Una carta a Cielo Drive
¡Miguelón! ¡Pelusa! ¿Cómo vas?
Perdona por tardar tanto en escribirte. Había un cronista polaco muy famoso que acudía a los lugares cuando las cámaras habían levantado el campo, cuando la devastación había pasado y los puestos de perritos calientes se montaban en otra parte intoxicada de suceso. Yo me prometí un despliegue informativo “histórico”, como dicen en los telediarios, dentro de mí, no solo para no olvidar de lo que de ti ya sabía, sino para tener novedades. Saber cosas nuevas de ti me consolaba. Era como si estuvieras haciendo las Américas y llegaran cantos de un mito que conquista el Oeste en la fiebre del oro.
Bueno, ahí sigo. Acabo de abrir el word que empecé, que hasta ahora he creído definitivo para un novelón que te hiciera justicia dentro de diez años o cosa así, y resulta que parezco Jack Torrance en el hotel de El Resplandor, volviéndose loco en bata y calzoncillos.
Hablamos mucho de ti, hermano, como de un Will Hunting que abandonó el barrio en un BMW blanco, con los discos que aquel verano 16´ en la guantera del coche, cantando Estadio Azteca de resaca al filo del Atlántico, en un Zihuatanejo eterno; como de un tío – esto me fascina mucho de ti – que jamás dejó de ser ni más inteligente ni más guapo, en una autopista camino de Cielo Drive, con el techo del coche abierto, el vientazo echándole un pulso a tu pelo y mordiéndote las uñas desde el meñique con las gafas de sol en la nuca. Allí te espera una casa que habrías montado blanca y cubista y piscina a ras de suelo, con tu sueldazo de gran profesional liberal. Yo te imagino así, vestido de etiqueta debajo de una bata blanca, como los grandes dentistas, con tu dandismo esteta y natural.
La felicidad es una ráfaga, hermano, que se siente, álgida, pocas veces en la vida. Nace de la placidez y el convencimiento del momento y recorre el cuerpo con una brisa. A mí a me pasaba contigo. La casa de Montilla, el cortijo junto a la piscina, los vasos de Pepsi desgastados de Rivaldo y Roberto Carlos, tu padre o Antonio, el jardinero, apareciendo por allí, la mesa larga donde nos subíamos como vikingos en una taberna, la electrocaseta; la mesa de pingpong al fondo con el hándicap del viento y la lidia con los perros enormes y comelimones que gastáis los Prieto Martínez son mis puertas del Paraíso. Esas puertas de maderas nobles y altas de las películas de Lubitsch, que diría Garci. Un viejo que hacía películas, Pelusa, que hay que explicártelo todo.
Gracias por compartir todo esto con nosotros, por darnos una parte de la vida a la que no optábamos y que a veces no merecimos por comportarnos como un Congreso de Ultra Sur, siempre causando desperfectos en una casa tan hermosa que podía estar en Montilla o en Alabama, donde la amistad cogía tanto peso se podía tocar.
¿Sabes que el móvil de tu padre me llama solo? Me aparece Paco Padre en pantalla y, con su voz tan característica de Pepe Domingo Castaño, me dice: Ángel, Ángel, que esto yo no sé qué es, padre, que yo no te he llamado. A mí me flipa, porque sé que eres tú. He llorado en soledad, fuera de la patria de la niñez, muy pocas veces, todas por ti, y en mitad de un llanto me llamó Paco Padre. O sea, tú. He visto tantas películas que cuando te fuiste te buscaba por todas partes, esperándote a lo lejos de una calle a lo Morgan Freeman en Como Dios, levantándote en ala del sombrero con un guiño. Todo de buen rollo. Hollywood nos hace creer que en los reflejos o en las estrellas, juntando los puntos luminosos como en el dorso de una caja de Chocapic, se puede uno comunicar con un amigo. Desde luego, es mejor que no buscarlo en un sitio. Gracias por esas llamadas.
Cambiando de tema, Alex se está quedando calvo. Haz un milagro y ponle pelo o algo si puedes, macho. Si no ya lo harán los turcos. Es una pelusilla enmarañada que conquista su cráneo día a día hacía dentro. Si tuviese el pelo largo sería Santiago Segura en marroquí. Por lo demás, sigue siendo ese Modric de la amistad que manda wasaps como si fuese un pase a tres dedos con el exterior de la bota. Gonzalo me flipa con su alopecia, estoy deseando que se saque ya las oposiciones de poli para que sea como un Carl Winslow blanco, pegando porrazos en el trasero en los ascensos del Córdoba en las Tendillas.
El sábado nos vamos todos a Bodegas Campos – calidad, manete – a honrarte y recordarte. Lo hablamos el Cabeza, me niego a llamarle Álvaro, y yo un día, y el tío se ha ocupado de todo. Menudo wedding planner. Hemos dicho que hay que ir en chaqueta, como a ti te gustaría, y avisados están tus amigos de Granada y del erasmus, tranquilo. Gran tipo tu amigo Germán, ahora te lleva en la paletilla tatuado. Además me recuerda un poco al Lillo con ojeras de panda a lo Pepe Sancho.
Dale fortaleza, esa brisa que te he dicho antes, a tus padres y a tu hermano. Tu madre vive de llorarte. Sácale una sonrisa y dale ganas de vivir, que poco a poco irá cogiendo, aunque sea todo tan jodido sin ti.
Te voy contando. Ya te devolveré los 15 euros que te debía, cuando tú me devuelvas los sesenta años de amistad que me robaste.
Te quiero con toda mi alma,
Ángel y La Banda del Choco
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