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Luis Naranjo: “La Ley de Memoria es una ley póstuma para mucha gente”

Luis Naranjo, presidente del Foro por la Memoria de Córdoba | MADERO CUBERO

Juan José Fernández Palomo

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Paseamos con Luis Naranjo (Córdoba, 1954) por el Cementerio de la Salud en una mañana soleada y tibia de fines de septiembre. En el histórico camposanto cordobés hay fosas comunes donde reposan cuerpos de fusilados por las tropas franquistas tras el estallido de la Guerra Civil, también están los Muros de la Memoria que homenajean a los caídos en Córdoba por defender la libertad y, naturalmente, diversidad de panteones familiares y nichos y tumbas particulares. Paseando por el cementerio da la sensación de que aquel adagio de que “la muerte nos iguala a todos” es falso. Hay demasiados muertos que aún esperan que se cuente la verdad, que se haga justicia y que haya reparación. Hablaremos de eso con Luis al acabar el paseo. Naranjo preside el Foro por la Memoria de Córdoba, una de las 33 asociaciones que componen la Asamblea Memorialista Andaluza. Fue Director General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía (2012-2015) y, ante todo, ha sido profesor y es historiador.

Abandonamos el silencioso recinto y nos sumergimos con el historiador Naranjo en una conversación que repasa ciertas singularidades españolas y con el memorialista militante Luis en una serie de críticas fundamentadas y constructivas al anteproyecto de la Ley de Memoria que elabora el gobierno central.

PREGUNTA. ¿Usted se considera básicamente un docente, no?

RESPUESTA. Sí, un docente. Desde Primaria a la Universidad, he pasado por todas las etapas educativas. También, junto a otros compañeros creamos a principios de los 80 el Sindicato de Investigación del Medio, que fue muy famoso en Córdoba. Uno de mis elementos clave fue siempre educar construyendo memoria. Y así empezamos lo que luego fue mi labor docente, que es la recuperación de la memoria dentro del marco científico de lo que es la historia contemporánea.

P. Se decía aquello del que “vale, vale y el que no, para letras” ¿Hemos conseguido ya que las Humanidades tengan una verdadera condición de Ciencias?

R. A partir de la Ilustración se van construyendo las disciplinas científicas modernas que ya se organizan de forma académica en el siglo XIX.

P. ¿Y ya hemos solventado el debate?

R. Sobre eso ha habido mucho debate: sobre si la Historia es una intuición genial del historiador, si se trata de reconstrucción subjetiva del pasado, si se trata de una recomposición como la de un investigador que recupera los huesos de un dinosaurio, el historiador también recupera la memoria poniendo ladrillo a ladrillo los hechos llegando a una objetividad absoluta, como las ciencias naturales… Hoy día, sobre todo a partir de la Escuela de los Anales, nadie duda de que la Historia es, no una ciencia porque no tiene capacidad predictiva como las ciencias exactas, pero sí es una práctica científica. Vamos a llamarle práctica científica donde la objetividad plena no existe porque el ser humano analiza un objeto de estudio que también es el ser humano. Pero sí puede haber veracidad y sobre todo una metodología rigurosa.

La Historia no tiene capacidad predictiva como las ciencias exactas, pero sí es una práctica científica

P. Hablaba usted de la Ilustración. En España hemos tenido muy poca…

R. La Ilustración se produce fundamentalmente a primeros del XVIII en Inglaterra con el empirismo, aquí no la hubo, vamos, la hubo pero de una forma muy débil, muy elitista, muy minoritaria.

P. ¿Por qué?

R. Cuando Carlos IV vio lo que le pasó a Luis XVI prohibió estrictamente la entrada de todo libro proveniente de la Enciclopedia, Diderot, etc. Había que entrar de manera clandestina los capítulos de la Enciclopedia. Y luego está el peso de la iglesia que es fundamental. El clero más reaccionario tenía el poder inmenso de las universidades y, entonces, la Ilustración se frustró. Otra cosa es la ausencia de una burguesía ilustrada. No podemos ser idealistas a niveles de interpretación histórica. Seamos marxistas: ¿cuál era el sujeto histórico de la Ilustración en Francia en Inglaterra? Pues la burguesía potente que nace en el XVII y que explota en el XVIII. Eso en España no existe. La hubo de manera muy débil y elitista. Muy contaminada por el rollo eclesiástico, eso está claro.

P. Pues esa rareza con respecto otros países también la hace interesante…

R. Claro. Pasa lo mismo con la revolución industrial. Se ha debatido muchísimo si aquí hubo revolución industrial o hubo revolución burguesa. Incluso hay algunos franquistas, yo diría que absolutamente iluminados, que dicen que la verdadera revolución burguesa se hizo bajo la dictadura, en el sentido de la modernidad económica y la modernidad industrial. Eso son barbaridades.

