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El poeta que no vimos venir

Marcos de Quinto, en una imagen de 20 de febrero en el Congreso de los Diputados.

Aristóteles Moreno

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Marcos de Quinto publica su primer libro de poesía

Editorial Cántico

El primer poema del que tuvimos conocimiento de Marcos de Quinto iba dirigido a los náufragos que se dejan la vida en las aguas profundas del Mediterráneo. En aquella ocasión, el ex vicepresidente ejecutivo de Coca Cola hilvanó un panegírico emocionante a Open Arms y a los “bien comidos pasajeros” que rescata de una muerte segura. Nuestro admirado poeta siempre se ha distinguido por su conmovedora sensibilidad.

Allí donde se ha desvanecido un desharrapado, ha acudido con los brazos abiertos para restañar sus heridas. Como aquel día en que vinculó inmigración ilegal con inseguridad, un clásico de la lírica contemporánea. “Afirmar lo contrario, es puro gilipollismo”, recitó con su refinado verso suelto.

Marcos de Quinto vuelve ahora con sus obras completas, que ha reunido en un poemario definitivo bajo el título de La otra vida del fugitivo. Por sus páginas gravitarán los “chiringuitos feministas” o las odas tiernas que dedicó a los “sectarios”, “parásitos” e “inútiles” sindicatos de clase. No en vano pidió cuatro años de cárcel para tres trabajadores de la multinacional que dirigía por una protesta laboral durante su boda.

El soneto de su vida lo escribió sobre papel timbrado cuando firmó su declaración de la renta en tierras portuguesas para acogerse a beneficios fiscales de los ricos. Luego, eso sí, se colocó una corbata verde en su estreno como parlamentario en el Congreso de los Diputados, cuyo enigmático sentido explicó minutos después. El verde no aludía al color corporativo de Vox, como muchos insinuaron maliciosamente, sino que se trataba de un genial acrónimo inventado por él: “Viva El Rey De España”. Tomar asiento en un escaño de las Cortes fue para el empresario un momento irrepetible: “Me sentí como en un zoológico”, declaró cariñosamente.

En Twitter encadenaba metáforas y sinécdoques con una soltura endiablada. Cuando no tildaba de “pedazo de cretino” a un interlocutor llamaba “basura” o “gentuza” a un periodista que afeaba su rima asonante. Que un poeta de su altura acabaría publicando sus obras escogidas era una cuestión de tiempo. Lo que no vimos venir es que un “activista anti-woke” como él se decantara por la editorial cordobesa Cántico, la patrocinadora del primer premio literario queer de este delicioso país.

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