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Fernando Alberca: “La sociedad ya no educa”

El escritor y pedagogo Fernando Alberca | ALEX GALLEGOS

Juan Velasco

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A Fernando Alberca (Córdoba, 1966) se le podrán objetar muchas cosas, pero entre ellas no estará que no sepa por experiencia propia de lo que habla. Y Fernando habla de forma tranquila y pedagógica sobre educación y sobre niños y adolescentes, que es como hablar del futuro a través de otros. El maestro, pedagogo y escritor de best sellers educativos lo sabe. Por eso insiste una y otra vez en sembrar de cariño las escuelas.

Resumir el CV de Alberca es un poco farragoso, pero en él hay, como se ha dicho antes, una seguridad: no habla por hablar. Ha sido profesor en varias comunidades autónomas, director de centros públicos, concertados y privados, consejero educativo, ensayista y escritor. Y padre. Que esta ocupación, por muy natural que sea, es el pilar de su pedagogía.

Alberca ha desarrollado una carrera entre timbres de recreo, entre balones que chocan con paredes, al calor de sillas que se dejan encima del pupitre y de chicles pegados bajo una mesa. Su vida está salpicada por miles de reuniones de profesores, de padres, de charlas, de consejos, de vida, en definitiva. Y, tras décadas viviendo en las entrañas del sistema educativo, su voz, aunque baja y lineal, conviene escucharla.

Su última aventura consiste en enseñar a leer. A leer bien. 22 años ha dedicado el pedagogo a desarrollar el método de enseñanza que vertebra Pequeños grandes lectores (Editorial Vergara). La entrevista comienza con una advertencia casi premonitoria: leemos mal. El lector tiene ahora delante 6.500 palabras para entender eso que el periodista ha llamado irónicamente “el método Alberca”.

PREGUNTA. Dado que estamos presentando un nuevo libro para invitar a la lectura, habrá que empezar por el principio. ¿Se lee en España? ¿Cómo son los lectores españoles?

RESPUESTA. No se lee poco. Se lee mucho pero se lee mal. Es decir, los que leen, leen mucho, pero hay mucha gente a la que no le gusta leer. Demasiados. Salió una encuesta hace poco con demasiada gente que no había leído nunca un libro. Y es porque no ha aprendido a leer. Éste es el problema. La clave está en aprender bien o aprender mal.

P. ¿Cómo aprendió usted?

R. Yo aprendí mal, como todo el mundo (se ríe). A mis hijos son a los que les he enseñado bien. Pero yo aprendí mal, porque aprendimos por ejemplo silabeando, que es una cosa nefasta que luego arrastras hasta adulto, y un método que es el más extendido. Pero hay cinco métodos y cinco edades en las que se empieza, y tenemos que aclararnos cuál es la ideal y cuál es la mejor. Y esto es lo que intenta el libro.

P. Los niños, en cualquier caso, quizá sean los que más lean, aunque luego se va perdiendo.

R. Se va perdiendo porque encuentran más dificultad. La adolescencia hace el quedar mal cuando tienes que leer en público, por ejemplo. Hace que uno se retraiga un poquito más. Pero, normalmente, lo que ocurre es que a esas edades los niños no tienen prejuicios. Entonces, se lanzan a leer. El problema está, por tanto, en el obstáculo que encuentra cuando uno lee. Es demasiado rozamiento el que uno encuentra porque ha aprendido a leer mal, a leer desestructuradamente, con unas partes, letras, sílabas, palabras… La comprensión lectora también influye. Hay que leer con velocidad… Es decir, llega un momento en que es el método el que realmente hace que sea difícil que luego, cuando llega la adolescencia, sea difícil engancharse. Aunque haya muchos muy enganchados.

P. Y luego está el encontrar tu libro, ¿no? Ese libro…

R.

No todo el mundo encuentra su libro. Digamos que por un lado está el placer de leer, que es un placer común a todos los seres humanos. Tenemos que el problema no es el placer, sino el aprender bien a leer como para que te dé placer, ¿no? O sea, a todo el mundo le gusta leer. Esto es una realidad. Quien dice “no me gusta”, está diciendo: “Me requiere tanto esfuerzo que no me compensa”. Por tanto el problema está en cómo ha aprendido a leer realmente. Y luego está que, una vez que has aprendido a leer, hay libros que sí y libros que no. Y uno tiene que ir desechando. Y descartar un libro en diez o quince páginas.

