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El suflé cordobés

El cuadro atacado.

Alfonso Alba

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Esta semana, a la convivencia cordobesa la han metido en el horno y se le ha triplicado el volumen. Como un suflé, se ha servido caliente en una mesa de la campaña electoral y ha acabado de una manera lamentable: un chico se metió en la Diputación con algo cortante, se fue a una exposición, localizó un cuadro y lo rajó de arriba a abajo.

Durante meses e incluso años, escuchamos y leemos en esta ciudad exageraciones y sobreactuaciones con extraños objetivos. No es solo una opinión. Muchos amigos muy cristianos y muy cofrades me reconocen que lo del cuadro de la Diputación “tampoco es para tanto”, lo encajan en la campaña electoral y aseguran que “cosas peores se han visto”. Otros sí se sienten muy ofendidos, mucho más (ojo, demagogia) que cuando hay un caso de abusos sexuales dentro de la Iglesia, y no hace mucho que la justicia cordobesa ha encerrado en la cárcel a un sacerdote.

A mí la obra no me gusta. Podría, que no es el caso, parecerme de mal gusto. O incluso no gustarme nada. Es más, incluso llegaría a pensar que está hecha para provocar (¿no es eso el arte al fin y al cabo?), pero de ahí a organizar una campaña de recogida de firmas, exigir que se retire una exposición (¿estamos locos?) y hasta se justifique un ataque creo que hay un paso.

En toda esta campaña de exageraciones y ofendidos de mentira hay consecuencias. El suflé sube y corre riesgo de pasarse y dejar todo el horno perdido. En este caso, insisto, ya ha pasado: alguien ha decidido tomarse la justicia por su mano y rajar una obra expuesta en una institución pública.

La Diputación es una institución que está llena de otras obras de arte, otras muy valiosas. Tiene impresionantes mosaicos romanos, una colección del barroco cordobés inigualable y un enorme patrimonio, que no puede estar en riesgo de que llegue cualquiera, se confunda y lo destruya. Ya ha pasado y ya se está tardando en poner medidas.

Pero hoy ha sido un cuadro y mañana no sabemos qué es lo que puede ser. En las discusiones, casi siempre en redes sociales, se leen cosas que son tremendamente graves, que no pasan de ahí. En algunas protestas ya también.

Al final, este suflé que ha crecido de manera artificial (no lo olvidemos, esta exposición ha pasado por Sevilla y Huelva sin polémica alguna) responde a intereses electorales. Por un puñado de votos, supuestos, nos jugamos mucho. La libertad de crear, de pensar, de obrar, de exponer, de reír y hasta de ofenderse. Ya estamos viendo lo que pasa en Cataluña cuando la convivencia se tensa de una manera extrema. No dejemos que aquí pase lo mismo.

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