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Octavio Salazar: “Soy feminista por lo que me han enseñado muchas mujeres”

Octavio Salazar | MADERO CUBERO

Alejandra Luque

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Octavio Salazar (Cabra, 1969) se define, ante todo, como un hombre feminista. A lo largo de sus 48 años ha pasado por diferentes etapas en su vida que le han permitido constatar que ése es el camino para regresar a una “humanidad” perdida. No es amante de las causas perdidas, pero sí de las luchas que aún quedan por conquistar. De esto y mucho más habla en la que es su primera novela, Autorretrato de un macho disidente. La lectura de este libro permite conocer a un Octavio Salazar muy crítico consigo mismo, aunque no flagelado, y con una sociedad que “castiga” a las mujeres por el mero hecho de serlo.

Es un hombre al que le gusta el morado, el color del feminismo. Llega a la entrevista con Cordópolis acompañado de pequeños guiños a un movimiento que llegó a él casi sin darse cuenta. Además de feminista, Octavio Salazar es jurista, padre queer y profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Córdoba. Ofrece a su alumnado una visión de la justicia mucho más feminista que la que se recoge en los libros oficiales. Prepara a sus alumnos para que el choque con la sociedad real no sea tan fuerte.

No entiende de macro ni micro. Por ello, para él todo es machismo ya que no hay grandes ni pequeños. Todos provocan daños. Entiende que la historia les debe a las mujeres todo un reconocimiento que se está realizando muy poco a poco. Él ha querido aportar su granito de arena en Autorretrato de un macho disidente. Porque las mujeres son las grandes protagonistas de lo que hoy es él.

PREGUNTA. Al terminar Autorretrato de un macho disidente tuve una sensación parecida a la que experimenté con Sin pena ni miedo, de Fernando Grande-Marlaska. ¿Este libro ha sido también un grito a la libertad?

RESPUESTA. Sí. Sin duda el libro de Fernando fue un referente para mí porque es muy poco habitual encontrar libros donde los hombres se desnuden y donde cuenten sus propias dudas, miedos y fragilidades. Eso sí que es algo mucho más habitual en las mujeres, pero los hombres nos hemos dedicado a contar nuestras batallitas y heroicidades. Estuve buscando y leyendo los poquitos libros de hombres que han ido en esa línea y el de Fernando me pareció una revelación en un contexto tan conservador y reaccionario como es el mundo de la judicatura y del Derecho. Que él tuviera la valentía de contar su historia me pareció todo un ejemplo a tener en cuenta. Luego tuve la suerte de conocerlo personalmente y vi que no había divorcio entre lo que él cuenta y cómo es él.

P. ¿El tema de los hombres como héroes en la literatura es otra arista del patriarcado?

R. Sí, claro. Todos los relatos colectivos a través de los cuales el ser humano se ha definido a la largo de la historia han delimitado muy bien qué significa ser hombre y mujer. Ser un hombre ha estado vinculado, mayoritariamente, a los éxitos, al triunfo en la política, en el ejército y en la economía… Y ha habido muy poco espacio desde lo masculino para todo lo que tiene que ver con lo privado, con las emociones y con lo familiar.

P. ¿Se está rompiendo esa tónica?

R. Bueno, creo en la literatura estamos en un momento de transición. Afortunadamente, poco a poco van apareciendo hombres que rompen con esa pantalla tan brutal del patriarcado y que se atreven a contar otro tipo de cosas, a mostrarse débiles y vulnerables. Todavía hoy, en la cultura mayoritaria, lo que sigue imperando es el héroe de la película: en el cine es más que evidente, en televisión, en las redes sociales, en Internet… El modelo que consumen nuestros adolescentes es ése. Por eso son tan importantes los referentes.

"Es muy poco habitual encontrar libros donde los hombres se desnuden"

P. Este libro relata todo tu “tránsito” hasta convertirte en el hombre que hoy eres. ¿En qué momento dejas de actuar “como se espera de un buen hombre”?

R. Estoy todavía en tránsito y creo que no he dejado de actuar del todo como ese hombre convencional porque, en definitiva, todos hemos sido educados en esos patrones del machismo. Cuando tienes conciencia de este tema, yo mismo me sorprendo cuando me veo reproduciendo comportamientos o comentarios… Lo único que sí puedo decir es que tengo conciencia de cuándo estoy reproduciendo esos comportamientos y trato de ir corrigiéndolos. No creo que haya llegado al horizonte definitivo. Me gusta por eso utilizar el gerundio porque significa que algo se está haciendo todavía. No he aprendido del todo. El gerundio se adapta al estado natural del ser humano, que permanentemente estamos en proceso de evolución.

