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Parte meteorológico

Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

Aristóteles Moreno

8 de noviembre de 2023 06:00 h

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Que San Rafael nos dé todo el agua que pueda, pero sin ciclones

Demetrio Fernández Obispo de Córdoba

Si usted aplica la lógica cartesiana a esta sencilla frase de monseñor, podría llegar a la conclusión de que el responsable de la prolongada sequía que arruina Córdoba desde hace tres años es precisamente el Arcángel San Rafael. Solo tiene que darle la vuelta a la ecuación. Y se dará cuenta de que si el custodio de la ciudad puede proveernos de abundante agua, también puede privarnos de ella.

No creemos que el señor Demetrio haya querido hacer recaer tamaña responsabilidad sobre un Arcángel que es agasajado con nada menos que once estatuas repartidas por toda la ciudad. Pero hay ruegos que los carga el diablo. Y nunca mejor dicho. Si el custodio de Córdoba descendió de los cielos para proteger a su población, tal como certifica el padre Roelas, no parece razonable que se dedique a devastar cereales, exterminar cítricos, pulverizar leguminosas y desecar la cuenca hidrográfica hasta dejarla al 18,56% de su capacidad.

Monseñor Demetrio lanzó su plegaria ante el excelentísimo alcalde, que cumplía escrupulosamente el mandato constitucional de aconfesionalidad del Estado siguiendo la santa eucaristía en la iglesia del Juramento. El obispo aprovechó para pedirle encarecidamente que reserve una partida presupuestaria al objeto de reponer el triunfo de San Rafael abatido por el temporal del 22 de octubre en la plaza del Alpargate. El prelado argumentó que el Arcángel se merece un “gesto de la ciudad” por tanto como ha hecho por su “protección”.

A simple vista, parecería una incongruencia como la copa de un pino premiar a un custodio por sus excepcionales dotes protectoras el día en que se partió la crisma a causa de una ciclogénesis sin precedentes que arrancó 200 árboles de cuajo, mató a un transeúnte y colapsó la ciudad de norte a sur. En cualquier trabajo normal, semejante guarda jurado estaría de patitas en la calle.

Llegados a este punto, cobra todo su sentido el entrecomillado del señor obispo. Mucha agua, estimado San Rafael, pero sin ciclones. Por el amor de dios.

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