Cordobés como el pego, nací en plena Guerra Fría y crecí durante la Paz Caliente. En 1985 vine al mundo un día después de San Valentín. Fue un mal presagio pues el amor poco me ha querido. Quizá fue porque llegué tarde. De pequeño jugaba a ser periodista y de mayor sigo con la tontería. Ahora paso también el tiempo confundido: me consideran millennial y a la vez, viejuno. Me gusta todo lo que a cualquier individuo de un siglo anterior al XXI. Desde hace unos años me soportan en CORDÓPOLIS y a partir de este momento aparezco por aquí sin saber muy bien qué contar. Por cierto, me hago llamar Rafa Ávalos y mi única idea es escribir lo que me salga del… alma.
A Isabel le llaman Libertad
Aviso: escrito antes del resultado electoral en Madrid.
Las cadenas apenas me permiten maniobrar. Es difícil la escritura con grilletes en las muñecas; grilletes que están anclados al mugriento muro de la celda. Aun así, lo voy a intentar. Sólo espero tener tinta y pergamino suficiente, que tampoco tengo ordenador ni Internet. Jamás pude imaginar que nacer en Córdoba significaría pudrirse en cuatro metros cuadrados de tapias húmedas y mohosas; no ver el sol ni respirar en una vía pública -ya no digo aire fresco porque no sé si queda de eso hoy en día en cualquier ciudad-. Pero aquí sigo, cual Edmond Dantès -o conde de Montecristo, vaya- casi con la esperanza perdida de vivir en libertad. Yo no quiero venganza, sólo ruego que doña Ayuso del Sol cumpla su promesa. En Isabel está la justicia y mi felicidad.
A Isabel le llaman Libertad pues de libertad ella sabe más que nadie. Para empezar ya acabó con el yugo que asfixiaba Madrid, donde ha nacido la democracia. Los griegos no existieron y el resto de la Humanidad a lo largo de la Historia, tampoco. De una vez por todas, en España hubo unas elecciones. Ocurrió sin que hubiera precedentes de ello, con la excepción de los comicios de que disfrutó este país gracias a Francisco Franco -eso creen en Vox-. Si bien aquellas eran diferentes a esta jornada propiciada por la pensadora y vendedora de bocadillos en IFEMA Díaz Ayuso. Sobre todo, ella es la libertadora del pueblo sojuzgado; ese populacho indecentemente preocupado por la salud y la economía de verdad, la familiar. Chanquete, por ejemplo, no habría tenido problemas con La Dorada en su bella tierra. Total, le habrían dejado en la puta calle pero sería como el sol cuando amanece -“yo soy libre, como el mar”-.
“Porque llevo mi vida a mi manera. Aunque madrugue, y aunque pelee, y aunque sufra por las tardes compro donde quiero, consumo donde me dé la gana, visito a quien considero… Y si voy a misa o voy a los toros, o no voy a ningún lado, o me voy a la última discoteca, lo hago porque me da la gana. Vivo así, vivo en Madrid y por eso soy libre” (sic). Todavía remueven mi triste conciencia estas palabras tan acertadas de la líder de la gente trabajadora -habrá que verla madrugar a la buena mujer-; de la gente cuyos intereses son ir a El Corte Inglés, pasear o no -que tampoco es necesario hacer nada, uno es libre también entre ronquidos en el sofá- y terminar cualquier día en un After Hour. Camino hacia los 40 años y en mi jodida existencia había escuchado un discurso tan coherente, tan sensible y, sobre todo, tan ilustrado.
Si hubiera tenido oportunidad de votar, que además es algo que no hice jamás en este país tiranizado -entiendo que también por Aznar y Rajoy, o Aguirre y Ruiz Gallardón-, la habría elegido a ella. A Isabel le llaman Libertad, como al velero José Luis Perales. España necesitaba pensamiento crítico, y también propuestas; una voz valiente contra la maldita opresión. Y la verdad es que Díaz Ayuso no ofreció nada de eso sino una colección de simplismos. A estas alturas me era inevitable descubrir la falsedad de mis palabras, que en realidad no era más que un extenso sarcasmo. La presidenta de la Comunidad de Madrid ha dado durante las últimas semanas una auténtica lección de inmadurez política y falta de cordura. Ella, con el respaldo del PP, prefirió mensajes facilones, de banco de plaza en barrio humilde, a un programa electoral.
