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La celosía, el templo y la norma

Antonio Monterroso

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Algo tiene que haber en las entrañas de Córdoba que no sabemos bien descifrar.  A saber en qué adarve estará ese vericueto en el que las cosas se enquistan, en el que nunca se empiezan o en el que, puestos en ello, jamás se acaban. Y cuando se acaban, tras ardor y quebranto, a veces incluso hay que remendarlas. Córdoba, reto para cordobeses.

Cuando uno está tan tranquilo, abre el móvil y lee que un juez dice que no fue normativamente ortodoxo quitar la celosía de la Mezquita para dejar pasar las procesiones, no sabe uno ni donde vive. Peor aún, que la administración tutelar, esto es la antigua Junta, ha actuado en contra de sus propias leyes de protección del monumento. Y, en el colmo del remojón, que la actual Junta no descarta presentar recurso. Se pregunta uno…qué recurso de lógica podrá haber cuando se dice en la sentencia que se ha actuado en contra de las propias leyes de protección del monumento, que no se pueden tocar las obras declaradas y que hay que respetar las aportaciones de todas las épocas. Se podrá vestir de equilibrismo semántico y político lo que se quiera, pero no la lógica de esta sentencia, que es bien clara en sus valores: pura y llanamente jurídicos. Ni cultuales, ni culturales, ni morales. Es lo menos que se puede pedir en un monumento como este. Pienso yo, como puro indígena, que lo primero, será hacer caso al juez (a la espera de la segunda vuelta de la sentencia) y luego, de tener que reponer la celosía, pensar un poquito, de verdad, cada mota de polvo que se le quita a ese órdago de la historia que es la Mezquita-Catedral.

Y pienso yo, como puro asociado al gremio, que si el juez acaba teniendo razón, habrá que buscar otro modelo de decisión en torno a lo que le ocurra a nuestra Alma Ciudad. Porque, supongo, que no podremos seguir estando, a sentencia firme, en manos de actitudes más cercanas al arbitrio que a la norma. Creo sinceramente, y voy a decir una barbaridad, que de haber sentencia firme, estaremos ante el peor caso de gestión del patrimonio que ha podido tener Córdoba, por la afrenta al monumento y por los daños colaterales, de toda índole, que eso conlleva. Entre ellos el del debate social, que nos quebranta y divide. Y el más inmediato en ese discurso, el del fervor procesional y su presencia en la ciudad. Yo fui nazareno (muchos años) y me puedo imaginar la buena desilusión que se llevarán los que de verdad son penitentes y hacen estaciones de penitencia ajenos al mercantilismo en el que nos han convertido la semana santa cuando esté, si es que acaba estando de nuevo, la dichosa celosía. ¿Otra vez las procesiones al centro o nos encastillamos en la Mezquita? Y me puedo imaginar las revanchas y cuentan pendientes que, desde el otro lado, va a permitir ajustar tal sentencia del juez. Nefasta decisión el quitar la celosía fuera de norma. Nefasta por la fractura social, anclada en lo más incendiario, lo moral y lo cultual, que esta no ortodoxa (por ahora) actuación en la celosía conlleva.

Por esos mismos días ya llevábamos una buena de piedras ajustadas en la soga y los tizones del raciocinio. Veníamos de saber que, ochenta años después, la obra del templo volvía a pararse. El murallón de la Ribera es pura era analógica. La Mezquita y el templo, el templo y la Mezquita. Córdoba, peligro para aspirantes. Ni para las elecciones ha llegado el pobre.

Acabó la antigua legislatura del anterior gobierno, días antes de las elecciones de las que surgió este actual, colocando con nocturnidad, porque fue de noche, una estatua horrenda que dice ser Marco Claudio Marcelo. Tal epifanía acaeció en un recinto protegido, bien de interés cultural y con los mismos valores de protección y de afección de la Mezquita. Una estatua de muchos miles de euros, que ni es Marco Claudio Marcelo ni de lejos que pueda parecérsele. Esa estatua, para mi parco gusto estético es, simplemente, horrenda. Pero eso no importa ni lo más mínimo. Lo que vale es que históricamente es tan inexacta, valga la barbaridad, como esculpir un crucificado vestido hasta el cuello. Y, aún más, que legalmente nunca debía haberse puesto ahí; porque por supuesto que altera los valores históricos y de protección del templo. Es un falso con un santo y seña de Córdoba como no se ha visto otro. Hay planes para quitarla creo, pero más tiempo ha habido en medio. Tanto, que ya es la imagen que aparece en wikipedia. Esto es lo que pasa.

Me guste a mi o no, le guste al concejal o no, le guste al artista o no, esa estatua sigue ahí, cuatro años después, contra la norma y contra la historia. Y la norma, todos lo dicen, es lo único en esta vida que nos hace libres. Qué pena que no se aplique en lo más simbólico del pasado de esta ciudad.

Hay elecciones en dos peroles, una feria y media romería. Más que nunca va haciendo falta quizás esa mesa técnica del patrimonio que, aun teniendo concejalía, nunca acaba de tener Córdoba. Una mesa de consenso, que poco me gusta escribir estas simplezas, donde sea la pericia la que comande.

Si es que eso es libremente posible.

@AntMonterrosoCh

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