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Metafútbol

Redacción Cordópolis

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-Entonces, ¿periodista deportivo? Que hablas de fútbol, ¿no?

Ella me miró con cierto desdén a través de sus gafas de pasta. Sentí como si me estuviera clavando dos puñales intelectuales. Como si cortara mi ego en dos para repartirlo entre sus ídolos (en mi imaginación me figuré siendo devorado en comandita por Lars Trier -lo del “von” es una patraña suya- y Björk). Pero la chica, aún pedante, bien merecía una misa. Di un sorbo a mi coronita y reaccioné.

-Sí, bueno, pero a mí lo que me gusta del fútbol no es el juego en sí. A mi me interesa todo lo que tiene de humano y de divino. Lo que lo eleva a categoría de religión para muchos. Lo que llamo Metafútbol.

Sentí cierta intriga en su interior mientras se acomodaba con sensualidad el pelo y su fino vestido rojo y seguí mi improvisado alegato (¿de defensa?)

-Seguro que piensas que el fútbol es ese espectáculo grosero por el que unos cafres se insultan, se escupen o se parten la cabeza como tributo a unos colores o una bandera. Sí. Lo es. Pensarás también que es un sinsentido forjado por y para millonarios, en el que hace mucho que se perdió el romanticismo (ahí me la jugué, lo reconozco, porque para ella fútbol y pasión parecían agua y aceite). No voy a negar que puedes llevar razón, pero ya sabes lo que dejó escrito Schopenhauer: “nada contribuye menos a la alegría que la riqueza”.

No se notó demasiado que era practicamente todo lo que sabía de este filósofo al que, por otra parte, descubrí a través de mi pasión por Faemino y Cansado. Continué.

-Pero, déjame que te explique. Puede que no sepas que el fútbol no es un invento británico. Bueno, sí tal y como lo entendemos ahora, pero en puridad lo que hicieron fue ir sabiamente convirtiéndolo en algo suyo. Como convirtieron en señal de identidad el té de las cinco, el curry y Gibraltar. De hecho, los Han chinos practicaban hace más de dos mil años una cosa llamada tsú-chú y poco después los coreanos los imitaron con lo que llamaron chukkuk. En ambos cosas todo giraba en torno a una primitiva bola de cuero rellena. También los egipcios desarrollaban un juego de pelota como una parte de un rito de fertilidad y, bueno, los mayas se tomaban tan en serio su pok-ta-pok (http://www.youtube.com/watch?v=jKvQjgC9sIY ) que en algunos casos los guerreros que perdían el partido también se quedaban sin cabeza. Porque en sus comienzos, y te hablo también del harpastum romano, sólo corrían detrás de un balón nobles y soldados.

Noté que se aburría un poco, pero ya no había vuelta atrás.

-Lo que te quiero decir es que humanidad y pelota siempre han ido de la mano. De hecho, vivimos en una pelota... aplastada por los polos. Te pondría más ejemplos y más historias para demostrarte hasta qué punto ha influído en lo que somos esto que ahora desprecias. Mira, Ricardo Corazón de León le propuso a Saladino que se jugaran Jerusalén en una pachanga entre caballeros; en el siglo XV un obispo francés penó con la excomunión la poco pacata practica del “soulé”, la versión gala del calcio florentino (ambos espectáculos eran como partidos de regional, pero con todos los habitantes del pueblo haciendo las veces de seguidores y jugadores). Y no me voy tan lejos, en el 69 Kapuscinski, que es lo más cercano a un Dios para los periodistas (o lo que para ella sería Coixet, pensé para mis adentros), bautizó como “La guerra del fútbol” a la que dirimieron Honduras y El Salvador. Así que sí, pasional, bárbaro e intrínsecamente humano. Es recuerdo, es saber qué hacías a determinada hora un día hace años mientras se jugaba determinado partido. Aunque tú lo veas nada más que como una cosa cateta, zafia y de brutos, para mí, y para Arrigo Sacchi, que fue un entrenador del Milán el fútbol es la cosa más importante de todas las que no lo son.

Apenas diez minutos después de acabar mi discurso, la chica de las gafas de pasta alegó cansancio y pesar y se marchó. No conseguí mi principal objetivo, pero no me cabe la menor duda de que si se repitiera la conversación volvería a decir exactamente lo mismo. A fin de cuentas, lo único que sabe el enamorado o enamorada del fútbol es que pueden cambiar todas las circunstancias de su vida... menos los colores que lleva en el corazón desde pequeño. ¿O no es así?

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