P. Y no pasa nada.

R. Eso está muy bien. Hay millones de libros que no podemos leer en nuestra vida, porque no nos da tiempo. Y luego hay libros que a ti, no siendo buenos, te enganchan. Ahí es donde está realmente la necesidad personal, y eso es fantástico. Ahí es donde está la magia.

"Los padres tienen más adicción digital que los hijos"

P. Ha introducido usted también la variable del tiempo. El tiempo del que disponemos tanto los mayores como los niños, porque los niños ya tienen también unas agendas bastante cuadriculadas. ¿Qué peso tienen estos hábitos sociales en la lectura de los niños?

R. Hombre, si queremos que lean tenemos que darles un poquito de tiempo. Es verdad que lo importante es que se disfrute. Si se disfruta mucho se encontrará más tiempo, y si un adulto no tiene tiempo, lo que pasará simplemente es que la agenda del adulto seguirá siendo peor que la del adolescente y que la del niño. Porque el niño tiene una agenda muy apretada, el adulto también, y el adolescente no. El adolescente está más en el sofá y en su cuarto y tendría más tiempo. El tiempo se encuentra cuando el placer es alto. Y si eres mayor y no tienes realmente tiempo, pero sí te satisface mucho la lectura, aunque sea en pocas dosis, poco a la semana, el hábito sigue estando ahí. El hábito lector te permite seguir disfrutando.

P. Ajá. Luego tengo yo la impresión de que se ha desplazado en las conversaciones culturales y cotidianas esa pregunta sobre cuál es el último libro que te has leído.

R. Sí, ahora es más: ¿A qué juegas? ¿A Fortnite o a lo otro?

P. O cuál es la última serie que has visto, ¿no? El libro ha ido perdiendo un cierto prestigio cultural y coloquial. Y si no se habla en casa…

R. Sí. Pero no es una cosa que tengamos que forzar. Es un síntoma que debemos saber interpretar. Es decir, esto ocurre y ocurre porque no hay mucha gente leyendo que está disfrutando. Al mismo tiempo, por ejemplo, el que juega mucho a un videojuego concreto, está leyendo. O sea, el adolescente lee. La gente, generaciones anteriores, ni de broma se iba a leer un Harry Potter de gordo, sin dibujos. Esto era imposible. Era imposible que alguien de trece años fuera a hacer cola para comprar un libro de Harry Potter. Eso no pasaba. O sea que no es verdad que el adolescente no lea o que el niño no lea, disfrutan con los cuentos. Esto está siempre intacto, incluso creciendo. Está creciendo el placer por la lectura entre aquellos que leen bien.

Éste es el problema. Yo siempre lo desplazo a “a ver, un momento, lo que tenemos es que aprender a leer bien porque si esto lo hacemos, no nos preocupemos, el hábito será compatible”. Así podremos compatibilizar el “a qué juegas” con el “qué libro lees”. Porque muchos adolescentes se aconsejan libros. Muchísima gente está leyendo Percy Jackson o Rick Jordan. Están leyendo porque a otro le gusta. Harry Potter ha pasado así. Ha ido de uno a otro. Así que no es verdad que no se hable de eso, sino que si uno no disfruta mucho, hablará de lo que disfrute. Y los padres sí pueden sacar el tema de conversación.

P. ¿Hay que controlar lo que leen los niños y los adolescentes?

R. No llegaremos nunca, así que qué más da. Lo que hace falta es dejar que disfruten. Lo que sí habría que hacer es enseñar a nuestros hijos que hay lecturas mejores que otras, y eso se enseña de forma indirecta. Diciendo “ay, qué libro más bueno me estoy leyendo”. Pero dejemos que ellos lo hagan solos. Lo importante es disfrutar leyendo y que la propia lectura vaya diciendo “esto es un poco bazofia”. Hay un momento muy chulo en el que de pronto dejan los libros que son más superficiales y cambian. Yo recuerdo un hijo mío que al empezar primero de carrera me dijo: “Joder, es que ya no me ilusionan los libros de fantasía, que para mí eran lo más. Antes miraba los libros de ficción y pensaba que era un rollo de mayores”. Hay que dejarlos tranquilos.