P. ¿Te genera un choque en ti mismo ver que reproduces patrones que criticas?

R. Claro. Hay un sentimiento de culpa pero tampoco intento amargarme por eso, intento asumirlo como parte de ese proceso de aprendizaje. Lo importante que es que tengas conciencia de que hay cosas que corregir. Pasa lo mismo con el lenguaje, que es tremendamente androcéntrico y machista. Lo importante es tener ese proceso de concienciación y, a partir de ahí, tratar de ser leal a esas convicciones y a ese sentido que tienes de la justicia.

P. Es un proceso que conlleva años.

R. Sí. Seguramente no lo terminaré nunca. Pero creo que estaremos en ello toda la vida. Tengo un hijo adolescente y tener una relación con un niño de 16 años en el contexto actual te obliga a un permanente ejercicio de responder a determinados conflictos. Me lleno de frustraciones porque, por mucho que intento educar a mi hijo de una determinada manera, él forma parte de una sociedad y de un contexto donde se reproducen determinados comportamientos y clichés. Yo no puedo aislar a mi hijo, meterlo en una burbuja y evitar que no vea determinados vídeos musicales o series de televisión. Lo único que puedo hacer es que él tenga una capacidad crítica ante eso, pero es muy complicado. En el caso de las jóvenes generaciones es todo más complicado porque vive volcada en las redes sociales, en Internet, y eso es otro mundo y otro lenguaje.

"Ser un hombre ha estado vinculado, mayoritariamente, a los éxitos"

P. Los últimos datos sobre la violencia machista señalan que uno de cada cuatro jóvenes ve “normal” agredir a su pareja.

R. Esos datos son terribles. En este país tenemos muchas cosas pendientes, como la de la educación. Es un tema que no hemos resuelto bien, por no hablar de cuestiones como el feminismo. Ahí, en los últimos años, se han dado dado pasos atrás incluso a nivel legislativo. Eso te revela que tenemos una tarea enorme en el terreno educativo y luego, en cuestiones de igualdad, no vale promulgar leyes o pactos de Estado, sino que hace falta cambiar toda una cultura de la sociedad.

P. ¿Se hace más macropolítica que micropolítica en cuanto a la Igualdad?

R. Sí. Un pacto de Estado lo soporta todo. El problema es ver cómo lo traduces en medidas concretas: desde lo local hasta lo más amplio. Ahí es donde fallan muchas de las estrategias de igualdad. Hay un exceso legislativo, quizás, pero luego fallan las prácticas cotidianas en las que cualquier institución o agente social falla. No hemos hecho en este país la transformación que deberíamos haber hecho.

P. ¿Cómo se educa en igualdad en está “época de manadas y Malumas”?

R. Frente a ese enemigo tan poderoso que pueden ser esas referencias mediáticas, es muy importante construir referentes y que tengan un peso específico y una autoridad. Eso no lo tienen, por ejemplo, las mujeres. Es muy importante seguir trabajando en que las mujeres tengan un peso como sujetos con autoridad y que se les reconozca. Eso va a construir una referencia. Y, por supuesto, otros modelos de ser hombre en la sociedad. Así que la única manera de contrarrestar estas situaciones desde lo más íntimo, desde ese compromiso que tienes y desde el punto de vista político y público es trabajando una serie de políticas que incidan en la educación y en la cultura. Formo parte de la asociación Clásicas y modernas, que lucha por la igualdad en el ámbito de la cultura, y lo que permanentemente estamos denunciando y para lo que presentamos alternativas es para que en la cultura se generen otro tipo de productos; que se nos muestren otras maneras de ver el mundo y la realidad. Es insostenible que las mujeres directoras de cine de este país no lleguen al 10% o, como un estudio publicaba hace unos meses, la diferencia entre directores hombres y mujeres sea tan bestial, de millones de euros. Eso ya está generando desigualdad. Esa diferencia económica acaba incidiendo en que los relatos y la mirada de las mujeres tenga más dificultades para llegar al cine.