P. Es como si fuéramos más despacio, como si nos retrasásemos ¿no?

R. Efectivamente hay un déficit. No es que no se hicieran esos procesos históricos, se llevaron a cabo, pero mucho más débiles que en el resto de Europa, mucho más tardíos, mucho más localizados temporalmente y como consecuencia no se crearon unas capas medias más o menos ilustradas, más o menos liberales o demócratas, que impulsaran esa revolución democrática burguesa que aquí fue debilísima.

P. ¿No fue una verdadera revolución?

R. Ya Gramsci hablaba de la revolución desde arriba; aquí la poca revolución burguesa que hubo se hizo desde las élites que dominaban de alguna forma el estado, el pacto de la burguesía central y periférica con la antigua nobleza fueron los que impulsaron medidas liberales muy tibias siempre. Ese es un poco el resumen del estado español caminando hacia el XIX. Álvarez Junco, en su ensayo Máter dolorosa, establece la especificidad española en su incapacidad para construir un estado nación moderno similar a los que se estaban construyendo en Alemania, Italia y Francia.

El clero más reaccionario tenía el poder inmenso de las universidades y, entonces, la Ilustración se frustró

P. Usted se considera un historiador marxista.

R. Sí, marxista y de la Escuela de los Anales, que tiene una base social y de materialismo histórico.

P. ¿Qué sigue teniendo vigencia, desde el punto de vista, digamos académico?

R. Realmente hoy no hay ningún historiador serio, que no sea un “publicista”, que no tenga, de alguna forma, algunas raíces marxistas. El mero enfoque del objeto de estudio, que ya no puede ser de ninguna manera el enfoque positivista, sino que afecta al conjunto de las relaciones sociales y se hace una historia desde abajo, es marxista. Hay pocos historiadores de alto nivel académico que se definan como marxistas. Pero el materialismo histórico ha actuado como una especie de lluvia fina y ha impregnado el enfoque, el objeto de estudio y la metodología hasta de los historiadores ingleses que no se consideran marxistas, desde Paul Preston, Hugh Thomas, Beavor y otros, la historiografía inglesa que se define como liberal pero que tiene una base marxista indudable.

P. Nos centramos ahora en su vertiente como portavoz de la Asociación Memorialística Andaluza ¿creéis que el anteproyecto de ley que está preparando el gobierno subsanará la anomalía que tenemos en España?

R. Hemos hecho un comunicado y se lo entregué en mano al portavoz socialista, Antonio Hurtado en una reunión en la sede del PSOE y le comenté cuál es nuestro punto de vista: primero, es que se trata de una ley póstuma para mucha gente. Eso le hizo gracia, pero es que es así. Porque se exige justicia, verdad y reparación para gente que está muerta. Llega muy tarde. Esto tenía que haberse hecho en el 82. Era el momento adecuado con la gente muy sensible a estas cuestiones y con la derecha totalmente desarticulada e incapaz de reaccionar. Ese era el momento y no se hizo.

P. Pues ahora a la derecha le ha dado tiempo a rearmarse…

R. Claro. Ahora está más que rearmada y no solo rearmada la derecha sino que las bases sociales de la izquierda están mucho más desmovilizadas y mucho más desmotivadas.

Las bases sociales cordobesas están todavía en la vieja memoria franquista

P. Víctimas fallecidas y también muchos de sus hijos…

R. La mayor parte de las víctimas han muerto y ya también muchos hijos de las víctimas. Un tema clave de la ley de memoria, que es una de las virtudes que tiene este anteproyecto, es que incorpora el deber de memoria por parte del estado a la hora de exhumar. Lo que hizo Zapatero fue externalizar las exhumaciones y delegar el derecho de memoria y de exhumar en asociaciones memorialistas que aparecían como una especie de ong de la memoria. Yo te doy un dinerito y tú exhumas. Eso fue una de las barbaridades más grandes que también tuvo que ver con la desjudialización de los procesos, o sea, el hecho de que los jueces no se personaran tenía mucho que ver con la privatización de las exhumaciones. Ese modelo fue nefasto por mucho que digan los compañeros del PSOE que fue un gran avance.

P. ¿Esta ley lo subsana?

R. Ahora esta ley cambia el paradigma y asume el de la Ley de Memoria de Andalucía, que es su modelo. Es el estado el garante y de las exhumaciones ¿Exhumar para qué? No sólo exhumas para que aparezcan las evidencias físicas del genocidio, exhumas también para entregar los restos individualizados a los familiares, y que descansen, eso en la cultura mediterránea es fundamental, que tengan una sepultura digna, etc. ¿Qué ocurre? Que ahora el asunto del ADN es casi imposible ya. Ese va a ser el talón de Aquiles de esta ley, por mucho que se empeñe el estado y ponga sobre la mesa el dinero que quiera. Para cruzar los restos cadavéricos de ADN con los de los familiares y en muchos casos no hay familiares vivos ya de la siguiente generación. Y si no hay un 97% de coincidencia genética la prueba no es válida. Ahí vamos a tener un problema serio.