"En España se lee mucho pero se lee mal"

P. Luego ha habido cambios en las formas de lectura. Hoy leen mucho en el móvil.

R. Sí. Bueno, esto no es malo, esto está bien. Lo digital es fantástico, es compatible y es una gran oportunidad para la lectura. Mucha gente está leyendo en digital para seleccionar cuál es el libro que después va a comprar. Esto es compatible y, al fin y al cabo, es lectura también. Lo que se hace en el móvil es lectura, y en una tablet también es lectura. No es el el enemigo de la lectura, ni mucho menos. Al contrario. Un chaval sabe que se puede llevar a un viaje 200 libros, y antes no se podía llevar nada más que dos. Esto no es ningún problema para la lectura ni para el disfrute.

Y los que disfrutan mucho no han dejado el papel del todo. Estoy hablando de adolescentes. Y, de hecho, te encuentras con gente de doce o catorce años que te dicen que le gusta el libro digital para unas cosas y para otras, aventuras y tal… Me decía un niño: “Las aventuras en que siento miedo me gustan más en papel, porque me las llevo a la cama”. En fin, ya se irá diluyendo esto conforme vayamos creciendo, pero lo digital es chulo.

P. ¿Hasta qué edad conviene que el niño no tenga un móvil?

R. Pues yo asesoro educativamente a una pantalla digital, se llama empantallados.com, que ha sacado justo un estudio ahora con GAD3 de familia y pantallas. Una de las cosas que nos preguntábamos es a qué edad se aconseja un móvil. Nos está saliendo que suelen ser los 14 años, cuando la mayoría de padres cree, según la encuesta, que está preparado el niño. En la realidad, la respuesta correcta es cuando el niño esté preparado para utilizarlo bien. Esto es como a qué hora debe nadar un niño en el mar. Pues cuando sepa nadar y cuando no le ocurra nada.

Hay niños que por su madurez y su responsabilidad, el móvil no les va a hacer daño, porque en principio da muchísimos beneficios. Y hay niños que con 40 años no saben utilizar la tablet. Esto depende de la formación del chaval. En sí, el móvil no es malo. Depende del uso que le demos. Hay niños muy preparados a edades muy cortas. Depende. Si no lo pide, pues nada. Pero si lo pide, pues tú puedes ver una serie de condiciones. Un móvil es muy útil educativamente. Por ejemplo para controlar el impulso de dejarlo.

P. ¿Y eso se está enseñando?

R. Yo creo que no. Lo aprenden de manera natural. Nos ha superado. Nos ha llegado antes de que nos preparáramos. Entonces nos ha barrido y la gente está dando el móvil como un regalo y como algo además personal y estamos alimentando sin darnos cuenta una cosa que sí que tenemos que cuidar, que es que el niño no se vaya hacia el individualismo, se vuelva hacia adentro y se aisle del resto. Que incluso creyendo que tiene contactos con gente, por jugar online, por ejemplo, no crea que está teniendo amigos, sino que simplemente está jugando cooperativamente. Porque un amigo es algo más. Bueno, pues con este cambio generacional tenemos que tener cuidado.

"(El móvil) No es el el enemigo de la lectura, ni mucho menos"

P. Es que esto es algo que quizá deberíamos aplicarnos los adultos.

R. Sí. Esta encuesta reflejaba que los hábitos de adulto son peores que los del niño. Es decir, que los padres se van a la cama con el móvil más que los hijos. Lo único que hacían más los hijos que los padres era estudiar con el móvil, pero porque los padres no estudiaban. Pero en lo demás… Las horas que pasan con el móvil enganchados son más. Los padres tienen más adicción digital que los hijos.

P. Uno de los aspectos de los móviles más peligrosos y a los que llegan antes son las redes sociales.

R. Sí.

P. Esto sí que puede tener un efecto más, no me gusta decir peligroso, pero sí que afecta en cómo se relacionan los niños con el mundo.

R. Es abrir… No es lo mismo jugar en tu patio que abrir la casa. Pero sí que depende también de cómo enseñemos a utilizarlo. Por ejemplo, Instagram, que es lo que más se está utilizando, pues saber hasta dónde está el límite en fotografías, en expresiones, en datos… Todo esto hay que aprenderlo. Esto antes no era una necesidad y ahora es una necesidad vital. Hay que darse cuenta de que esto ha cambiado y de que es un oportunidad también buena. Ahora se le puede decir a nuestro hijo: “Cuidado, antes no había peligro de que alguien pudiera estar observando”. Así que también tenemos que saber.

