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Córdoba y Cyclocity: 20 años de una ecoimpostura

Ciclocity

Julio Díaz S.

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Con desigual convicción dependiendo de la latitud y la neurona, es innegable que en los últimos años hemos sido testigos de un creciente interés mundial por adoptar modos de transporte sostenibles. En este contexto, las bicicletas públicas se han afianzado como una excelente modalidad para fomentar la movilidad no contaminante en nuestras ciudades. Sin embargo, en nuestra coqueta ciudad de Córdoba, con su tamaño óptimo para la escala humana, un sistema de bicicletas públicas que alguna vez fue pionero y esperanzador se encuentra sumido en un estado de abandono inaceptable. Es hora de denunciar esta negligencia, exigir la retirada de este servicio y apostar por un sistema público que garantice una movilidad accesible y sostenible para todos, lo que supondrá una gran contribución en términos económicos y de bienestar para nuestra comunidad. Pero vayamos por partes:

En 2003 Córdoba se pone a la vanguardia de la movilidad en Europa con la inauguración de una red de préstamo de bicicletas públicas. La noticia crea un enorme revuelo porque Cyclocity aterriza en la ciudad ofreciendo un servicio hasta entonces inédito en toda España. Aunque pueda parecer una exageración, lo que ahora es un paisaje habitual en la mayoría de urbes de nuestro entorno, tuvo en Córdoba su puesta de largo en nuestro país. Córdoba, en 2003, referencia europea en movilidad sostenible. Como lo leen. Hay que frotarse los ojos para creerlo.

No pocos se lanzan desde el primer momento a registrarse y probar el novedoso servicio, con una extraña sensación a medio camino del futurismo y el frikismo. JCDecaux, o cómo quiera que se pronuncie el nombre de la empresa promotora, lo implanta de “manera gratuita”. Y aunque la mayoría recela de esta gratuidad, se recibe con entusiasmo y se asumen con deportividad las posibles contrapartidas que la ciudad tenga que ceder en materia de soportes publicitarios, contratos futuribles u otros.

Gratuito también es para los usuarios y, aunque desde el primer momento se comprueba que el número de bicicletas es insuficiente y la red muy mejorable, con apenas cuatro puntos en toda la ciudad, la experiencia piloto mandaba un mensaje que no deja lugar a dudas: nuestro futuro será a dos ruedas. La orografía, el tamaño y el clima de Córdoba por fin imponen el sentido común y presenciamos el comienzo de un romance que atrae las miradas de media Europa.

Tratándose del comienzo de una historia de amor no está nada mal. Todo serían mejoras en lo venidero. Pero como si de una novela experimental se tratase, en este romance hemos saltado de la presentación al desenlace sin pasar por el nudo y sin guión. De la ilusión al fracaso sin pasar por la casilla de salida. Un sandwich de nada. Porque hete aquí que 20 años más tarde, con sus 5 corporaciones municipales diferentes, sus 5 alcaldes/as, decenas de concejalías y centenares de experiencias exitosas en todo el mundo de este modelo de préstamo… Cyclocity en Córdoba se reduce aún a cuatro estaciones inconexas que tan sólo se vinculan mediante la imagen de fracaso, cochambre y olvido que proyectan.

Cuatro desguaces con sus correspondientes anclajes y varias decenas de bicicletas que sufren “arrecías” el crudo invierno y se achicharran en verano, sin un trasero que llevarse al sillín. Chatarra urbana normalizada en la Plaza de las Tres Culturas, la Avenida de la Victoria, en los Baños Califales y la Avenida de Barcelona. 

Hagan la prueba en cualquiera de los puntos donde se arrumban y comprobarán como nadie sabe nada. Intenten llamar al teléfono de atención al usuario: no existe. Busquen en la web del Ayuntamiento o pregunten en Movilidad: no saben, no contestan. Llamen a la empresa promotora: “¿Córdoba? No nos consta

Un disparate.

Si alguna vez hay una parada de autobús abandonada o una papelera rota, se actúa con presteza en su reparación o desalojo. Pero tal es la desidia en términos de movilidad no motorizada en nuestra ciudad que las distintas corporaciones se han olvidado hasta de retirar las bicis y los anclajes de la vía pública y liberar el espacio que ocupan en nuestras calles. Ya que su presencia aún se exprime como una técnica de ecoimpostura de bajo coste que ofrecer al respetable de adentro y de afuera.

A lo largo de este tango triste, veinte años de nada de nada. En 2010, con 6000 usuarios registrados, se publicó en prensa que el servicio pasaría a ser de pago para aumentar la calidad. Nada. En 2017, se iba a dar “un giro de 180º con el anuncio de la ampliación a más de sesenta puntos de entrega y recogida y la multiplicación del número de bicicletas”. Nada. La pasada semana, en una mesa redonda preelectoral sobre movilidad, los intervinientes, algunos de ellos alcaldables y/o con puestos relevantes en este asunto, abordaban el tema calcando la misma ingenuidad e imprecisión con que se hacía en los años noventa. Nada. Humareda que se disipa dejando veinte años perdidos para la construcción de un futuro más vivible y amable en la ciudad que más sufre los estragos de la emergencia climática. Un derroche que no nos podemos permitir.

Así, se hace necesario una apuesta decidida, un plan director de actuación para recuperar la iniciativa perdida eliminando la imagen de dejadez que se transmite con el malogrado Cyclocity. Desalojar la chatarra de las calles y limpiar de ecoimpostura nuestro horizonte. Sacar las buenas intenciones del cajón y de los debates y aterrizarlas en el plano de la realidad. Con plazos, valentía y euros. Y volver a ser lo que fuimos en el brevísimo lapsus en que Córdoba fue el centro de las miradas de España y de Europa en asuntos de movilidad. De lo que pudo ser y no fue tenemos bastantes ejemplos en nuestra historia. Y nos va la vida en ello.

Nos estamos achicharrando cada vez más y por más tiempo. Y estamos intentando calmar esta tortura climática a base de humo literal y metafórico, de aires acondicionados y de granito.

Hace mucho rato que es hora de que las bicicletas públicas de Córdoba vuelvan a rodar por nuestras calles y se conviertan en símbolos de una ciudad comprometida con la movilidad sostenible y el bienestar de las personas que la habitan y la visitan.

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