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Tragados por el Mediterráneo

David Val

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Hace dos días, más de 300 subsaharianos murieron en el Mar Mediterráneo. En 2014, más de 3.000. Pero son víctimas de segunda, daños colaterales de la explotación a la que Occidente somete a África

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Sus muertes no abren informativos. Los medios, los mencionan de pasada. Son muertos olvidaos, maltratados, de segunda. Me refiero a las miles de personas que cada año mueren en las aguas del Mar Mediterráneo intentando alcanzar un futuro mejor. Hace dos días, cuatro lanchas neumáticas desaparecieron con más de 300 personas al intentar llegar a Lampedusa (Italia). Una tormenta las sepultó para siempre bajo las aguas del 'mare nostrum'.

Desgraciadamente, las cifras son mucho más escalofriantes. En 2014, ACNUR cifró en 3.419 el número de migrantes fallecidos al intentar cruzar el Mediterráneo, lo que convierte a esta travesía en la más mortal del mundo. El pasado año, más de 207.000 personas intentaron atravesar el Mediterráneo, una cifra que casi triplica el récord precedente de 2011, en el que 70.000 migrantes intentaron huir de su país durante la primavera árabe.

Con los conflictos de Libia, Ucrania y Siria e Irak el número de llegadas por mar se ha disparado. Según datos de ACNUR, cerca del 80% de los intentos de cruce se efectúan a partir de las costas libias para intentar llegar a Italia o Malta.

La mayoría de los migrantes que llegaron a Italia son sirios (60.051), cuyo país vive en una guerra civil desde hace más de tres años y medio y donde, además, se está instalando el opresor y radical Estado Islámico. En España, también se ven las consecuencias de este conflicto: En enero de 2015, ya había más sirios que subsaharianos en el Centro de Internamiento de Melilla.

El Mar Mediterráneo se está convirtiendo en un cementerio y Europa no parece dispuesta a hacer nada por evitarlo. Según los datos publicados en 2014 por The Migrants Files, una investigación transeuropea llevada a cabo por diez periódicos de seis países del continente, entre 2000 y 2013, más de 23.000 migrantes murieron mientras intentaban alcanzar Europa. Se trata de una medía de más de 1.700 fallecimientos documentados cada año. A este dato alarmante, hay que sumar los más de 3.400 fallecidos de 2014, lo que eleva a cerca de 27.000, las personas que han muerto intentando llegar a Europa en lo que llevamos de siglo.

Aun así, esta cifra no es ni mucho menos exacta. Pues son muchas las personas que mueren cada año en el Mediterráneo sin que haya ningún tipo de registro. Ejemplo de ello es el caso de Mayotte, territorio francés en el archipiélago de las Comoras, entre Mozambique y Madagascar: las autoridades galas estimaron en más de 7.000 las muertes en ese punto del Índico desde el año 2000, cuando The Migrants Files recoge ‘solo’ 757 fallecimientos.

Por desgracia, los fallecidos en el Mediterráneo no son los únicos migrantes que mueren en el mundo intentando alcanzar un futuro mejor. Según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), que rebajó la cifra de muertos en el Mediterráneo a 3.224 personas durante 2014, también señala que en la Bahía de Bengala, entre Indonesia e India murieron más de 500 personas el pasado año, mientras que más de 300 perecieron en la frontera que separa México de Estados Unidos. En total, casi 5.000 personas muertas solo el pasado año en estos viajes migratorios. Personas que, por desgracia, son ocultadas por los grandes medios de comunicación. Porque prefieren identificarlas como una amenaza que, ya no solo “roba” el empleo a los españoles, sino que amenaza con alterar la identidad de España.

De lo que nadie quiere darse cuenta, ni ciudadanos ni gobiernos, es que es el sistema capitalista que tanto se defiende aquí y el consumismo atroz que conlleva es lo que está destrozando a esos países que ya no pueden ser autosuficientes como eran hasta no hace muchas décadas. Desde Europa y EEUU –y ahora también desde China- nos encargamos de explotar y expoliar sus recursos naturales. O de condenarles a los monocultivos transgénicos de soja o palma aceitera. Este neocoloniasmo económico viene de la mano de la imposición de dictadores, que son quienes fraguan los negocios con Occidente. Claro ejemplo es el del sátrapa Teodoro Obiang en Guínea Ecuatorial, apoyado por los diferentes gobiernos españoles y por las multinacionales de nuestro país.

Este empobrecimiento forzoso, impulsado como digo la mayoría de veces por Occidente, deja al continente sin capacidad de recuperación. El continente más rico en minerales no disfruta de desarrollo alguno puesto que ni las clases dirigentes que conforman las élites políticas ni las organizaciones internacionales han sabido o querido solventarlo. Porque, al fin y al cabo, la pobreza también es rentable. Y los africanos que optan por emigrar en busca de una vida mejor solo son, a ojos del sistema capitalista, el mal menor de este sucio negocio.

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