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Los hijos de tus hijos

Mar Rodríguez Vacas

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“Los hijos de tus hijas, nietos tuyos son. Los hijos de tus hijos, lo son, o no lo son”. ¿Habéis oído alguna vez esta frase? Yo sí, algunas veces. Y me parece muy cruel, por lo que significa literalmente y por lo que puede llegar a significar en el sentido figurado.

Que hoy escriba esto en el blog viene a colación de una conversación que escuché el pasado sábado en una boda. Entré al aseo a retocarme y me encontré a tres señoras charlando mientras una le ponía bien el tocado a otra. Pillé la tertulia ya empezada pero creo que llegué en el punto álgido de la misma, justo para no perderme el cogollo de la charla.

No había sacado aún mi brillo de labios cuando escuché la siguiente frase: “Es que tendrían que haber llamado la madre de ella. ¿Yo que hago con esos niños? Es que no es lo mismo”. Comencé a alucinar. Dejé el brillo de labios y saqué la artillería pesada: borla para polvos, colerete, lápiz negro, perfilador, barra y pañuelito para eliminar brillos. Reconozco que me invadió el espíritu cotilla, pero esa conversación no podía perdérmela. Además, a la terna de señoras no parecía importarle que yo estuviera por allí haciendo una auténtica restauración del maquillaje original. Tampoco parecían tener prisa. Así que yo tampoco la tenía.

Una hablaba y las otras dos escuchaban, aunque noté cierta incomodidad porque una de las oyentes interrumpía constantemente la trama para hablar de tocados y pamelas y de cómo colocarlos. Pero la señora que hablaba no perdía el hilo de su discurso y proseguía: “Para mí no son iguales. Yo es que, cuando mi hija me trae a mis nietos, ¡es que disfruto!”. Y continuaba comentando cómo los hijos de su hijo y los de su hija no son iguales para ella. Que si su hijo le pedía que se quedase con sus hijos ella no disfrutaba igual que con los primos de los pequeños y otras frases en el mismo tono y sentido.

Cuando yo ya tenía la cara como un tomate de tanto darme colorete, se fueron. Y lo primero que me pregunté fue: ¿Por qué? Se trata esta de una conversación sacada absolutamente de contexto, lo sé. Pero no comprendí nada. Esta señora, a la que no puedo ponerle cara porque ni siquiera la miré una sola vez, igual tiene problemas que desconozco con su nuera, con su hijo o con los es a la vez. O confunde el trato con el amor. Pero sigo sin entender por qué ella no se siente igual con todos sus nietos. Al final, lo que deduzco de la conversación es que quiere a unos más que a otros. ¿Y qué culpa tienen los niños de los problemas que su abuela pueda tener con sus padres? Cuando se junten todos los primos, ¿se sentirán desplazados o notarán algunas diferencias?

Y hablo de esta señora porque la escuché directamente a ella hablar sobre el tema. Pero, al intentar extrapolar la situación, sólo me queda esperar que estos pensamientos no cundan mucho por ahí. Por lo menos, mi caso familiar ni se acerca a esto. Yo no noto diferencias entre abuelos maternos y paternos. Todo lo contrario. Siempre nos están invitando a sus casas y desean ver a sus nietos prácticamente a diario. Además, nos sobran manos para cuidar de mis hijos cuando los papás tenemos planes u obligaciones. Así que el otro día me di de bruces con una realidad que ya sabía que existía, pero que me negaba a reconocer.

En el futuro espero no tener que recordar este encuentro fortuito en los baños de un salón de bodas. Sabéis que tengo dos hijos varones y, al igual que siempre he deseado ser madre, ahora también deseo poder ser abuela. Y, si Dios quiere que lo sea, seré la madre de él, en masculino, y la abuela paterna. Ya sé que es mejor no hablar de determinadas situaciones hasta que no las vives pero puedo asegurar, a día de hoy, que no voy a querer menos a los hijos de mis hijos tan sólo por el hecho de ser la madre de sus padres. Aunque para eso aún queda mucho.

Con todo esto, debo indicar que mi intención no es criticar a nadie. Sólo he querido reflexionar sobre un tema que me dio mucho que pensar. Siento si me he expresado con dureza en algún momento pero os he confesado lo que siento al respecto. Los niños siempre son inocentes de todo y si en la vida hay problemas con los unos o con los otros, ellos no deben ser NUNCA el blanco de la diana y menos si hay primos con los que puedan compararse, en el trato o en el cariño. Vuelve a salir, de nuevo, esa especial sensibilidad de la que tantas veces ya os he hablado.

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