Historias del Kronen
Para explicar el fenómeno del botellón, que se ha vuelto a poner de manifiesto en las cruces de mayo de forma masiva, podría servir de ilustración Historias del Kronen, la película de Montxo Armendáriz, basada en la novela de José Ángel Mañas. La historia gira sobre un grupo de jóvenes desiologizados políticamente cuya vida social se da en torno a un bar, el Kronen, donde se sucede su acelerada vida. Sus días se construyen con diálogos intrascendentes, placeres inmediatos, salir toda la noche, beber de forma desenfrenada, experimentar una sexualidad atropellada y conseguir drogas, como forma de escapismo de una sociedad donde no encuentran otro sentido. La película pretendía reflejar las subculturas de la posmodernidad que se han apropiado de la juventud.
Y digo que “podría” porque no debiera ser así por varias razones. La más importante es que la película es de hace veinte años, por lo que ha pasado tiempo suficiente para que se hubiera conseguido racionalizar el ocio joven. Pero tampoco se me olvida que hay otros jóvenes capaces de escribir su vida con otros argumentos. Juan Diego Botto, Jordi Mollá, Nuria Prims, ... representa a una juventud que hoy supera los cuarenta años y que, si han asistido a las crucesm se habrán visto sorprendidos por costumbres juveniles que ellos mismos protagonizaron y quizá pensaban desterradas.
Siempre se pudo compartir una litrona de cerveza o un porro en los años sesenta o setenta, pero, cuando en nuestra ciudad se encumbra el botellón, es con motivo de la “Santa Litrona” que se celebraba todos los últimos días lectivos de diciembre en la Judería, durante finales de los ochenta y primeros años noventa. Esa forma de divertirse se fue extendiendo a todas las zonas de la ciudad y a todos los fines de semana, lo que empezó a provocar la preocupación de los poderes públicos. Se comenzó a actuar de forma muy hipócrita, pues se decía defender la salud de los jóvenes, cuando, en realidad, el problema consistía en asegurar la tranquilidad de los mayores.
El primer barrio afectado, después del Casco, fue el Brillante. La razón es que se empezó a definir un modelo de ocio nocturno en torno a zonas de concentración de pubs y masivas de jóvenes, que precisamente eran arrastrados a sus negocios por los ganchos estudiantiles que financiaban los empresarios de la noche. Por aquel entonces, se pensó que El Arenal podía ser una alternativa y así se plante y empezó a preparar por el gobierno de IU en 1994. Pero la llegada del PP al gobierno, fuertemente condicionado por los citados empresarios (recordemos que el propio alcalde era un asiduo de la noche), acabó por cargarse el proyecto. En ese tiempo, interesaba más explotar el negocio en la zona de Ciudad Jardín. Aún recuerdo un dirigente del PCE que, cuando el botellón sucedía en el Brillante, se alegraba de ello por ser zona “rica”, pero que como vivía en Ciudad Jardín, cambió de opinión rápidamente. Es un ejemplo de la demagogia que se utilizó por parte de casi todos.
En aquel momento, se empezaron a definir soluciones que intentaban aunar la defensa de un ocio saludable con el respeto a la cvonvivencia. Lo cierto es que se habían constituido dos ciudades, y la nocturna no estaba preparada para asumir lo que sucedía. Las experiencias sobre deporte nocturno o baile y danza de madrugada, no sirvieron, puesto que tenía un alcance limitado y, tras asistir o no a esas actividades, los jóvenes hacían botellón. De Ciudad Jardín, se trasladó el fenómeno al Vial, siempre siguiendo los pasos de los nuevos focos de atracción: Moma, Bambhuda, ... El fenómeno alcanzaba tal dimensión, y tal cantidad de criticas, que se decidió actuar con algo más de contundencia y definir zonas para el botellón. Eso significaba una derrota en cuanto a la defensa de la salud, pero resolvía el problema de convivencia vecinal. Durante algunos años ha funcionado el botellodromo junto a ETEA, hasta que un navajazo mortal puso al descubierto lo que sucedía cada fin de semana.
Era imposible que las fiestas cordobesas no se preñarán del botellón. Jóvenes, cada vez de menos edad, con menos medios económicos para acceder a la red de negocios de la noche, quieren participar de los momentos festivos, pero a su manera. Mucho tiene que ver el afán recaudatorio en que han incurrido nuestras cruces, o nuestras casetas, dejadas en manos de empresarios de la noche, algunos de ellos sin escrúpulos. La alternativa que empezó a ser la Caseta de la Juventud, al margen de que no era tampoco la panacea, fue también cortada de raíz por los peperos, para permitir que sus amiguetes nocturnos pudieran hacer negocio sin problema. Y cuando se convocan a miles de jóvenes el mismo día a la misma hora, con pocos recursos para aguantar en un sitio cómodo toda la noche, los problemas (de salud, de seguridad, de convivencia, ...) vuelven a surgir
Hagámonos algunas preguntas: ¿Por qué se permitió que las hermandades se instalarán todas en el Casco, unas junto a otras, en muchos casos, vendiendo la barra, hasta cargarse las cruces de barrio? ¿Por qué se ha permitido que hermandades y peñas, así como otros colectivos, vendan sus casetas a empresarios de la noche? ¿Tendrá también alguna responsabilidad el modelo de Cata del Vino donde los jóvenes se emborrachaban con vino dulce sin control para benefiicio de las bodegas? ¿Se pretende que la Policía se dedique a controlar las micciones nocturnas de miles de jóvenes? ¿Quién se queja de que se sirva alcohol a menores de edad? Mientras sigamos haciendo un debate hipócrita, nada podemos resolver. “Brindemos con una litrona” porque los Patios puedan salvarse de las masas convocadas a la adoración al alcohol ncoturno.
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