"Los relatos colectivos han delimitado muy bien qué significa ser hombre y mujer"

P. Hace pocas semanas, la actriz Clara Lago confesaba que la diferencia entre lo que cobraba ella y lo que cobraban Dani Rovira o Karra Elejalde en Ocho apellidos catalanes fue de más del doble.

R. Efectivamente. Los datos en el mundo del cine son abrumadores. Hay muchas más mujeres en las actividades típicamente femeninas, como maquillaje, vestuario o asistencia de producción. Este último cargo trata de resolver los últimos detalles de última hora que se plantean cuando se está haciendo una película. Parece que no es casualidad que haya más mujeres en este papel porque es cierto que ellas han desarrollado especiales habilidades para resolver esos problemas. Ahora, los grandes nombres son los de hombres.

P. ¿Cómo se explica esta situación a los recién llegados a la Universidad?

R. Cuando trato de explicarle esto a mi alumnado de Derecho parto de una obviedad: somos mitad y mitad. Incluso un poquito más de mujeres en función de las niñas que nacen y de las mujeres que sobreviven más años. Si tú contrastas esta fotografía con la realidad, donde sigues viendo que mayoritariamente lo que hay son hombres, algo está fallando. No se entiende bien dónde está ese divorcio donde las mujeres llevan años accediendo a carreras, teniendo mejores expedientes y sacando las mejoras notas en las oposiciones. Cuando te vas a lugares de poder… Cuando ves la foto de apertura del año judicial… Todos los años ves a un montón de señores. Esa foto te está dando un diagnóstico de que algo está fallando. Insisto, las mujeres no sois un grupito ni una minoría.

P. Hablas de la Justicia. ¿Todas las instituciones repiten el sistema patriarcal?

R. Sí, porque es el resultado de un determinado producto hegemónico. El Derecho es otra herramienta de poder que, históricamente, ha utilizado el sistema patriarcal. Así ha sido a lo largo de los siglos y lo sigue siendo actualmente a pesar de los grandes cambios que ha habido en las últimas décadas. Las herramientas básicas del Derecho siguen siendo aquéllas hechas en función de los intereses masculinos, del papel del hombre en la sociedad y del reparto de funciones: el hombre lo público y, la mujer, lo privado. Todo esto está en el sustrato del Derecho. Habría que hacer una auténtica revolución feminista desde el punto de vista jurídico para darle una vuelta a eso.

"Hace falta cambiar toda una cultura de la sociedad"

P. ¿Depende del profesor que te toque ofrecer la visión feminista del Derecho al alumnado?

R. (Risas) Sí, porque tampoco los planes de estudio contemplan asignaturas específicas para que a esas futuras y a esos futuros juristas se les expliquen cuestiones tan básicas como la violencia de género o el feminismo desde el punto de vista jurídico. Todo depende de que haya una profesora o un profesor que, puntualmente, lo aplique en su asignatura y dentro de lo limitado que pueda estar por el tiempo.

P. ¿Cómo se “enfrenta” el alumnado a esa visión del Derecho feminista?

R. Doy clase en primero y en segundo de la carrera, por lo que me encuentro a los alumnos recién llegados. De entrada, cuando les planteo el enfoque de la asignatura, les cuento dónde me posiciono desde el punto personal y político, que me considero un hombre feminista y que, por lo tanto, desde ahí haré la mirada del Derecho Constitucional. Al principio lo cogen todo con sorpresa y lo que he observado es que acaba siendo agua que acaba calando poco a poco. Les cuesta asimilar y progresivamente, por contacto que tengo con alumnos y con otros que han terminado la carrera, me doy cuenta de que lo que les he contado les ha servido a ver la realidad de otra manera. Me lo dicen mucho alumnas porque la mayoría de ellas, cuando llegan a la facultad, están en un especie de espejismo y piensan que en la igualdad está todo conseguido; que cuando yo hablo de estos temas, tienen que ver con historias de sus abuelas o de sus madres pero no de ellas porque no han sufrido ninguna discriminación muy evidente. Entonces, ellas no son conscientes hasta que no salen al mercado laboral y tienen que enfrentarse a la realidad de lo que supone ser abogada, por ejemplo, y lo que supone de diferente ser un abogado. No te digo ya si quieren casarse o tener una familia.

P. Sorprendió muchísimo ver cómo los más jóvenes se sumaron a la primera marcha LGBTI que se celebró el 28 de junio en Córdoba.

