Gustos y colores
El otro día charlaba con un dudoso amigo sobre el último lanzamiento de HBO: The Spanish Princess. Soporté diez minutos del piloto, él apenas había visto un adelanto en Youtube. Se preguntaba cómo podía yo vilipendiar una serie viendo tan solo diez minutos. Me justifiqué: no debí aguantar ni la intro. Le recomendé que se ahorrara incluso leer la sinopsis y rematé mi argumento comparando The Spanish Princess con la bajeza de La Reina del Flow. En ese momento, alguna ignota remembranza de nuestra pubertad sandunguera le reajustó el sentido de la moderación, me observó condescendientemente y espetó con un ademán conciliador: “Bueno, para gustos, los colores”.
Esa expresión la emplean los charlatanes cuando quieren cerrar un debate que les asfixia. O aún peor, la usan pretenciosamente los diplomáticos cuando el asunto se calienta. A ti te puede aterrorizar y a mí me puede encantar, es así de sencillo. Correcto, asentí, te puede gustar una mierda, y no pasa nada. La falsa modestia de admitir que cada cual tiene sus ideas, opiniones y gustos resulta tan venerable como el juicio más destructivo. “Para gustos, los colores” es a la oratoria lo que un filtro a Instagram: suaviza, pero nada arregla. El gusto ha de estar escoltado por el sentido crítico. Y, en estos tiempos, una novelita de amores furtivos, sueños imparables y ejemplos de superación es una broma de muy mal gusto.
¿Qué clase de juicio estricto se arguye viendo solo el inicio? Preguntó, capcioso, mi colega. Diez minutos esperpénticos no los soluciona ni Drogon escupiendo fuego durante una hora. Tomarse el tiempo y la molestia de argumentar por qué La Reina del Flow y otras banalidades del estilo son fritanga, ya resulta de por sí bastante soporífero. ¿Qué clase de gusto admite semejantes patrañas? Desde que las plataformas digitales consolidaron su papel como principales influyentes del audiovisual, muchos de los nuevos contenidos que lanzan generan sustos y horrores. Cada vez es más difícil encontrar algo nutritivo entre tanta basura peliculera. Quizás la culpa sea nuestra: solo un espectador activo, inconformista y exigente, es capaz de estimular producciones más sustanciosas. La pena es que ya no quedan espectadores, tan solo audiencias…
@humbertlambertt
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