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Érase una vez Peñarroya-Pueblonuevo

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Alejandra Vanessa

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Érase una vez una joven peñarroyense llamada Emilia, a la que todos conocían como Emi. Aunque nació en Peñarroya-Pueblonuevo, su vida transcurrió en unas cuantas ciudades. A veces perdía la noción de su procedencia: “ya no sé ni de dónde soy”. Jamás le supuso un esfuerzo adaptarse a nuevas ciudades puesto que cada viaje, cada lugar, le aportó una felicidad diferente. Los pliegues de su sonrisa me lo revelan.

Comenzó su periplo en un internado extremeño, hasta que en el pueblo construyeron el Instituto en el Llano, el centro del pueblo. Enfermería lo estudió en Madrid, donde trabajó dos años. Volvió al pueblo para el día de su boda y, como su esposo era Ingeniero de minas, se mudaron a Huelva para trabajar en metálicas de Las Piritas. Emi lo recuerda con cariño, dieciocho años no pasan así como así. Cinco años más en Zafra y, definitivamente, Córdoba.

Emi habla con total admiración de Peñarroya-Pueblonuevo pero, sobre todo, con desconsuelo: “ya no hay nada. Con lo que fue”. Dibuja con cierta nostalgia la bruma de contaminación que respiraban al caminar por el Llano, según la dirección del viento, de tanta industria. La contaminación como símbolo de riqueza, de capital del Valle del Guadiato que, en tiempos gloriosos, llegó a ser más importante que Córdoba. Tiendas elegantes y buen ambiente. “Una pena”, se lamenta, “que todo se fue desmantelando y solo quedó la mina, y la cerraron en 2012”.

Nadie vivía indiferente a la mina. Con las diferencias de clases y todo, todos eran partícipes del buen ambiente de la cuenca minera. Los mineros, que a las una se preparaban para partir de vuelta a casa en sus bicicletas al sonido de un pito, que se escuchaba en todos los rincones. Los coches de los ingenieros, que volvían de las canteras. Las mujeres: las unas hilando sacos en la fábrica, las otras en el club social. Y también cada cual a su modo celebraba la festividad de Santa Bárbara, que es la Virgen de los mineros y de la pólvora.

En la actualidad, Emi pertenece a la directiva de un centro de mayores y por la tarde asiste a clases en la universidad intergeneracional: “para recordar mis estudios de enfermería y aprender nuevas cosas”. Sigue en Córdoba pero le gusta volver a casa, a su pueblo, cada Navidad para celebrar las fiestas con la familia de su marido, que es su familia. Entonces se acuerdan de los bailes de la Pascua, donde su marido y ella se ennoviaron, de las grandes comilonas en el campo, del té y el café con las amigas... En fin, de la adolescencia.

Pincha y escucha cómo Emi recuerda su adolescencia: Los dieciséis años de Emi

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