R. Sí, sí. Fue muy gratificante lo de la marcha dle 28 J y lo que dices, que hubiera mucha gente joven. Aunque todavía queda mucho por hacer, en muchos institutos y escuelas en los últimos años se ha ido trabajando cada vez más y ha habido varios colectivos en la provincia que han ido haciendo una labor de calado que ha provocado que mucha gente joven tome conciencia de la realidad de la diversidad. Y que, además, se sientan más libres de vivir su libertad y su sexualidad. Nos sorprendió a todos y a todas porque no esperábamos ni tanta gente ni tantos jóvenes. Creo que ahí ha sido muy importante que haya más referentes y en chicos más que en chicas. Las mujeres lesbianas todavía tienen más dificultades a la hora de ser visibles y de ser más reconocibles. Creo que a nivel general, el colectivo LGTBI ha ido teniendo un presencia más normalizada, aunque no me gusta esa palabra, en los medios de comunicación y en las series. Es rara una serie donde no aparezca una chica lesbiana o un chico gay. Eso, hace años, era impensable.

"Es insostenible que las mujeres directoras de cine de este país no lleguen al 10%"

P. ¿Se corre el riesgo de que se mercantilice el movimiento LGTBI?

R. Sí. Esto también pasa con el propio feminismo. Estos últimos meses me he hartado de ver por ahí camisetas diciendo 'yo soy feminista' y no sabes hasta qué punto la chica que lleva esa camiseta sabe siquiera lo que es el feminismo o es que simplemente le ha gustado la camiseta. Cuando un tema se hace más público y colectivo, el mercado todopoderoso tiende a sacarle partido. Este año estuve en Madrid unos días antes de la celebración del Orgullo y aquello era un montaje comercial tan aplastante… Te vendían motivos del 28 de junio en cualquier tienda o cafetería. Por un lado está muy bien porque se vive todo con mucha normalidad. Pero, por otro lado, se corre el riesgo de perder de vista que de lo que estamos hablando es de derechos, justicia social y de que hay muchos países en los que a los homosexuales se les sigue metiendo en la cárcel. No podemos perder ese sentido global de lucha.

P. ¿El amor romántico sigue imperando en la sociedad?

R. En gran medida, sí. Este tema lo trabajo mucho en institutos a los que voy para dar charlas sobre este tema. Es cierto que ellos y ellas tienen muy asumido todo ese modelo tradicional del amor romántico. Es que las canciones que escuchan o las películas y series que ven reproducen esos esquemas. De ahí los datos de la violencia entre los más jóvenes y cómo reproducen determinados esquemas. Hay que trabajar muy críticamente el tema del amor y desmontar muchos mitos. Las redes sociales están acrecentando los riesgos que supone esa visión del amor con el tema del control. Eso está generando un nuevo espacio tremendamente complejo. Es muy difícil desde fuera controlarlo y se están reproduciendo comportamientos tremendos. El amor romántico tiene un peso muy fuerte porque incide especialmente en que las mujeres jóvenes sigan teniendo una visión en el mundo muy condicionada por el hecho de que tú le gustes a un chico, de que te quiera y de que te tenga como la princesa del cuento.

P. ¿Es otra forma de micromachismo?

R. Es un cúmulo de muchas cosas. El amor romántico, en determinadas edades, es peligroso y perverso. Ahí habría que actuar de manera muy urgente porque ahí está el germen de lo que luego se puede convertir en casos extremos de violencia. Esos episodios pequeños de control, de dominio y de celos como una expresión del amor… Quien bien te quiere te hará llorar, ¿no? Todo eso hace una bola cada vez más grande que llega un momento en que es muy difícil de deshacer. Hay una experta en temas de violencia entre adolescentes, Carmen Repullo, que habla de la escalera de la violencia y te va mostrando los distintos escalones, empezando por las cosas más pequeñas -casi imperceptibles-, hasta las agresiones y la violencia en el sentido más brutal. Ahí hay que actuar de raíz para atajarlo y para hacerles ver a los chicos y chicas que cuando Maluma canta determinadas cosas, ellos y ellas tengan una mirada crítica.