Y si no tienes para pagar la hipoteca... lo importante es no encontrarte con tu expareja.
Le ha bastado con un lema: ‘Libertad’. Y con una cantinela: votarle a ella es ser libre, y ser libre es vivir en Madrid. El problema es que había personas en sus inconsistentes mítines y que además le aplaudían con cada soflama insustancial. O que muchos de los ciudadanos seguidores de la Agustina de Aragón de nuestros días depositaron en ella su confianza para disfrutar de toros o misa, o de música con Nacho Cano -que fue muy agradecido con Ayuso por pasarse por el forro la crisis sanitaria y abrir teatros al tiempo que morían decenas de personas cada día-. Zaragoza era la ciudad sin muros defensivos ni ejército y venció a las tropas de Napoleón. Isabel llevó la felicidad a una comunidad que nada tiene -es ironía, por si alguien no lo capta- y si Dios quiere será la encargada de otorgar un destino mucho mejor a todo el país. “Hoy elegimos el modelo de país que queremos”, aseveró la líder cuando fue ante la urna. Recordó que Madrid no es España sino que España es Madrid.
Otro asunto es que durante su legislatura la gestión haya sido puro hard rock, con la única ocupación de batallar al Gobierno. Poco relevante era la crítica situación de su querida tierra de libertad, soñada por Nino Bravo, con la Covid-19. Lamentó la pobre que se desdibujaran las cifras: en Madrid había más casos porque su población era mayor. Ojalá leyera este dato: su comunidad, la que ella presidía aun cuando todavía no era libre, tiene hoy por hoy una tasa de contagio de un 10,12% respecto de su total de habitantes. Es decir, en proporción a sus propios números, que es lo que son los individuos y las individuas para ella. Sólo Ceuta supera el 10% -con un 10,03%- en un país en que se contagió un 7,46% de sus residentes. Andalucía tiene más de 100.000 positivos menos con casi dos millones de empadronados más. Lo que son las cosas, y a la vez, Ayuso mantiene a los suyos a la cola nacional en administración de dosis de vacunas. También es verdad que desde la Puerta del Sol son libres para decidir si aceleran o no a favor del populacho.
Con este ejemplo es suficiente para cerrar. Además porque se acaba la tinta de mi pluma dentro de una celda en la que sueño con Madrid. Pero no para vivir a modo de Isabel sino porque podrían metérsela por el orto. Ésta es otra, toda España ha tenido que soportar la campaña como si nos atañera directamente, y ha contemplado más que nunca La Libertad guiando al pueblo pero con matices, que el lienzo de Eugène Delacroix quedó desfasado. Con la libertad de Isabel los jóvenes de toda la piel de toro no van a dejar de tener menos futuro que el teléfono fijo; ni Andalucía va a reducir sus vergonzosas tasas de desempleo; ni Extremadura va a mejorar una red ferroviaria más propia de inicios del siglo XX que de la actualidad; ni Teruel va a necesitar insistir en aquello de que existe. Y si no tienes para pagar la hipoteca... lo importante es no encontrarte con tu expareja. O con Pablo Iglesias, con el que a la libertaria ya no le apetece ir de cervezas por… Pongamos que hablo de Madrid -otra vez-.
Sobre este blog
Cordobés como el pego, nací en plena Guerra Fría y crecí durante la Paz Caliente. En 1985 vine al mundo un día después de San Valentín. Fue un mal presagio pues el amor poco me ha querido. Quizá fue porque llegué tarde. De pequeño jugaba a ser periodista y de mayor sigo con la tontería. Ahora paso también el tiempo confundido: me consideran millennial y a la vez, viejuno. Me gusta todo lo que a cualquier individuo de un siglo anterior al XXI. Desde hace unos años me soportan en CORDÓPOLIS y a partir de este momento aparezco por aquí sin saber muy bien qué contar. Por cierto, me hago llamar Rafa Ávalos y mi única idea es escribir lo que me salga del… alma.
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