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Inviernoño

Carlos Puentes

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Se supone que hoy les iba a hablar de cómo hacen cabañuelas los señores y señoras del tiempo, sobre cómo las agencias hidrográficas sopesan la difícil decisión de regular los cauces de los ríos, y cómo los amantes de ver pasar las nubes intuimos las desgracias futuras. Pero no. Hoy manda la actualidad meteorológica, así que ya otro día les explico de que va todo ese rollo.

Habrán notado que desde ayer hace así como frescoño (aka fresco otoñal), un tanto inesperado para las fechas en las que estamos. Perfecto, han notado bien, como quien no quiere la cosa las temperaturas mínimas y máximas han bajado unos 10 grados, cosa curiosa. Les cuento. Desde el pasado lunes nos afecta una masa de aire polar, tal cual, aire frío con origen en el polo norte, que no es que provoque que aquí haga el mismo frío que allí, pero sí que al menos nos llegue su influencia. La causante, para que vayan ustedes entendiendo que los movimientos atmosféricos no responden a decisiones de santos, reyes o brujos varios, la encontrábamos el pasado fin de semana paseándose por toda la vertiente atlántica de la Península, una profunda depresión que en su viaje hasta el sur de las Islas Británicas dejó fuertes rachas de viento en la cornisa cantábrica.

Dicha borrasquita, de nombre Franqzisca, nos ha servido de “atractor” de aire de componente norte. Verán, en el hemisferio norte, por estas fechas, el límite de la isoterma de 0º a 850 hPa anda por latitudes británicas, ¿isoqué? Otro día les explico, pero para entendernos, el límite europeo entre el frío de verdad y el frío de mentira. El caso, que ese límite de vez en cuando viaja hasta latitudes más meridionales como consecuencia de vientos de mucho recorrido norte-sur, si entran por el Cantábrico, los meteofreaks las llamamos cariñosamente “nortadas”, si entran por los Pirineos, “siberianas”. Las primeras tienen su origen en el Círculo Polar Ártico, las segundas en la vasta región de Siberia, conocida por sus resorts para presos  y desertores de la extinta Unión Soviética y por ser un congelador natural de primer orden.

Pues eso. Que lo que tenemos ahora mismo encima de nuestras cabezas es una masa de aire ártico que nos está dejando valores de temperatura por debajo de la media propia de esta época del año, un adelanto de invierno que ya ha dejado cosas tan curiosas como la tormenta con nieve granulada que ayer afectó al área de El Carpio. Verán, nieves hay unos cuantos tipos atendiendo fundamentalmente a su formación. Uno pensará con cierta lógica sofista que de siempre, la nieve es eso que cae del cielo cuando llueve y hace una temperatura de, como mucho, 0ºC. Bien, error gordo de principiante meteofreak, se puede ver nieve con temperaturas positivas.

Veamos, el punto de condensación del agua depende de dos variables, la temperatura de la masa de aire donde se encuentra la gota de agua y la presión de dicha masa de aire. Si la masa de aire es lo suficientemente fría, esta gota tenderá a congelarse formando lo que conocemos como copo. Si en su proceso de caída hasta la superficie encuentra temperaturas por debajo de 0ºC este copo se mantiene sin problemas, si ronda en positivo este límite, tendríamos lo que se conoce como agua-nieve, y si sube ya de los 2-3ºC una triste lluvia de las que acuchillan el cuello. Ahora bien, puede darse el caso de que dicho copo precipite como tal hasta superficies con temperaturas muy por encima de esos 2-3ºC. Esto ocurre cuando la masa de aire en altura es extraordinariamente fría, en torno a -30ºC a 500 hPa, eso es a unos 5.500 metros de altura, y de en torno a los -3ºC a 850 hPa, que son unos 1.500 metros, teniendo que ser además la humedad relativa del aire muy baja.

Les explico con dibujos, tenemos una nube de tipo convectivo, es decir, tipo tormenta, en formación dentro de una masa de aire muy fría, que a medio camino ya alcanza temperaturas de -30ºC, es decir, un frío de cojones. En ese punto se forma el copo, bien consistente y con ciertas cualidades granuladas por su origen convectivo (con forma de pequeños granos). Una vez decide hacer caída libre, lo hará desde la base de la nube, en torno a los 1.500 metros, donde la temperatura le permite seguir siendo copo de nieve granulado. Desde ese momento y hasta su llegada a tierra, 1.500 metros de fuerte contraste térmico, pero que gracias a la sequedad del ambiente previo a su precipitación, permite alcanzar cotas mucho menores de lo que la física básica nos dicta, dando lugar a lo que en meteofriquez se conoce como “desplome”. Resultado, normalmente fuerte precipitación de nieve granulada que al ir acumulándose en superficie, y aumentar la humedad relativa ambiental, adquiere las típicas características nivosas que todos conocemos.

¿Se ha entendido? Un poco lío, lo sé, incluso a la hora de definir con claridad las características nivosas del episodio, que por prudente cautela nos lleva a dudar que se llegue a dar el que posiblemente haya sido “mayor desplome de la historia de la meteorología desde que se tenga constancia”, pero el cual podemos confirmar gracias a las numerosas afotos que los sorprendidos carpeños tuvieron a bien compartir ayer.

¿Y ahora? Pues ahora a esperar, a seguir los análisis de modelos y soñar con el esperado seguimiento de la mañana del viernes que podría dejarnos suculentas nevadas en cotas medias de todo el territorio peninsular, incluida, porqué no, las cumbres y paraísos califales, donde nadie se extrañe si la tarde del viernes, o la mañana del sábado, viese cubrir de blanco Torreárboles, el Muriano, el Santuario de los Peroles o el Hospital de los Morales. La clave la tiene una pequeña baja asociada a esta masa polar que todos los amantes de la meteo añorábamos que se reactivase frente a Lisboa, que por experiencia intuíamos que tendría que cruzar el interior peninsular y que finalmente los modelos empiezan a ver. La suerte está echada amiguitos, bienvenidos al faroling y no se me suban todos de golpe a las Ermitas si San Rafael, Arcángel meteocustodio de la siudá, obrase el milagro.

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