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La ciudad de los 300.000 asesinos

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Ángel Ramírez

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Esa imagen que ven ahí es la corporación municipal durante el minuto de silencio por las víctimas de los bombardeos en Siria. Se guardó ese minuto por los reflejos y el coraje de Vicky López, esa chica de pelo rizado que puede ver en la segunda fila, justo detrás de la alcaldesa Isabel Ambrosio. La joven concejala de Ganemos, una vez concluidos los cinco minutos de silencio en homenaje a las víctimas de los atentados de Paris, pidió un nuevo silencio por las de los bombardeos en Siria. Para eso hace falta tener las ideas claras, sobreponerse a la situación y tener la valentía de enfrentarse a los bienpensantes, que ven una joven con los rizos al aire que no les baila el agua y se les afilan los colmillos. Lo mejor es que la alcaldesa lo secundó, los grupos de IU y PSOE algo despistadillos también, y fueron las derechas varias las que se echaron al monte, que ellos están para cosas más serias. Eso ocurrió hace casi una semana y hasta hoy mismo llega el coro de escandalizados, con especímenes tan reputados como José Antonio Nieto o Carlos Herrera.

Lo que Vicky y Ganemos planteaba con esta petición eran dos cosas: la primera interpelar a la sociedad para ser capaces de ser solidarios con los distantes, los lejanos. Quizás yo también me sienta más concernido por la muerte de franceses, conozco Paris, tengo amigos de aquel país, he visto multitud de películas francesas, he oído sus canciones. Es una norma bien estudiada por la psicología social y la antropología que nos resulta más fácil identificarnos, compadecernos con los que son como nosotros, ideológica, étnica, culturalmente, aquellos con los que compartimos territorio físico o simbólico. Vicky nos decía que vale, puede ser así, pero que seríamos más justos y tendríamos más capacidad para resolver los problemas globales si fueramos capaces de ser empáticos con los sirios, gente a la que no conocemos más que por las crónicas de guerra de los medios. Quizás no debemos sentirnos mal por esa empatía selectiva, pero sí podríamos sentirnos muy bien si la superamos, si cualquier muerte fuera nuestra muerte habríamos iniciado ya el camino para acabar con el estado de guerra permanente en el que vivimos.

Nos decía eso y nos decía una segunda cosa: bien está que nos indignemos, que sintamos por ellos, pero mejor aún será si comprendemos lo que ocurre, si somos capaces de conectar muchas formas de violencia que suceden cotidianamente y que se retroalimentan unas a otras. Aquí ya no hablamos sólo de compasión, hablamos también de comprensión, de análisis, de sumar al corazón una inteligencia desinteresada que nos marque el camino a seguir. Vivimos en una sociedad que constantemente apela a la emoción (para consumir cosas y personas) y que deja poco resquicio para el pensamiento, porque si fuéramos capaces de pensar colectivamente quizás nos animábamos más a menudo a decir no.

Como era de esperar, esta propuesta poco tenía que hacer en la Córdoba en la que aún vivimos. Coincidiendo en las páginas con la presentación de las actividades de la Cofradía Gastronómica del Rabo de Toro Cordobés, no han faltado los analistas que la han emprendido contra Vicky, y ya que estamos, contra la alcaldesa. Han tenido la mala suerte de que todos los críticos eran hombres blancos, más bien poderosos, de entre 45 y 60 años, y las criticadas dos mujeres, por lo que pronto los roles han quedado claros. A Vicky le ha tocado ser la bruja claro, izquierdista, radical, amiga de los árabes; Isabel, sin embargo, una de las nuestras, pero con esa carencia tan femenina, débil, carente de autoridad, un juguete en manos de la minoría. Ni un atisbo de análisis, todo son vergüenzas para la ciudad, insignificancias, “equidistancia estúpida”, inmadurez, buenismo, esa mezcla de bondad y de ingenuidad (no sé si realmente creen que pueda darse la primera sin la segunda). En lugar de aprovechar para dialogar con la discutible propuesta que nos hacía (se me ocurren unos cuantos argumentos sólidos contrarios), han preferido la chanza, la afirmación del poder, escriben que como va a ser lo mismo matar franceses inocentes que bombardear el nido de terroristas que es Raqa (el nido de terroristas tiene la misma población que Córdoba). Son más de 300.000 asesinos juntos en Raqa, un disparate que no está al alcance ni del más lúcido Borges, allí uno tira una bomba y hace justicia, mate a quien mate, nada que ver con la canallada de matar europeos haciendo fotos. Si no fuera por el Athletic y por el BBVA nuestros amigos quizás hubieran propuesto bombardear Bilbao para acabar con el terrorismo de ETA, porque aquello era una guerra, y no lo que pensábamos tantos amigos de ETA como andábamos por la izquierda.

Desde mi punto de vista, el coro de bienpensantes que tanta firmeza reclama, no hace más que defender lo probable, sumarse al discurso de los poderosos, y renunciar a la reflexión que les proponía una joven política . Por contra, Vicky e Isabel, a las que acusan de radical y débil respectivamente, demuestran que creen que hay otra forma de hacer las cosas y que tienen el coraje de defenderla. Con ellas me quedo.

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