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Compañeros de viaje

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José Carlos León

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Lo confieso, tengo una PYME y, lo que es peor, nos va bien. Soy emprendedor viejuno y novato, pero en apenas dos años ya me he podido dar cuenta de que esto no es tan fácil como nos dicen muchas veces, y en algún que otro momento he entendido por qué vivimos en una sociedad cuyo mayor objetivo es convertirse en funcionario y echarse a dormir. Que emprendan otros.

Y todo pese a que el peso de las PYMES en la economía española es, simplemente, esencial. Suponen el 99% de todas las empresas del país, generan en torno al 50% del empleo y aportan cerca del 40% del PIB. Es muy sencillo: sin ellas el país se cae.

Aun así, para el progresismo reinante que acorrala al emprendedor y fustiga a la iniciativa privada soy lo más parecido a eso que decía Churchill del lobo al que abatir. Pero el caso es que estamos creciendo y ya nos hemos planteado la necesidad de ampliar la plantilla, de buscar gente con ganas y talento que nos acompañe en la aventura. Nuestra empresita está en plena fase adolescente y se está haciendo mayor, quizás demasiado rápido, quizás echando cuerpo de adulta mientras sus estructuras y órganos son aún algo infantiles.

Ahora, y quizás por primera vez en la vida, nos toca afrontar procesos de selección desde el otro lado de la mesa, desde la parte empleadora. La mayoría de currículums que pasan por delante son excelentes y en ocasiones abrumadores, hasta el punto de darnos casi vergüenza ser los que tengamos que juzgar los méritos u opciones de personas tan brillantes. Pero por el tamaño y la idiosincrasia de nuestra empresa, no sólo buscamos trabajadores, gente que venga, haga su tarea y se vaya. Necesitamos algo más, necesitamos compañeros de viaje.

Porque como tantas otras pequeñas compañías, estamos en ese punto en el que necesariamente se nos tiene que ir de las manos porque, sencillamente, los fundadores originales ya no podemos hacerlo todo, y necesitamos gente que venga a ayudarnos a hacernos aún más grandes. Es complicado, porque tenemos que transmitirles no sólo lo que queremos de ellos (ellas, en este caso), sino tratar de transferirles nuestros valores, nuestra forma de hacer las cosas, nuestra visión… eso tan complicado que se llama cultura de empresa. Es un punto de no retorno: o nos estancamos o crecemos. Y apostamos por lo segundo sin fisuras.

Porque para una empresa tan pequeñita como la nuestra, contratar a una persona supone ampliar en un 25% la fuerza de trabajo, y equivocarnos en la elección puede ser determinante. No sólo buscamos formación y talento, sino algo más, un plus de valor añadido que puede esconderse tras las llamadas habilidades blandas, las soft skills. Ya son una tendencia claramente asentada en el mercado laboral, pero tras la pandemia se están revelando como un elemento determinante, porque ahora más que nunca las empresas no sólo quieren grandes profesionales (que se da por hecho), sino buenas personas. El factor humano marca la diferencia.

De eso trata FETRA, uno de nuestros proyectos Erasmus+ en los que tratamos de dotar a los pequeños empresarios, sobre todo a los más jóvenes o novatos, de las herramientas necesarias para desarrollar y, sobre todo, detectar, las soft skills entre sus candidatos a un puesto de trabajo. Porque las grandes empresas delegan este peso en sus departamentos de recursos humanos o, simplemente, lo externalizan. Para esos transatlánticos, equivocarse en la contratación de una persona no deja de ser un contratiempo, pero nada grave. Pero para una PYME fallar en la elección puede ser fatal, un lujo inaceptable y un riesgo inasumible.

Por eso es tan importante saber qué buscamos, cómo verlo y, finalmente, alinearlo con nuestros valores y nuestras maneras de hacer las cosas, esas que nos han traído hasta aquí pero que no tienen que ser necesariamente las que nos lleven más lejos.

Porque también es entonces cuando llega el momento de entender que la PYME empieza a ser más grande que su creador y que necesita empezar a volar sola. Es el momento en que el niño suelta la mano de papá o mamá para salir al mundo, experimentar y, en ocasiones, equivocarse. Al fin y al cabo, las empresas son el producto de las personas que la conforman, no le des más vueltas, y por eso es tan trascendental saber encontrar los compañeros de viaje.

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