"Habría que hacer una auténtica revolución feminista desde el punto de vista jurídico"

Por otro lado, el término de los micromachismos me parece útil para describir determinadas realidades pero como estoy muy radical con estos temas, prefiero hablar de machismo puro y duro. No son ni micro ni macro: todos son machismos. Hablamos de micromachismos para referirnos, quizás, a comportamientos más imperceptibles que están en la vida cotidiana y de los que no somos conscientes. El problema es que esos pequeñitos son más difíciles de detectar y de controlar. Incluso los que tenemos una conciencia en este tema caemos en ellos con frecuencia.

P. ¿Idealizar la maternidad es machista?

R. Sí. A día de hoy, uno de los discursos más terribles es esa vuelta por parte de algunos sectores de la sociedad, de los medios y de la política a entender la maternidad como si fuera el destino ideal de las mujeres y lo que da pleno sentido a sus vidas. Distinguir quién es una buena o una mala madre o la idea del sacrificio… Que ahora aquí veamos cómo el Obispado decide premiar a una chica joven que decida seguir adelante con un embarazo… Creo que todo eso forma parte de ese discurso tan terrible que hay ahora mismo en un contexto neoliberal, neomachista y de un determinado modelo del Estado social. Si tenemos problemas de empleo, si hay menos recursos económicos por parte de los poderes públicos, una salida ideológica para algunos sectores es que la mujer vuelva al lugar en el que siempre estuvo. Esto provoca que el Estado se desentienda de las prestaciones públicas para las dependientes, los niños y las madres y que sean las mujeres las que salgan del mercado de trabajo. Por lo tanto, hay más trabajo para los hombres y las mujeres ocupan ese espacio que el Estado ya no tiene por qué preocuparse. Hay una mezcla de todos esos intereses que me parece muy peligrosa porque una de las grandes conquistas del siglo XX es que la mujer tuviera su autonomía económica y la capacidad de decidir cuándo, cómo y de qué manera quería ser madre o no. Que ahora volvamos otra vez a eso… Éste es, quizás, uno de los dramas del feminismo, que parece que continuamente partimos de cero.

P. De ahi la creación del famoso club de las Malas Madres.

R. Es que se ha creado un contexto cultural y social donde hay una continua presión terrible para que las mujeres cumplan un determinado papel. Esto lo comparo mucho de la siguiente manera: sobre las mujeres madres hay una permanente censura de si lo hacen bien o mal, incluso entre vosotras mismas o entre las mujeres de vuestra familia. Se entiende muy mal que una mujer no esté al cien por cien con su hijo. En el hombre, ese juicio no se hace e, incluso, cuando se dedica a cuidar de sus hijos, se convierte en una especie de héroe. Ahora, de repente, hemos convertido en héroes a estos chicos fantásticos que están en el parque paseando con sus hijos. Qué filtro tan distinto… Al hombre, el cuidar de sus hijos le añade prestigio social y, a la mujer, se le machaca si intenta conciliar ser madre con su vida laboral o su ocio.

"El amor romántico, en determinadas edades, es peligroso y perverso"

P.

¿Es un derecho tener hijos?

R. Ahora mismo hay abierto un debate sobre esto dentro del propio feminismo aunque, en general, la mayor parte de las posiciones feministas están en contra del modelo de los vientres de alquiler por lo que de explotación y negocio supone. El punto de partida es que creo que tener hijos no es un derecho: es un proyecto personal o un deseo como puede ser el de querer una pareja estable. No tengo por qué pedirle al Estado que me garantice un novio o una novia de por vida. Eso formará parte de mi trayectoria. Tener hijos no es un derecho como tal. Lo que sí debe garantizar el Estado es el conjunto de derechos sexuales y reproductivos y que si una mujer decide tener hijos, lo haga con todas las garantías necesarias. Pero no que se convierta ahora el deseo de una pareja en una especie de prestación obligatoria por parte del Estado para que esa persona cumpla su deseo. Ahí abriríamos una puerta que no sabríamos dónde cerrarla. Esto casa muy bien con esa visión tan neoliberal de las sociedades actuales donde todo se construye mucho en función de los deseos de las personas. El modelo capitalista se basa en jugar con los deseos de las personas y las herramientas que usa es el dinero y la capacidad económica que tengas. Si no puedes tener o que quieres, te frustras y te sientes fracasado. Lo de la maternidad subrogada encaja perfectamente ahí. Yo me voy con mi dinero a tal país y si pagando determinados millones de euros voy a satisfacer mi deseo, pues perfecto. Luego quiero que cuando llegue a España me lo reconozcan, que no me pongan problemas porque yo con mi dinero he hecho lo que he querido. Ahí hay un tema casi filosófico de fondo que va más allá de los vientres de alquiler.

