiente laboral y la satisfacción de los trabajadores genera una reducción de costes por baja laboral, reduce la rotación de personal, la pérdida del talento y aumenta el compromiso y el sentido de pertenencia, porque todos queremos estar en una empresa que nos cuida. Así se mejora el clima laboral y la productividad, pero esa es sólo la última consecuencia.

Que esto haya saltado a la ISO, una normativa internacional que regula a cerca de un centenar de países, no es casualidad. Desde INDEPCIE estamos trabajando en dos proyectos internacionales enfocados en esta dirección. TIWA pretende sentar las bases para la generación de entornos operativos de trabajo, donde las relaciones sociales sean el pilar que apuntale a la organización, mientras que SATISF_ACTION! quiere desarrollar un sistema y una herramienta gratuita para la gestión de la satisfacción laboral en las PYMES, que teniendo en cuenta que suponen el 99% de las empresas de la Unión Europea no es nada desdeñable.

¿Eres empresario? ¿Tienes gente a tu cargo? ¿Qué haces para cuidar la salud social y mental de tus empleados? ¿Te preocupas por su satisfacción laboral? ¿Haces algo para que ir a trabajar sea algo agradable? ¿Les has preguntado alguna vez? Pues que sepas que puede que un día llegue la temida ISO haciéndote esas preguntas.

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Estudié para profesor de inglés pero nunca pisé un aula, porque lo que siempre me gustó fue escribir y contar historias. Lo hice durante 15 años en El Día de Córdoba, cumpliendo sueños y disfrutando como un enano hasta que se rompió el amor con el periodismo y comenzó mi idilio con el coaching y la Inteligencia Emocional. Con 38 años y dos gemelas recién nacidas salté al vacío, lo dejé todo y me zambullí de lleno en eso que Zygmunt Bauman llamó el mar de la incertidumbre. Desde entonces, la falta de certezas tiene un plato vacío en mi mesa para recordarme que vivimos en tiempos líquidos e inestables. Quizás por eso detesto a los vendehúmos, reniego de la visión simplista, facilona y flower power de la gestión emocional y huyo de los gurús de cuarto de hora. A los 43 me he vuelto emprendedor y comando el área de proyectos internacionales de INDEPCIE, mi nueva criatura de padre tardío. Me gusta viajar, comer, Queen, el baloncesto y el Real Madrid, y no tiene por qué ser en ese orden.

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