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Sincretismos

Redacción Cordópolis

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_Hola Rafa, estás en el campo, ¿no?. Has subido a celebrar el santo de tu hijo y de tu padre, claro.

_Si, Nacho. Bueno, el mío también , claro...

_Ah, ¿siii? -con retintín. ¿Tu también celebras el santo?. Hay que ver lo que os gusta el “chocolomo*”.

Mi amigo Nacho es un cachondo, católico y practicante, que una cosa no quita la otra, y le gusta sacarme a barrer en estos trances de intersección entre fiesta y religión. Ayer recibí unas cuantas llamadas y unos cuantos mensajes de felicitación** de todo pelo, sinceros, emocionados, masivos, personalizados, cortos, largos, tiernos... pero ninguno con tanta carga de profundidad cariñosa como este. Me hizo cavilar una vez más sobre la agridulce inmersión en la que nos desenvolvemos.

Retornamos al manido tópico según el cual, los no creyentes deben aborrecer todo lo que huela a iglesia, cuando la realidad es que al estar nuestra cultura impregnada de rito y de símbolo católico, es un síntoma de inteligencia y de respeto no renegar de todo ello, pues estaríamos dejando de lado una buena parte de nuestra riqueza artística, festiva y patrimonial.

Esta aparente incoherencia, la de emocionarse tanto con una pieza de Coltrane como con una cantata de Bach, es todo lo contrario, coherente en tanto que no entra a discernir el origen de la belleza, se disfruta sin más, independientemente de su génesis. Pasa igual con una migas, que sean en honor al Custodio o para celebrar la llegada del otoño, uno se relame igualmente al saborear el torrezno de papada.

En realidad a Nacho lo que le gustaría es que yo volviera al redil, no ceja en su labor de apostolado. Lo valoro enormemente, por que si él está convencido de que el redil es un lugar bueno, me emociona pensar que quiera para mi lo mejor. Gracias de corazón, amigo, pero estoy convencido de continuar en mi sincretismo disfrutón... la mar de a gusto.

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