Además, nuestra libertad no es absoluta. Este modelo neoliberal parte de una idea que es pensar que la máxima cualidad del individuo es la libertad y con mayúsculas. Pero cuando estamos en una sociedad democrática y en un contexto con unos determinados valores, nuestra libertad está permanentemente limitada y condicionada. A veces no somos concientes, pero sí. Tú no puedes coger el coche y ponerte a conducir a 200 kilómetros por hora porque sabes que hay límites. Y si los pasas, te sancionan. Nuestra vida está llena de límites porque hay que pensar en los valores que compartimos, en los derechos de los demás. Y en una serie de presupuestos éticos que hemos considerado esenciales. No instrumentalizar a nadie. Por eso no está permitido, por ejemplo, el tráfico de órganos. Entendemos que comercializar con el cuerpo choca con nuestros principios éticos fundamentales. Por lo tanto, la libertad no es absoluta y está condicionada por esos principios básicos en virtud de los cuales convivimos. Si no, esto sería una jungla.

"Tener hijos no es un derecho"

Cuando pensamos en situaciones de mujeres hay que ver si tienen la capacidad autónoma de tomar decisiones en cuanto a su vida. Me gusta más la palabra autonomía que libertad porque tú eres consciente y tienes la posibilidad de elegir entre varias opciones. Creo que esa idea de la autonomía es la que hay que utilizar cuando se habla de temas como la prostitución, los vientres de alquiler o la pornografía. Qué casualidad que siempre tienen a mujeres como protagonistas, eso no habría que perderlo de vista. Habría que analizar si los contextos en los que, mayoritariamente, se dan estas realidades, se dan en mujeres con recursos sociales, económicos y culturales que les permitan ser totalmente libres. No se trata de ser paternalista con las mujeres sino de proteger a personas que puedan estar en mayores condiciones de vulnerabilidad, que es uno de los elementos esenciales del Estado de Derecho. Mucho cuidado con estas prácticas que lo que pueden hacer es incidir en mantener a las mujeres en esa situación. Esto no quiere decir que haya alguna mujer que se prostituya porque quiera hacerlo o que haya otra que quiera usar su útero para que otra tenga un hijo, por supuesto que puede haber esos casos, yo no lo niego. Pero, situándolos en el contexto global, estos no son la mayoría de los casos. La mayor parte de la prostitución está vinculada a trata y a explotación de mujeres. Es un negocio a nivel mundial. ¿Cómo vamos a pensar en la prostitución como una especie de salida profesional hacia las mujeres?

P. Me vienen a la cabeza unas polémicas declaraciones de Samanta Villar, quien también apelaba la libertad de quererse prostituir “por 3.000 euros el polvo”.

R. Le diría a Samanta Villar que las mujeres se prostituyen porque hay hombres que consumen prostitución. Vamos a pensar por qué seguimos teniendo un modelo donde determinados hombres ven absolutamente normal que puedan hacer lo que quieran con una chica a cambio de dinero, que ese tipo de sexualidad es normal y que lo vean como un ritual de masculinidad. No hay que pensar tanto en por qué hay mujeres que son prostituidas sino por qué los hombres, a nivel planetario, tienen esas actitudes. A Samanta Villar habría que plantearle, además, que si esa misma capacidad de deducción que ella se plantea es la que tiene la mayor parte de las mujeres que está en los clubes de alterne en las afueras de las ciudades o la que tienen las chicas del Este que vienen a España absolutamente engañadas. Casi el 80% de las mujeres que practica prostitución en España son inmigrantes y eso no es casualidad. ¿Por qué? Porque son mujeres que están en un contexto de mayor vulnerabilidad y tienen más dificultades para regularizar su situación y encontrar un trabajo. Ahí, hablar de libertad en el sentido absoluto no es lo más oportuno.

