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Nomofobia

Paz Segura

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¿Os resulta familiar alguna de estas situaciones?

Escenario A: Sales de casa, todo en orden, vas pensando en tus cosas y lo que tienes planificado para la jornada... Estás ya a 200 metros de tu hogar y... ¡Mierda! ¡El móvil! Así que sin planteártelo deshaces el camino recorrido y te diriges a la búsqueda y rescate de tu móvil, que se había quedado en casa solito y desamparado.

Escenario B: Estás haciendo X (da igual lo que sea) y te paras en seco. Comienzas a palparte bolsillos de pantalón, de chaqueta y de todas las prendas donde pudiera estar (los habrá que dirán que más que palparte te golpeas con las manos abiertas), tu cara ha cambiado de color a uno mucho más pálido y notas como el corazón se te acelera a la vez que la respiración se corta. Una sensación de pánico te inunda. Lo verbalizas, y lo haces en voz alta: “He perdido el móvil, he perdido el móvil, he perdido el móvil”. No te salen otras palabras. En mi caso, y en el de la mayoría de los que vamos con bolso/mochila/cualquierotrotipodecomplemento, te sueles parar en ese momento estés donde estés  y vacías el contenido del recipiente en cuestión (aunque sea en el mismo suelo). “Ah! No! Está aquí!”. Como por arte de magia el móvil en cuestión aparece y notas cómo poco a poco tu presión sanguínea vuelve a sus valores normales y dejas de ver pasar tu vida entera ante tus ojos.

Sí, a todos nos ha pasado. Y el que diga que no, miente.

Es una dolencia común estos días esto de estar enganchado al móvil. Ahora hasta tiene un nombre: Nomofobia. Según parece es un anglicismo ad@ptado (como muchos otros). Este nuevo vocablo vendría de aunar NO (eso está claro, significa “no”), MO (que haría referencia a Mobile Phone) y “phobia” (que también es fácil y se corresponde con FOBIA en español). Total, que somos (un poco-bastante-demasiado) adictos al móvil.

Sí, y yo soy de las primeras que se une al #YoConfieso y entono el mea culpa con eso de estar enganchados al móvil, aunque es cierto que también estoy volviendo a ser consciente del placer que implica estar offline. Pero es curioso cómo hemos cambiado en algunos hábitos, ayer mismamente lo comentaba con algunos otros “enganchados”.

Por ejemplo, antes entrabas al bus y tras pagar o picar el bonobús te enfrentabas al pasillo y las miradas de todo el mundo escudriñándote. Ahora después de pagar enfilas pasillo p'alante en busca de un sitio y nadie te presta la más mínima atención. La mayoría van con la cabeza gacha centrados en las pantallas de sus dispositivos móviles.

¿Y la gente que camina por la calle mirando sus smartphones? ¿No parecen más felices? A mí me encanta ver cómo la gente echa unas sonrisillas, algunos incluso carcajadas, mientras miran sus pantallas y teclean velozmente la respuesta a quien le ha provocado ese momento.

Dirán que son los millenians pero... ¿quién no tuitea en el baño?

Claro que con el enganche al móvil que sufrimos cada día más y más personas, no es raro encontrarte con carteles como estos en algunos locales:

 

Así que nada, la próxima vez que quedéis con vuestros amigos, a ver quién acepta el reto! 

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