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Start FC, el campeón del dolor

Redacción Cordópolis

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Los ucranianos nunca lo han tenido fácil. La nación que dio origen a Rusia (el primer Rus, denominación vikinga, fue el de Kiev en el siglo IX) se ha visto siempre por su posición geográfica, amenazada desde el oeste y el este. En 1941, el grupo de ejércitos alemanes del sur, acatando la Operación Barbarroja diseñada por Hitler, invadieron la Ucrania entonces soviética. El 17 de septiembre de ese año Kiev fue cercada y el 26 cedía después de una valerosa defensa. Más de 600.000 personas perecieron en esa batalla.

Por aquel entonces en Ucrania había un equipo que jugaba muy bien al fútbol, el Dinamo de Kiev. La Liga de la URSS se había interrumpido por la guerra y los nazis, teniendo en cuenta el origen político del Dinamo, habían impedido que disputara partidos amistosos.

Estamos ya en 1942. Iosif Kordik, un modesto panadero de antepasados checo-germanos pero natural de Kiev, era hincha del Dinamo. Un día acudió a su panadería (la estatal número tres) uno de los miles indigentes famélicos que poblaban la ciudad en ruinas. Era Mykola Trusevich, quien hasta hacía unos meses ocupaba la portería del Dinamo. Kordik, conmocionado, le da cobijo, pan y le coloca como barrendero en la panadería. Entre ambos se entabla una confianza que les hace recordar tiempos más felices. Tiempos de glorias futbolísticas. A Kordik se le ocurre una idea: ¿por qué no refundamos el Dinamo? Y Trusevich, con ganas de volver a sentirse futbolista se pone a buscar a sus compañeros, ocultos. Entienden ambos que puede ser una buena manera de ganarse un pequeño sustento y, de paso, de oler el verde de un césped.

En unas semanas consiguen fichar a ocho futbolistas del Dinamo y a tres del Zenit, el otro equipo de Kiev. Estaban, en su mayoría, proscritos por su pasado comunista. Hambrientos. Desheredados y sin futuro. Malvivían por las calles. Deciden llamar al equipo FC Start y empiezan a proponer partidos amistosos a los ocupantes.

Naturalmente, las altas esferas militares alemanas veían en la creación de un “regenerado” equipo local un motivo de normalización de su presencia y aplaudieron su creación. Más esperando el posible efecto propagandístico que tendrían futuras victorias de sus soldados sobre el recién forjado, desentrenado y malnutrido Start. Eso pensaban.

Pero los jugadores ucranianos, según se desprende de sus resultados y de las pocas crónicas que sobrevivieron sin sesgo de un signo o de otro, jugaban muy bien. De hecho, el FC Start ganó todos los partidos que disputó. Después de vencer 7-2 al Rukh (otro conjunto también recién gestado), goleó a las selecciones de las guarniciones húngara y rumana (países que combatían junto a los alemanes), también a otra de trabajadores del ferrocarril militar, a sendos equipos alemanes y húngaros… hasta que le tocó el turno de medirse a la Luftwaffe.

Así, el 6 de agosto del 42 el Start golea sin piedad 5-1 al Flakelf (así llamaron a su escuadra los pilotos alemanes). La técnica de los ucranianos doblegó a un grupo de soldados bien entrenados y alimentados. La paliza no gustó en absoluto a las autoridades, que pidieron revancha.

El segundo encuentro tuvo lugar tres días después y ha pasado a la historia con el nombre de “El partido de la muerte”. Sin embargo, aún suscita controversia lo que pasó una vez que el choque tocó a su fin. Durante el juego lo que se vivió, y lo confirmó el hijo de uno de los futbolistas del mítico Start, Vladlen Putistin, en una entrevista para La Vanguardia fue “una gran remontada. No hubo patadas, nadie dijo a los jugadores que tenían que perder; hubo momentos muy tensos, pero sólo porque el partido fue intenso”. Se habló durante décadas de que altos mandos amenazaron directamente a los jugadores del Start con la muerte en el caso de una nueva exhibición. Nunca se sabrá si existió esa coacción o no (es probable). Sí se sabe con certeza que el Start venció 5-3, que el árbitro –miembro de las SS- pitó antes de los noventa minutos reglamentarios para evitar una goleada mayor, que el resultado insufló mucho ánimo a una población al borde del colapso y que fue, en resumen, demasiado para los alemanes.

Una semana después, el 16 de agosto, el Start jugó por última vez. Fue ante el Rukh, su primer contrincante. Vencieron 8-0. Tras ducharse (o sin hacerlo, nunca se sabrá), la Gestapo llevó a cabo la detención de varios de sus jugadores. Unos, según parece, por formar parte de la NKVD (policía secreta de Stalin), otros por actos de sabotaje (la leyenda dice que ponían cristales en el pan de la panadería del señor Kordik), a otros…simplemente porque tocaba. En una guerra siempre se encuentran motivos para llevar a cabo actos criminales.

Nicolai Trusevich, Ivan Kuzmenko y Alexei Klimenko fueron fusilados. Mikola Korotkykh murió unas semanas después tras ser torturado. El resto pasaron la guerra en el campo de concentración de Syret, dedicados a apilar leña. Sin tocar una pelota. Tres de los miembros de aquella tropa de peloteros sobrevivieron a la guerra y contaron lo sucedido, pero el FC Start nunca más volvió a jugar un partido. Hoy el estadio de sus victorias, antaño Zenit, lleva el nombre de aquel equipo. El campeón del dolor.

P.S. La película “Evasión o muerte”, está inspirada en esta historia (aunque su director John Huston lo narra de un modo edulcorado); también las soviéticas “El partido de la muerte” y “Tercer tiempo” la cuentan de un modo de vista propagandístico. En 2012 El estreno de la película rusa “Match” tuvo que ser pospuesto en Ucrania hasta el final de la Eurocopa. En ella se insinuaba que los componentes ucranianos del Start eran, en realidad colaboradores del gobierno nazi.

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