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El gol de Vinícius

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Alfonso Alba

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Vinícius carga a sus espaldas con la mitología del mejor equipo del mundo con 19 años, después de que Cristiano evangelizara Europa y se erigiera en un Teodosio vikingo. El Madrid lucha contra un ciclo en el que su más laureada legión ya roza el retiro en el Olimpo como si Florentino, convertido en Marco Aurelio, depositara sus manos en sus hombros, dándole la libertad, una alcachofa de Real Madrid TV y tickets para refrescos. Estas transiciones se pueden tornar víricas, como el AC Milán del coronavirus de la década pasada, que dejó al club para competir en la Play Station y tirar los penaltis con Shevchenko. Ahora vagan en el exilio europeo como un león sin dominio.

Cuando Vini pisa el área se desactiva como si los tedax le hubieran cortado el cable rojo, sabiendo cómo ha llegado hasta allí con solo mirar la estela de contrarios y espinilleras que deja a su paso, con los defensas chocándose como una banda de gánsters en una pelea de película de Bruce Lee. Tiene el regate que le faltaba a Cristiano, que hacía las bicicletas de un pastor alemán en una parcela, pero no quema la guitarra como el portugués, que en los partidos/conciertos le montaban pogos en las gradas de Chamartín para celebrarle los goles.

Sabiendo la asignatura pendiente del brasileño con el gol, Kroos y Piqué le indicaron las pautas. El alemán le agitó el dedo como un municipal en un atasco, enseñando que también se puede jugar al fútbol con las manos, y Vini corrió, con el coche y la media en la cabeza siempre preparados para atracar el banco, hacia Ter Stegen. Piqué le dejó vía libre al jugador para volver a fallar, prefiriendo evitar el pase a un compañero con más fuerza en los empeines. Cuando el brasileño disparó, el central desvió al fondo de la portería una pelota que iba al portero, quizá cansado del juego sobón del Barcelona de Setién, que es una nana futbolística para los niños del procès. Vini se fue al córner y ofreció al Bernabéu su primera presa.

Vinícius sería el jugador que Florentino querría fichar si no lo hubiera fichado ya, jugando en vertical todos los partidos, cumpliendo la relación amor/odio con la grada fundamental para triunfar de blanco eucarístico. Puede ser el primer delantero brasileño amamantado en el club que llegue a cuajar, algo que tenía casi en exclusividad Can Barsa. Mientras esto pasa, tendrá que seguir afilando el colmillo, presentando presas al madridismo mientras aprende a quemar la guitarra.

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