P. ¿Algo más positivo en el anteproyecto?

R. El tema de simbología franquista y de prohibición de asociaciones que exalten el franquismo se va a conseguir. El tema de archivos también va avanzar muchísimo. Pero el asunto de incorporar el tema de la memoria al currículo escolar; no la memoria, sino la historia; es decir, un relato histórico riguroso y real desde la Segunda República hasta aquí, se toca en el anteproyecto de ley pero de forma difusa. Eso hay que desarrollarlo más.

P. ¿Qué sigue faltando?

R. Lo primero, la derogación de la Ley de Amnistía. Todo lo que se cuenta en la ley en cuestión de justicia no sirve para nada porque el nudo gordiano de la Ley de Amnistía está ahí. Sobre todo su artículo 2 que es el que impide investigar delitos cometidos por funcionarios franquistas desde el inicio del franquismo.

La Ley llega muy tarde. Esto tenía que haberse hecho en el 82

P. Pues La Ley de Amnistía la aplaudió la izquierda. Y mucho.

R. Sí, es cierto. Yo era muy joven pero estaba en la calle gritando amnistía y libertad. Eso que le costó la vida a estudiantes antifranquistas no era la ley de amnistía que después salió. Nosotros queríamos una ley de amnistía a los represaliados del franquismo y a la lucha política no a los torturadores ni a los verdugos. Claro, después llegó el pacto, llegó la componenda… también hay que tener en cuenta la correlación de fuerzas que había en aquel momento. Efectivamente esa ley fue una ley de punto final que se ha dado en muchos momentos transnacionales como Argentina o Chile. Pero después ha habido 40 años para modificar eso. Una cosa es que aquel momento concreto, aquella coyuntura con su correlación de fuerzas, con la espada de Damocles de los militares y la división que había entre la junta democrática y la plataforma democrática del PSOE, que impidió llegar a acuerdos comunes… y otra cosa es que siga existiendo 40 años después. Y luego está la interpretación que ha hecho la judicatura de la Ley de Amnistía en sí. Es muy discutible la interpretación. La judicatura internacional dice que los delitos de lesa humanidad no pueden estar cubiertos por ninguna ley de punto final.

P. Pero, claro, si tenemos en cuenta la coyuntura…

R. Ya no es solo la Ley de Amnistía, es cómo se hizo la transición y como los jueces del TOP (Tribunal de Orden Público) pasaron en masa a lo que era la audiencia nacional del periodo. De modo que hubo una continuidad entre los que estaban juzgando a Marcelino Camacho y a los demás luchadores y a los que luego pasaron a la audiencia nacional. Pero como la judicatura no la vamos a cambiar, vamos a cambiar ese artículo 2 de la ley. Porque un artículo del Código Penal protege a las víctimas del terrorismo, pero deja fuera de ese paraguas legal a las víctimas del franquismo. Si ese artículo se modificara no podría haber símbolos franquistas en las calles, como no puede haber símbolos de un terrorista de ETA en una calle de Bilbao. Sin eso, la ley nace coja.

P. ¿Y sobre los símbolos?

R. Tampoco aparece en la ley un catálogo de simbología franquista. Debería estar al menos esbozado. Eso impediría lo que ha pasado aquí con Antonio Cañero, por ejemplo. Y en el preámbulo de la ley tiene que expresar que la Segunda República es la raíz del actual estado democrático. Que no es ni Juan Carlos ni la Transición ni el pacto que dio lugar a la Constitución.

Lo más necesario, lo primero, es la derogación de la Ley de Amnistía

P. Pues no parece que esté el panorama para eso…

R. Yo creo que una cosa es reivindicar la Tercera República, que a lo mejor desde el punto de vista táctico no es el momento, y otra es que desde el punto de vista histórico –la historia como práctica científica- se reconozca.

P. Ya le digo que no es fácil de ver un debate así en el Congreso, que parece que está lleno de hooligans.

R. Claro, porque la ley de memoria toca su memoria, que es hegemónica en la sociedad española. El talón de Aquiles más grande que tiene la lucha memorialista en el estado español es que la memoria de los vencedores sigue siendo hegemónica, socialmente dominante, porque la verdad no se ha contado nunca. No podemos reconciliarnos con nuestra propia historia si no asumimos que esté normalizado que la Segunda República fue un régimen democrático y único antecedente de la actual democracia. No es nada revolucionario eso, ni rupturista: es una evidencia histórica. Yo puedo ser monárquico y asumir que la Segunda República fue un régimen democrático exactamente igual que las democracias de entreguerras en otros países de Europa, con todos sus problemas y sus desequilibrios internos, pero democrático que se frustró por un golpe de estado.

