Javier Jiménez (Córdoba 1976) es un empresario cordobés con más de 25 años de experiencia en los que ha iniciado proyectos de todo tipo en diferentes sectores. Futurista empedernido y adicto a la búsqueda y desarrollo de oportunidades y alianzas estratégicas tanto en el ámbito nacional como internacional. Un líder creativo y optimista con excelentes habilidades para el desarrollo de productos innovadores y mercados basados en tecnología. Actualmente dirige la empresa Grayhats en la que hace consultoría estratégica y de ciberseguridad.
La colaboración público privada. La casta pública y la privada
En el primer artículo de esta serie vimos cómo, lo que debería comportarse como un círculo virtuoso en el cual; primero, el gobierno y las administraciones creasen un entorno propicio para que las empresas pudiesen desarrollarse, prestar servicios y ganar dinero; y segundo, las empresas pudiesen devolverle el favor pagando muchos impuestos para que se pudiesen pagar los gastos de esta administración y repercutiesen en la mejora de este círculo virtuoso.
Esto no se produce por, entre otras cosas, la existencia de una zona gris donde no está claro quién hace qué y que propicia más un juego de la soga, donde dos bandos compiten tirando de una cuerda para su lado, que el buscado círculo virtuoso.
Dentro de la zona gris o no, se da el caso de cuándo personal público tiene que trabajar con personal de empresas privadas en algún proyecto. Aquí existe una asimetría de condiciones laborales, incentivos/penalizaciones e incluso urgencia por terminar que dificulta este trabajo o 'colaboración'.
Imaginad que sale una oferta de empleo público que dice lo siguiente:
“Se necesita personal para el departamento z con las aptitudes a, b y c. Presenten sus solicitudes y ofertas económicas. Como mucho se pagará x al mes. Se hará un examen en el que se valorarán sus aptitudes. Para la valoración final contará un 15% la nota del examen y un 85% el precio de prestación del servicio.”
¿O suena que esto se haga así? Lo mismo algún sindicato diría algo puesto que están subastando trabajo para que lo haga el más barato. Esta es la forma común de contratación para los que no forman parte de la administración pública. Si quieren que formes parte de la administración más bien se hace así.
“Se necesita personal para el departamento z con las aptitudes a, b y c. Presenten sus candidaturas. Se cobrará x al mes. Se hará un examen y se valorará a el o la mejor para el puesto”
Acogiéndonos al procedimiento, a unos se les escoge fundamentalmente por talento y a otros se les subasta por precio. ¿Por qué sistemáticamente se hace así? ¿Es correcto hablar de castas? ¿No se fían de las personas de la administración que tienen que elegir? Esto genera una asimetría de condiciones laborales, un problema de convivencia en proyectos comunes y de supervivencia para la empresa que presta el servicio que normalmente tira demasiado los precios como para ganar la licitación y lo suficiente para que los costes acaben por encima de los ingresos.
Más a largo plazo esto representa también un problema vital para la administración cuyo único ingreso proviene de lo que recibe directa o indirectamente de impuestos de las empresas y autónomos que, si no sobreviven no pueden pagarlos. España actualmente es de los países dd Europa que tienen la presión fiscal más alta y de los más endeudados puesto que no ingresa lo suficiente para pagar sus gastos.
Otro problema de cuándo colaboran castas públicas y privadas y que rompe el buscado círculo virtuoso, es el valor que por ley cada una de las partes, trabajadores públicos y privados, da a la relación con la otra parte.
Mientras que una persona que trabaje para la administración prácticamente está contratada de por vida independientemente de lo bien o mal que haga su trabajo, si eres una o un autónomo o empresa, existen leyes para que la administración limite y no repita contratos con la misma persona, (vaya a ser que haya algún chanchullo) por lo que independientemente de lo bien o mal que haga su trabajo no le van a volver a contratar.
Cada uno en un extremo de la soga, uno por condiciones ridículamente buenas y otro por condiciones ridículamente malas, para ninguno de los dos, existe absolutamente ningún incentivo para hacer bien su trabajo. Pero lo curioso, lo que me lleva a pensar que existe un problema endémico de castas, es que esto está escrito y es ley.
También está el problema de los ritmos y urgencia. Si eres una persona que cotiza en el régimen autónomo los impuestos te los van a cobrar religiosamente el último día de cada mes y ahí no va a haber ningún tipo de retraso. Para eso la eficiencia de la administración es máxima, como comentábamos antes una empleada o empleado público va a cobrar el 28 de cada mes y uno por cuenta propia aproximadamente 3 meses después de haber terminado el trabajo y sólo si eres capaz de terminarlo. Esto provoca una urgencia en una de las partes que no tiene la otra.
Si estamos hablando de colaboración público privada hablamos de proyectos donde personal público trabaja con personal privado. ¿Tienen los dos el mismo incentivo para acabar? Seguramente no. En una ocasión una empleada pública me dijo que “En la administración la unidad de tiempo básica no es la hora ni el día, sino el mes”.
Desde que el mundo es mundo, este se sustenta en los sistemas de clases donde básicamente una clase sirve y mantiene a la otra. Los griegos y romanos tenían a sus esclavos, en la Edad Media si querías comer a diario tenías que pertenecer a la nobleza o al clero porque todo se hacía para ellos pudiesen vivir y gobernar(se). Al menos ahí, ya se podía ascender de clase ( meterse a cura o monja era el equivalente de la época a sacarse unas oposiciones ).
En el siglo XVIII llegó Adam Smith y nos contó que colaborando entre clases, si eran capaces de crear la sinergia adecuada (el famoso círculo virtuoso), ambas ganaban simultáneamente, creando riqueza y bienestar, reduciendo desigualdades y desembocando en lo que hoy conocemos como clases medias.
¿Vamos para atrás o para adelante?
Sobre este blog
Javier Jiménez (Córdoba 1976) es un empresario cordobés con más de 25 años de experiencia en los que ha iniciado proyectos de todo tipo en diferentes sectores. Futurista empedernido y adicto a la búsqueda y desarrollo de oportunidades y alianzas estratégicas tanto en el ámbito nacional como internacional. Un líder creativo y optimista con excelentes habilidades para el desarrollo de productos innovadores y mercados basados en tecnología. Actualmente dirige la empresa Grayhats en la que hace consultoría estratégica y de ciberseguridad.
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