La UE viejuna
Cumple sesenta años la Unión Europea, que no es mucho, pero aparenta más. Está cansada, achacosa y asustada.
Nació en plena Guerra Fría para buscar un equilibrio entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, quería crecer fuerte, pero le empezaron a salirle enfermedades, unas exteriores, otras propias.
La tecnocracia neoliberal le ha minado sus defensas socialdemócratas, su ciudadanía se desangra, sufrió un cáncer en los Balcanes y ahora le supura una guerra civil en Ucrania.
Pero sobre todo, tiene miedo. Y eso envejece y desgasta. Le da susto Rusia, Turquía, Donald Trump, China, los mercados emergentes, los lobos solitarios y eso que llaman “populismos”.
Ella quería estar tranquila remolcada por la locomotora alemana, dándoles limosnas y apretándole las tuercas a los países del sur y rodeada de lobbies que le pusieran las cosas fáciles.
Pero, ah, eso ya no parece que vaya a ser así por mucho tiempo. Sus dirigentes le soplan hoy las velas a la sexuagenaria e intentan insuflarle optimismo con la boca pequeña, pero se antoja tarde.
Qué pena, UE, has dado muchos bandazos, se te abren las costuras, sólo cumples sesenta tacos, pero estás ajada. Aparentas más, qué estropeada se te ve, dislocada, enloquecida, muy pachucha.
Mientras, monsieur Rafael Martínez cumple 103 primaveras el mismo día que tú, incólume, sin moverse un ápice de cómo siempre se construyó.
¿No te da envidia, UE?
Aprende.
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