El discurso de Samanta Villar corre el riesgo de banalizar un problema mucho más profundo. Detrás de esto hay historias terribles de trata y de explotación. Si investigas ese mundo te das cuenta de que es terrorífico. Cuando planteo este tema en algún foro, a los presentes les pregunto que si ellos tuvieran hijas, les gustaría que se dedicaran a esa profesión, si la consideran así. Y medio en broma digo que si es una profesión, vamos a hacer un grado en las universidades sobre prestación de servicios sexuales y que se matricule libremente el personal. No es tan simple como decir que es una profesión como otra cualquiera. Entiendo que no. La humanidad ha ido progresando porque ha ido eliminando determinadas formas de explotación del ser humano. Muchas no la hemos conseguido todavía, como en el ámbito laboral, por eso hay que seguir luchando. Ahora a nadie se le ocurre hablar de la esclavitud y hemos conseguido acabar con eso por la lucha de muchas personas frente a ese sistema. No demos pasos para atrás en lo que significa la humanidad.

"La prostitución, los vientres de alquiler y la pornografía siempre tienen a las mujeres como protagonistas"

P. A lo largo de este libro haces mención a muchísimas mujeres, tanto desconocidas como grandes nombres pero que no fueron reconocidas en su momento. ¿La guerra la cuentan los vencidos y la historia, los hombres?

R. Sí, eso es una evidencia. No hace falta nada más que irse a los manuales que usan nuestros niños y nuestras niñas para ver que las mujeres siguen estando ausentes en la historia del pensamiento y de la literatura, por ejemplo. Yo les sigo preguntando a mis alumnos y a mis alumnas cuántas filósofas y científicas conocen y apenas saben un nombre o dos en el mejor de los casos. Una de las cuestiones esenciales es recuperar toda esa memoria de lo que las mujeres han hecho a lo largo de la historia porque eso no está contado todavía o, por lo menos, muy parcialmente. A veces, en los temas de igualdad, todo lo dejamos a la orientación y a la voluntad y no se establecen medidas obligatorias. Siempre pongo como como ejemplo lo radical que fue hace unos años que impidieran a la gente fumar en lugares públicos. Eso ha provocado un cambio de comportamientos tremendo y en pocos años la gente ya vio normalísimo salir a la calle para poder fumar. Cuando lleguemos a eso con respecto al machismo... Cuando haya alguien que diga: 'Oye, no digas esa salvajada machista porque a mí me molesta y seguramente que también a algunas de las personas presentes'.

Debe ser obligatorio en el temario de Historia o de Filosofía que se tenga en cuenta a todas las mujeres presentes. Por eso en el libro quería hacer una especie de homenaje a todas esas mujeres que han estado y están en mi vida, mujeres muchas veces anónimas y que no tienen una relevancia pública, pero que merecían esas páginas porque han sido decisivas en mi construcción como persona. Desde el punto de vista educativo, a las que más recuerdo son a mis maestras más que a mis maestros, que por supuesto también hubo magníficos. Además, en aquel momento cuando yo era pequeño, las maestras me mostraban que ellas no eran mujeres que estaban siempre en su casa limpiando, sino que había mujeres que tenían su trabajo y sabían hablar de un montón de cosas. Para mí, eso fue una revolución y estoy eternamente agradecido a esas mujeres. Entiendo que el feminismo no es una cuestión de mera teoría, que también, sino que tiene que ver mucho con las prácticas cotidianas. Soy feminista no sólo por lo que he leído sino por lo que muchas mujeres me han enseñado con sus prácticas, aún sin saber ellas que eran feministas porque mi abuela, por ejemplo, no tenía ni idea de que era feminista.

P. El feminismo llegó a ti casi sin darte cuenta.

R. Sí. Yo fui consciente después cuando, no sé, en la facultad alguien me habló del feminismo y de la teoría feminista. A partir de ahí empecé a recomponer mi propia historia y empecé a darme cuenta de determinadas cosas que, hasta ese momento, las había tenido en un nivel secundario.

"Las mujeres siguen estando ausentes de la historia del pensamiento y de la literatura"

P. ¿La propia evolución de la humanidad ha provocado la pérdida de la visión feminista?

R. Claro porque, a lo largo de la historia, en las grandes revoluciones que se han ido produciendo, las mujeres han sido las grandes perdedoras. Cuando la humanidad ha dado grandes saltos cualitativos, las mujeres siempre se han quedado atrás. Cuando en el siglo XVIII se producen los avances de las declaraciones de derechos, las mujeres no estaban en ellas y no se las consideraba ciudadanas. Entonces, tuvieron que empezar a pelear. Ahí se hablaba de igualdad, libertad y fraternidad pero solamente para ellos. Cuando se produce todo lo relativo a las revoluciones de corte comunista, las reivindicaciones de las mujeres se quedaron en un plano secundario porque se creía que cuando se acabara con la sociedad de clases se iba a acabar con el machismo. Qué hubiera pasado si en el siglo XVIII las mujeres hubieran tenido, al igual que los hombres, el derecho al voto. Tuvieron que esperar un siglo para tenerlo. Quizás hoy estaríamos hablando de otra historia. Ésa es la realidad.

