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Lo que el British Museum nos debe: El tesoro de Córdoba.

Antonio Monterroso

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Cuando se entra en la sala del Partenón del Museo Británico de Londres, uno se acuerda de muchos, pero sobre todo de los griegos. Griegos a los que los británicos les esquilmaron los más universales mármoles que existen aprovechando que Atenas tenía como regente un sátrapa turco. Oficial otomano, Mehemmed Raschid Aga, que con desdén vendió a Lord Elgin qualche pezzi di fabbrica con iscrizioni, e figure….y no medio Partenón como se trajo. Así lo dice la única copia que queda de lo que los británicos llaman “Letter of permission”. Carta de supuesta autorización, en bendito italiano, que no es más que un disfraz, como tantos tiene el British Museum y el Victoria and Albert Museum, para enmascarar la autoridad sobre piezas de orígenes completamente ilegales. Los griegos morirían antes que dejar salir esos mármoles. Mármoles que ya debían haber vuelto a Grecia. Si, en vez del Partenón, se hubieran llevado el Mihrab de la Mezquita…¿qué se sentiría?

Pues se puede experimentar un poquito. Uno tiene ahí, en un taburete de la memoria, cierto recuerdo del Tesorillo del Molino del Marrubial que está en el British. Y, como el subsuelo de Córdoba da para lo que queramos, pues allí que deja suelta aquella banqueta para seguir con su mesa y su mantel de la fortuna de cada día. Hasta que va al British. Ya lo busqué una vez y no lo encontré. Iluso de mí, lo hice en las colecciones romanas. No tenía internet entonces. Ahora sí, y estaba, pero en Britain, Europe and Prehistory. Qué tendrá que ver con el Marrubial... pero allá que fui.

Los visitantes, ante tanta foto y aspaviento, me miraban pensando….qué habrá visto ese en tan indiferente vitrina. Y lo entiendo, porque la verdad, me quedé, como cuando uno lee sobre su Córdoba C.F; helao y pelao. Lo había visto en fotos, pero no lo había visto allí. Y no es lo mismo. Aquí les dejo unas imágenes para que se hagan cargo del quebranto. Si llego a tener a mano el caimán de la Fuensanta de mi entrada anterior....

Se trata de un tesoro, que apareció en 1915 en la actual confluencia entre Calle Puerta de Plasencia /Av de Rabanales esquina Poeta Francisco Arévalo; en la zona conocida como Molino del Marrubial. Está compuesto por un vaso, unas trescientas monedas ibéricas y romano-republicanas, un collar, ocho brazaletes, la cabeza de un broche con forma de dos cabezas de caballos además de varias tortas de fundición y otros fragmentos menores. Como lo leen y como lo ven. La cronología del tesoro se sitúa en torno al año 100 a. C. y con las interpretaciones de los arqueólogos pues no les aburro. No es importante eso ahora.

La pregunta lógicamente es: ¿Como?

Pues la respuesta es bien sencilla por mejor documentada: Porque un “protector” de la Arqueología cordobesa, nuestro sátrapa turco, un tal Francisco Cabrera Pozuelo (en su solar apareció) que fue conciliario de la Sociedad Arqueológica de Córdoba, decidió esta vez que hacía mejor negocio vendiéndolo ilegalmente a Walter Leo Hildburg que lo acabaría donando al Museo Británico contraviniendo todas las leyes españolas vigentes entonces, que protegían e impedían, por supuesto, la salida de tan excelente repertorio arqueológico de la ciudad y del país. Recomiendo el excelente trabajo de Matilde Bugella, publicado en Anales de Arqueología Cordobesa, para conocer la triste historia de este repertorio arqueológico cordobés y el contexto legal que lo protegía.

Recupera Bugella en su trabajo algo que para mi ha sido muy interesante conocer: que Enrique Romero de Torres informó a la Comisión Provincial de Monumentos de la ilegalidad y trató de activar el protocolo de recuperación, pero que entre Samuel de Los Santos Gener, entonces director del Museo Arqueológico, y Rafael Castejón, diluyeron el asunto…del que, al final, nada se acabaría sabiendo. El sujeto en cuestión, Cabrera, era donante asiduo de piezas a nuestro museo arqueológico…

El Museo Británico sabía, y estaba obligado a saber, de la existencia de la Ley española de Excavaciones de 1911 que protegía estos objetos aparecidos en 1915. El comprador, asiduo benefactor de los museos londinenses y arqueólogo erudito que publicaba aquéllo que compraba, conocía las leyes españolas. Otras instituciones, como la Hispanic Society of America, consiguieron, como señala Bugella, sacar objetos del país con ajuste a derecho antes de las leyes de 1911 y luego dejaron de hacerlo. En este caso, felón local y truhán albión, por su cultura y relación con la arqueología sabían lo que hacían.Y, sin duda, el Museo Británico como institución no debía haber aceptado nunca tal donación sin la legalidad española que lo aprobase.

Lo que le tocaría aún, a ilegalidad probada y documentada, al Museo Arqueológico de Córdoba, a la Junta de Andalucía y a los Ministerios de Cultura y Exteriores es remendar cuanto Enrique Romero de Torres no pudo el hombre conseguir: lógicamente, aunque ya habrá alguna prescripción de por medio, y aunque no sirva de nada, a los ingleses nosotros...no estaría mal reclamar la vuelta a Córdoba de lo que es un claro y manifiesto expolio de un repertorio arqueológico excepcional. El inglés pagó, Cabrera cobró y la ciudad perdió, y todo a espaldas de cualquier pronunciamiento legal.

Si esto lo leyera algún albañil, algún constructor o muchos arqueólogos de Córdoba me dirían, hombre Antonio, con lo que yo he visto, como para pensar en algo que está en Londres...

El vientre de Córdoba, que nunca cesa.

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