¿Ha querido decir Smart City o Bar City?
La denominación anglosajona “Smart City”, cuya traducción al castellano podría ser literalmente Ciudad Inteligente o, algo más extensamente, ciudad sostenible, respetuosa con el medio ambiente y que es gestionada mediante TIC, se ha convertido en etiqueta objetivo de primer orden en toda ciudad avanzada.
Estas tres características fundamentales se sustancian en acciones aplicadas a distintas áreas de influencia en la gestión de la ciudad:
- la movilidad,
- el urbanismo y la vivienda,
- las energías renovables,
- la e-democracia,
- la economía Smart para la competitividad y
- el desarrollo de los recursos humanos y el capital humano.
Me referiré a los objetivos ligados a las dos últimas áreas, las menos tangibles pero, probablemente, las más importantes estratégicamente. Si de lo que se trata es de alcanzar el estatus de ciudad inteligente, es imprescindible apoyar a los emprendedores que desarrollan o quieren desarrollar su idea en la propia ciudad, priorizando incluso aquellas iniciativas vinculadas al objetivo de la Smart City, es decir, las que desarrollan tecnología aplicable a la gestión de la ciudad o que se adentran por senderos poco explorados de trabajo comunitario como el coworking.
El crecimiento de estas iniciativas supondrá un enriquecimiento y una renovación del tejido empresarial, lo que con la ayuda puntual de la administración servirá de polo atractor a emprendedores de fuera que quieran establecerse y desarrollarse en la ciudad. Smart people llama a Smart people.
Este tipo de vectores de crecimiento, su fortaleza, la continuidad en las líneas políticas de apoyo y su visibilización son las que pueden convencer a alguien de que la mejor ciudad para invertir es esta. Son varios los ejemplos cercanos: Barcelona, Vitoria, Málaga, Santander, San Sebastián...
Pero aquí, amigos cordopolitas, resulta que hemos empezado la casa por el pescado.
Y me explico. En cualquiera de las ciudades antes citadas se apuesta fuerte por el núcleo de la ciudad inteligente, invirtiendo y reforzando las áreas de influencia Smart. A resultas de esa apuesta, la ciudad mantiene o incrementa su atractivo para un determinado tipo de gente que enriquece, en el más amplio sentido de la palabra, a la ciudad. Como es lógico, esa gente come y se divierte, y como también es lógico, legítimo y deseable, hay empresarios de la hostelería que se desviven, innovando y ofreciendo lo mejor de si mismos para atraer a su vez a este nuevo cliente.
Sin embargo, aquí son los restauradores los que se llevan el apoyo de la administración, que cree que una buena oferta gastronómica va a sacar a la ciudad de su postración, y para ello les brinda la posibilidad de explotación de un espacio singular como la Caseta Victoria. Elevamos al rango de motor estratégico de la economía de la ciudad al sector hostelero, y eso a mi entender, es un error de concepto.
Mientras tanto, Intelify, empresa cordobesa que desarrolla tecnología inteligente para la gestión de la ciudad, se afianza en el exterior antes de haber colocado un solo dispositivo para el control del tráfico en nuestra ciudad. Colaborativa, sigue esperando el veredicto del concurso para la conversión de La Pérgola en espacio de coworking, a pesar de que la experiencia se demuestra factible como así lo han hecho en coSfera.
El ocio o la restauración de calidad son unos excelentes y necesarios compañeros de viaje, pero, pensando a lo grande, debemos elegir entre querer parecernos a Las Vegas o a Silicon Valley. Yo lo tengo claro.
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