P. ¿La Literatura está recuperando estos nombres?

R. Ahora hay todo un movimiento muy importante por recuperar esa genealogía feminista y cada vez se publican más libros sobre esto. El otro día estuve leyendo un libro que recupera los nombres de científicas y he conocido a mujeres de las que no tenía ni idea. Yo conocía a Marie Curie y poco más. Ahí te das cuenta de que a lo largo de la historia ha habido mujeres a la sombra de hombres. Ahora hay investigadoras mujeres y feministas que están recuperando esos nombres.

P. Es llamativo que ese trabajo de recuperación viene, también, de la mano de las mujeres.

R. Claro porque, en general, la sociedad patriarcal sigue entiendo que esos temas son no universales, sino específicos de mujeres, mientras que los temas en los que investigamos los hombres son los que representan a la humanidad en su conjunto. Cuántas mujeres, por ejemplo, tuvieron que publicar con pseudónimo porque no las dejaban firmar con su nombre o cuántos hombres se aprovecharon del trabajo de las mujeres porque luego lo publicaban con sus nombres. Y cuántas mujeres nos hemos perdido por no haber podido estudiar. Por eso me da tanta rabia pensar que mis abuelas, por ejemplo, no tuvieron esas oportunidades. Eso lo tengo grabado en mi mente.

"En las grandes revoluciones, las mujeres han sido las grandes perdedoras"

P. Hablabas antes de los profesores y en el libro relatas cómo un maestro de gimnasia os exige que os esforcéis más y que no seáis “nenazas”. Es un calificativo muy recurrente.

R. Claro. La masculinidad se ha ido construyendo siempre en relación a lo que implica no ser mujer. Por lo tanto, desde muy pequeño te van inculcando que seas un hombre de verdad, que tienes que ser un machote, que esto es de niñas y que los niños no lloran. Afortunadamente hemos ido cambiado en los últimos años aunque queda mucho. Pero es cierto que, históricamente, ése era el marcaje general y ser chico implicaba sobre todo no ser mujer. Por lo tanto, aquél que transgredía ese límite se convertía en un nenaza o en un mariconazo, por eso sigue siendo un insulto. Fíjate cómo la lengua refleja muy bien ese estado cultural. Cómo una opción sexual acaba siendo un insulto porque tú no estás siendo un hombre de verdad simplemente cuando tú le dijes a alguien: 'Vete a tomar por culo'. ¿Qué hay detrás de esa expresión? Toda una construcción cultural que tiene que ver con esa visión.

P. Relacionada con esta cuestión, y en las fechas que acabamos de pasar, está la diferenciación en los juguetes para niños y para niñas.

R. Sí. Creo que en eso se está haciendo algo poco a poco pero sí que mayoritariamente seguimos con ese marcaje de género muy radical en todo lo que es niño y niña. Los anuncios siguen jugando con ese binomio. Desde muy pequeños estamos haciendo un marcaje muy radical. Cuando mi hijo era más pequeño me fijaba mucho en las mochilas que llevaban los niños y las niñas al colegio y ves ahí una disparidad de mundos tan distintos... De los colores y los personajes que aparecían en unos y en otros. Eso me daba muchas claves de cómo van funcionando las cosas.

P. No te gustan “las tiendas, el bullicio y la Navidad”. ¿Cómo has sobrevivido a estas fechas?

R. (Risas) Nunca me han gustado especialmente. Cuando mi hijo era más pequeño sí que lo vivía de otra manera. Ahora que tiene 16 años lo que me toca es esperarlo a que llegue al día siguiente de fiesta. Normalmente aprovecho para hacer cosas que habitualmente no hago con tanta relajación. Leer, ver más cine y series de televisión y estar con la gente más cercana. Trato de huir del bullicio, de las compras y de las comidas porque me sobrepasan un poco. Hace tiempo que lo vivo desde una distancia. Estoy más en mi casa que fuera.

"La masculinidad se ha ido construyendo siempre en relación a lo que implica no ser mujer"

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