Bulimia
Esta semana, entre la tralla cotidiana, pudimos leer la noticia que daba cuenta de la detención de una mujer por el robo de un cargamento de 40 estimuladores de clítoris Satisfyer. Fue en un pueblo de Alicante.
La nota continuaba explicando que la presunta delincuente, después, repartió el botín entre sus vecinas y a una casa de masajes de su barrio.
Algunos medios la tildaron como una nueva “Robin Hood” feminista que subvertía el sistema capitalista patriarcal para repartir ¿felicidad? entre quien más lo necesita.
Tenía su gracia. Yo piqué, me pareció una genialidad.
Si no fuera porque, horas más tarde, la noticia aparecida fue mutando a que se trataba de una mujer que estaba diagnósticada como esquizofrénica y, al parecer, con problemas de consumo de drogas. Y que solía realizar pequeños hurtos para conseguir las sustancias a las que estaba enganchada.
No es más que un ejemplo de cómo los medios de comunicación agarran, demasiadas veces, el rábano por las hojas, y siguen llevando a cabo el viejo adagio aquel: “que la verdad no te estropee un buen titular”.
Peligroso. Y eterno.
Más en estos tiempos de bulimia informativa, de obsesiva ingestión sin límite de todo lo que nos llega a través de los diferentes dispositivos a los que tenemos acceso.
Y con la preocupante sensación de que han dejado de importarnos los hechos y le damos más importancia a lo que dicen que pasó.
Chungo.
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