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Los olvidados

Un partido de niños en el campo de fútbol de tierra de la calle Marbella | MADERO CUBERO

Alfonso Alba

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“Nos sentimos olvidados y marginados”. El titular del delicioso reportaje de Rafa Ávalos que publicó este sábado resume cómo se siente parte de un barrio (todo el Distrito Sur de Córdoba) que el domingo pasado en su mayor parte se quedó en casa y no fue a votar. La situación de la Unión Deportiva Sur, con un campo de fútbol de tierra que ya no tiene ni luz eléctrica ya que al Imdeco se le ha olvidado pagar la factura, es un retrato de muchas de las cosas que explican la hecatombe del domingo pasado para gran parte de la izquierda.

A diferencia de lo que se ha repetido como si fuese una verdad absoluta, barrios como el Guadalquivir no votaron más a Vox que a la izquierda. No. Los pocos que votaron lo hicieron por la izquierda. Salvo una mesa en Fray Albino, en la que ganó Ciudadanos, en el resto del Distrito Sur ganó mayoritariamente o el PSOE o Adelante Andalucía. Pero eso sí, con una participación que rondó o bajó del 50%. No, estos barrios no se inclinaron por la derecha. Simplemente decidieron no votar.

Como clamó esta semana Errejón, en Andalucía no hay 400.000 fascistas. Y no, la causa de la histórica hecatombe del PSOE andaluz no es de quien ha votado a la derecha o a la derecha de la derecha. El origen está en todos los que de manera decidida y consecuente han decidido no votarles. ¿Tienen ellos la culpa del ascenso de las derechas en Andalucía? Creo que la estrategia de reñir a estos ciudadanos no solo no va a funcionar sino que encima es suicida.

Ejemplos como el de esta semana en el Guadalquivir son ilustrativos de las causas. La izquierda ha dejado de hablarle a sus votantes. Dudo que los padres que llevan a sus hijos a jugar al fútbol y dejarse las rodillas al campo de la calle Marbella sepan el nombre del concejal que tiene que arreglarle sus problemas.

En la primera Corporación democrática en Córdoba, la izquierda articuló un proceso pretoriano de asociaciones de vecinos. Rara era la calle, el barrio o hasta la plaza que no tuviese una. Los concejales de entonces (los ayuntamientos eran bastante más ágiles desde el punto de vista administrativo) estaban más en la calle que en el despacho, pero no dando ruedas de prensa o tuiteando, sino mirando a los ojos a los vecinos. En 1983 Julio Anguita logró la mayoría absoluta más grande en la historia de la ciudad. Él mismo reconoció que le votaba hasta la ultraderecha. En la campaña electoral de 2011, la que le otorgó mayoría absoluta al PP, recuerdo a José Antonio Nieto a diario en la calle, dando ruedas de prensa pero a la vez reuniéndose con vecinos para interesarse hasta por el bache más escondido de la calle más remota.

Cuentan que hay un síndrome en la ciudad llamado de Capitulares. El concejal o alcalde que toca poder acaba aislándose en ese horrible edificio que acoge al Ayuntamiento. Y confunde la realidad de sus pasillos con la de la gente de la calle. Tres cuartas de lo mismo con San Telmo.

Muchos ciudadanos, especialmente los más necesitados, han entendido que los políticos ya no son su solución, sino un problema. Que no arreglan, que estropean. Y que además están lejísimos. No los sienten como otro vecino más elegido para representarle, con el que poder tomarse un café un día, contarle un problema, buscar una solución.

Mientras la izquierda no mire a los suyos otra vez a los ojos creo que pasará unos cuantos años en la oposición. Agitar el comodín del miedo, del que viene el lobo que nos va a quitar todos los derechos del mundo (que pasará, pero será lo que la gente haya votado), servirá un poco. Probablemente en unas próximas elecciones haya menos abstención. Pero dudo que esos votantes acudan a sus colegios electorales ilusionados.

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