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Puzle

José Esquinas, en una frutería de Santa Rosa

Aristóteles Moreno

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Nuestra forma de vida nos lleva al ecocidio

José Esquinas Ingeniero agrónomo

Este señor de la imagen tiene la extraña virtud de ver donde usted no ve. Usted va, por ejemplo, a la frutería del barrio y observa melones, calabacines y tomates perfectamente ordenados en los expositores. El señor Esquinas también los ve. Por supuesto. Pero tiene una mirada periférica que le permite contemplar, al mismo tiempo, la cadena agroindustrial que se esconde detrás de la manzana ambrosía que tiene usted en su mano.

En el mismo lapso de tiempo en que usted calcula el precio de las dos berenjenas que acaba de meter en la bolsa de plástico, este ingeniero agrónomo de Santa Rosa es capaz de computar la emisión de gases de efecto invernadero que provoca la agroindustria en todo el planeta.

Por su mente, circulan cifras que harían temblar los cimientos del sistema económico mundial. Son datos inquietantes que el señor Esquinas ordena con la precisión de un tetris. Pongamos varios ejemplos. 1.300 millones de toneladas métricas de alimentos se desperdician. Un tercio de ellos van directamente a la basura envasados y sin abrir. Hay más de 800 millones de hambrientos en el mundo. 35.000 personas mueren cada día a consecuencia del hambre. Las personas con sobrepeso casi triplican ya a los hambrientos. Los gobiernos gastan 4.000 millones de dólares en armas al día.

Pero hay más. Cada alimento que consumimos ha viajado entre 2.500 y 4.000 kilómetros de distancia. La agroindustria provoca el 28% de los gases de efecto invernadero. Para producir los 1.300 millones de toneladas de alimentos que no llegan a la mesa de nadie utilizamos una superficie de cultivo equivalente a 28 veces España. Y necesitamos 250 kilómetros cúbicos de agua, la cuarta parte de la disponible para beber en el planeta.

Examinadas una a una, todas estas piezas tienen dinamita suficiente como para sacudir nuestras conciencias. Y si las unimos en un puzle gigante se nos aparece un espectro aterrador llamado especie humana. Por eso, quizás, cuando cogemos la coliflor para meterla en el carrito de la compra, nuestro cerebro ve lo que ve y oculta todo lo demás.

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