P. Parafraseando a Vargas Llosa ¿cuándo se jodió el Perú? ¿Cuándo se jodió “nuestro Perú”?

R. (Ríe) Si hablamos a nivel de estado, yo me iría a Fernando VII.

P. Qué mala prensa tiene ese hombre…

R. Fernando VII no fue más que la herramienta del clericalismo más rancio y de la nobleza que lucho contra Napoleón y que luego volvió a recuperar el poder absoluto. La Constitución de Cádiz fue una oportunidad magnífica que si hubiera habido una burguesía en todo el estado como la que hubo en Cádiz en ese momento se hubiera mantenido ese impulso de una revolución democrática burguesa y posiblemente el estado español de hoy sería distinto.

El Código Penal protege a las víctimas del terrorismo, pero deja fuera de ese paraguas legal a las víctimas del franquismo

P. ¿Y más cerca en el tiempo?

R. Si nos venimos a tiempos más recientes, la cosa se jodió por la imposibilidad de la izquierda en la Transición de crear un marco unitario que asumiera las reivindicaciones de la junta democrática que fueron un gobierno provisional que regulara los tiempos de la transición y un plebiscito sobre monarquía o república, sin olvidar, si fuese necesario, la herramienta de la huelga general.

P. Se le llamó “ruptura pactada” ¿no?

R. Aquí no hubo ni ruptura pactada ni sin pactar. Aquí hubo una transmisión de las estructuras económicas y sociales a la monarquía parlamentaria y lo único que desapareció fue la superestructura de las instituciones políticas.

P. ¿Tenemos ya pues suficiente perspectiva para decir que la transición fue un fracaso?

R. Perspectiva hay. Ahora, el juicio historiográfico sobre si fue un fracaso o no, ése está por hacer. Para establecer un debate científico, sí. Para crear un cierto consenso, también. La verdad historiográfica no es más que el fruto de un consenso amplio…

P. ¿Y no se da?

R. No hay un juicio maduro y consensuado porque sigue pesando mucho la transición como mito intocable en el sistema. Es el momento de abrir el melón y establecer un debate abierto, científico, sobre lo que fue la transición.

P. Un debate que pase también por la educación, supongo.

R. Eso está mal en un doble sentido. En el sentido del currículo que sigue siendo muy timorato y muy equidistante y en el que no se han vaciado las investigaciones historiográficas de los últimos años. Hay consensos que ya están establecidos, por ejemplo: la Segunda República no fue de ninguna manera el prólogo de la Guerra Civil, fue un régimen de entreguerras similar al inglés, al alemán o al francés del mismo periodo. Eso sumado al edulcoramiento de la dictadura donde no se habla de represión, de violencia de asesinatos, sino que se habla básicamente del desarrollismo y de un primer franquismo que parece que ejerció una especie de dictablanda... eso sigue ahí. Todavía hay unidades didácticas en las que se habla de “La Segunda República y la Guerra Civil”. Ese enfoque de coyuntura es absolutamente anticientífico. Habría que hablar de la República como el último intento de hacer una revolución democrático burguesa que arrancó en el XIX, el último acto. Y la Guerra Civil enlazarla con el franquismo: república-golpe-franquismo. No se habla del golpe, parece que la guerra surge como una tormenta de verano. Porque el concepto de golpe significa acabar con la equidistancia, por eso no se habla de golpe, que significa asumir que un sector de militares se sublevó contra un régimen democrático.

La Segunda República fue un régimen democrático y único antecedente de la actual democracia

P. Yo, que soy de educación pública postfranquista, jamás oí hablar de golpe, sino de “alzamiento”…

R. “Alzamiento”, término franquista, alzamiento como algo noble: tú te alzas contra la injusticia, contra lo que te oprima…

P. Mantenemos esta conversación en los Jardines de la Avenida de Vallellano, antes Avenida del Flamenco y, un poco antes Conde de Vallellano ¿Demasiados bandazos, no?

R. Una triste consecuencia de la hegemonía social de la memoria franquista. El que no haya habido una reacción social potente ante la provocación, vamos a llamarlo así, de la actual corporación municipal respecto a Cañero, a Vallellano y a Cruz Conde indica que las bases sociales cordobesas están todavía en la vieja memoria franquista. Para mí eso es lo más triste. Y a su vez indica que nuestra derecha, supuestamente constitucionalista, tiene un hilo azul que la vincula con el franquismo, un hecho diferencial de España frente a otros países.

No se habla del golpe, parece que la guerra surge como una tormenta de verano

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