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La cola y el guateque

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Juan Velasco

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Solo hace falta una imagen.

Medio centenar de personas esperan turno pacientemente para entrar al Sojo Ribera. Un influencer sube una foto de la cola, que muestra una aglomeración de personas en plena calle. Gente que espera al aire libre en un espacio que, de por sí, no es excesivamente amplio.

El alcalde, o su community manager, ven la imagen y reaccionan. Avisan en redes sociales de que mandan a la Policía con ánimo de disolver la cola. La Policía acude y la cola se disuelve sola. Sin incidencias. Los que esperaban, dejan de esperar y se marchan a convivir con el virus a otra parte.

Evidentemente, hay sentencia popular: los de la cola son insolidarios. El propio alcalde actúa como martillo de la justicia ante una imagen que representa todo lo que estamos haciendo mal para combatir la pandemia. Pero, ojo, una imagen que también muestra un comportamiento que es difícilmente sancionable. Qué complejo es sancionar que tres o cincuenta personas se sitúen unas cerca de las otras para entrar a un espacio donde está permitido hacerlo. Es algo que ocurre a diario en supermercados, en cafeterías y en centros de salud.

También en el Ayuntamiento ocurre. Sin ir más lejos, 24 horas después del alboroto en la puerta del Sojo, el alcalde, o su equipo de asesores, citaba a una docena de periodistas y cámaras para dar unas declaraciones en un pasillo. Finalmente, sentido común mediante, la rueda de prensa se produjo en el Salón de Plenos, atestado igualmente. Paradójicamente, allí mismo el regidor hace un llamamiento a los cordobeses para cumplir con “ejemplaridad” las restricciones establecidas para frenar la pandemia.

Claro que pedir ejemplaridad implica mostrar ejemplaridad. Y al alcalde, como a todos los políticos, se le va a exigir ejemplaridad. Por eso las imágenes de la fiesta de El Español, con cuatro ministros y la mitad del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid de farra por la noche eludiendo el toque de queda, han caído como un mazazo en la poca o nula credibilidad que, a estas alturas, se le concede a la clase política que dirige nuestros designios.

De esa fiesta, lo más llamativo fueron las ausencias. Quien no estuvo hace bien en contarlo. Nos hemos acostumbrado tanto a que la clase política viva al margen del pueblo, que resulta revolucionario que haya ministros que no acudan a un guateque como el que organizó Pedro Jota.

O como el que se organizó al día siguiente en Córdoba. Un desayuno informativo que reunió a más de medio centenar de personalidades políticas y económicas en un hall de un hotel para escuchar una conferencia, y al que no faltó ni un representante de los grupos políticos del Ayuntamiento, de izquierdas y derechas, incluido el alcalde.

Un evento que como periodista conozco bien y para el que normalmente hay que hacer cola, esperando turno pacientemente hasta que te dicen dónde sentarte. Claro que no es lo mismo hacer cola para entrar al Sojo que hacerlo para desayunar o cenar en hoteles de cinco estrellas.

Lo que las une es el sentimiento que provocan en el que no estuvo.

https://twitter.com/VoxCordoba/status/1321024059342282752?s=20

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