Lastras
Adriana Lastra es una barrabrava del PSOE, una fan incondicional de su partido que empuña del tallo la rosa sin espinas – la dulzura de la socialdemocracia – con una devoción futbolera. El PSOE es su afición. He conocido mucho barrabrava del PP en sus juventudes, cuando militaba teenager en ellas, y los que siguen siéndolos son ahora lastras del partido, con cargo, sueldo, tuiter, fachaleco e imán en la nevera. Aunque la cumbre del merchandising partidero la ha reventado Vox. Vivir de la política es bastante fácil si uno se incuba imberbe en la sede del partido. Es la facilidad del estar, no la del ser.
A mí me negó la opinión sobre el aborto, comiendo un bocadillo de chopped camino de Antequera, un compañero de partido que ahora está de lastra para Moreno Bonilla en la Junta. “Prefiero no pronunciarme”, me dijo el personaje. El problema no era una indefinición suya, sino del partido, y él no quería ser un Gallardón prematuro, claro, aun en la incubadora. Yo le palmeé la espalda para que pasara el trago, porque si difícil es para uno definirse en estas cosas, más lo es cuando alguien se tiene que definir por ti.
Arrimadas enseñó y se ensañó con el currículum de Lastra cuando esta hablaba el día de la cabalgata, como si vestida de maga repartiera juanolas de napalm en vez de caramelos de caja de ahorros. Quien fuera un león del Congreso para darle los buenos días a Inés por las mañanas, con esa sonrisa constitucionalista, entre Jerez y el Paseo de Gracia. En las redes, trinchera repartida por familias camorristas, alguno sacó que Stefan Löfven, primer ministro sueco, por lo visto, tampoco tiene estudios, creando una nueva brecha social entre todos: las personas que tienen carrera y las que no. Esto abre un nuevo escenario; seguramente, esta década sea la de defender los derechos de las personas sin carrera, tarea más fácil que sacarse una. Una nueva causa que representa una mayoría social.
Adriana Lastra comenzó Antropología Social – existe esa carrera – pero no la terminó. Desconocemos si su faceta literaria nos ha privado de un nuevo Nigel Barley, aunque, pecando de antropólogo inocente, creo que, a los 19 – ya siendo secretaria general de las juventudes del partido en Ribadesella – jugaba mucho más a la política que estudiaba. Yo comprendo lo de Adriana porque era igual a esa edad, por mucha novela y mucha radio. Lastra, simplemente, no terminó la carrera porque para aprobar hay que estudiar.
Lo preocupante de Lastra no es su currículum, sino su afán de protagonismo, su House of Cards en bluray encima de la tele. Lo descubrí cuando le dijo a Arrimadas que “en política hay algo peor que estar en la oposición, estar en la irrelevancia”. Pues sí, Adriana, hay cosas mucho peores.
0