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Así se gesta una bailaora: el testimonio de Cristina Hoyos en la Cátedra de Flamencología

Cristina Hoyos en la Cátedra de Flamencología de la Universidad de Córdoba

Alfonso Alba

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Cristina Hoyos comenzó a hacerse bailaora cuando su padre compró una radio. Vivían en un corral del centro de Sevilla, en la calle Vírgenes número 11, repleto de vecinos. Cristina bailaba y taconeaba a disgusto de la vecina de abajo, a la que se le caía media casa encima.

Este lunes, la bailaora sevillana ha compartido su testimonio en el salón de actos del Rectorado de la Universidad de Córdoba, dentro de la programación académica de la Cátedra de Flamencología, donde ha sido entrevistada por Carmen Pulpón. Cristina Hoyos, toda una institución en el mundo del flamenco, ha querido compartir su experiencia vital de casi seis décadas de baile con los alumnos y alumnas de una cátedra que ha llevado esta disciplina a lo más alto de la institución académica, de la mano de David Pino.

Hoyos, nacida en 1946, sigue teniendo una enorme energía a la que incluso sentada a la mesa de un enorme salón de actos es posible adivinar cómo se le van las manos y los pies con cualquier compás improvisado. O con imágenes de ella misma debutando en uno de esos programas de Televisión Española rodedada de “los mejores artistas de España”.

La bailaora relató cómo escuchando la radio bailaba toda la música que podía. Pero entendió que para que tuviese una oportunidad en esa radio que escuchaba necesitaba cantar. Por eso se aprendió unas canciones de Lola Flores “y allá que me fui”. Uno de los guitarristas dijo “que tenía buen oído” y llegó su oportunidad.

Gracias a que una de sus hermanas comenzó a trabajar, la familia de Cristina Hoyos pudo conseguir que accediera a la escuela de Adelita Domingo, “maestra de las grandes artistas sevillanas”. Un día, Adelita le preguntó: “Niña, ¿te gusta más cantar o bailar?. Le contesté que bailar”. Y hasta el día de hoy.

Hoyos fue pareja de baile de Antonio Gades en su compañía y fascinó a Europa con la interpretación que hizo de Carmen en París. Llevó el baile hasta el quirófano donde la operaron de un cáncer de mama. Suya es la mítica frase de que incluso dormida “movía los brazos”. Como si fuese aquella niña que escuchaba la radio en un corral de vecinos del centro de Sevilla.

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