Es una parte de la educación que tenemos que transmitir a nuestros hijos. No podemos evitar que tengan un móvil, que tengan Instagram, y luego esperar que salgan bien educados. Es que lo van a tener, así que hay que aprovecharlo para educar y ya está.

"Los padres de los agresores en el caso de Bullying es que no ven la realidad"

P. Yo he hablado con algunos policías y dicen que, ante delitos de acoso cibernético, los padres de los niños que lo hacen tienden como a quitarle importancia porque no hay violencia física.

R. Bueno, hay bastante violencia, aunque no sea física. Los padres de los agresores en el caso de bullying es que no ven la realidad. Como los agresores. El agresor no es la pieza clave, es el verdugo. Y la víctima tampoco es la pieza clave porque con sobrevivir tiene de sobra, y no le podemos pedir más. Ahí están los testigos. A ellos es a los que hay que llegar. Yo creo que, cuando un policía va a un colegio, les habla a los testigos para pedirles que cuando vean un determinado comportamiento se llame la atención, porque es algo que hay que pararlo y la víctima necesita de tu actuación. Esto es algo que hay que aprender, a ser buenos testigos. Porque la mayoría no somos ni verdugos ni víctimas. Y entonces, si funcionamos bien como testigos, las víctimas y los verdugos son menos.

P. ¿Cómo se genera esta cultura del encubrimiento o de la indiferencia desde tan pequeños?

R. Bueno, ha sido una cultura que mezcla tres cosas: una que venía de antiguo, que viene de antiguo y hemos heredado, que es la del chivato. Esa idea de que eres más hombre si no te chivas. Esto, me imagino yo, algún culpable lo debió meter esta idea y se nos ha quedado ahí. Esto se está cambiando. Yo creo que muchos escolares, especialmente en Primaria, hoy creen que hay que acudir a la autoridad. Y es verdad que la autoridad hoy tiene que estar muy fina, porque lo que ocurre es que, si enseñamos a los niños a que acudan a la autoridad y la autoridad mira para otro lado, y dice que “son cosas de niños”…

Realmente, tenemos que hacer las dos cosas: una, enseñar a nuestros hijos a nuestros alumnos a que acudan a la autoridad, pero la autoridad tiene que estar muy rápida y ejecutar lo que tenga que ejecutar e intervenir. Eso, por un lado. Pero es que también es que hay mucho individualismo y uno ya no se educa en sociedad, se educa dentro de casa, y por la calle ve a alguien actuar mal y no se mete. Y al no meterse, pues evidentemente, el culpable se infla más y es más capaz de extenderse. Esto sí que es un mal nuestro. Vamos a lo nuestro y, si el otro se porta bien o mal, no va con nosotros.

P. Se está perdiendo de alguna manera la educación comunitaria que había antes, ¿no?

R. Sí. Antes se educaba más en sociedad. Muchas veces me preguntan si es más caro educar ahora o antes y por qué. Antes los padres y los abuelos no sabían nada, no leían ni un libro, no iban a ninguna conferencia, y cómo salían de bien educados los hijos… No es tan fácil como decir “no hagas nada que salen bien educados”. Lo que está ocurriendo ahora, a diferencia de antes, es que antes todo un pueblo educaba. Un niño iba por la calle, tiraba un papel al suelo, y un señor mayor le decía: “Niño, eso a la papelera”. Y el niño lo cogía, eso le daba vergüenza, y lo echaba a la papelera. O le daba igual, pero lo hacía nada más que por evitar problemas. Y hoy en día, igual coge la papelera y se lo tira en la cabeza al abuelo. La sociedad ya no educa. O te educas en tu casa o nadie va a venir a educarte, el profesor tampoco.

Pienso, por ejemplo, en la convivencia. Anda que no hablamos de días de la paz. Y no puede haber más violencia dentro de una misma clase. Tú no puedes hablar del Día de la Paz y luego dejar que se peleen. Y, cuando se pelean, que diga el profesor: “¡Niños, no os peleéis, no seáis malos!”. ¿Pero cómo? Habrá que hacer algo más, habrá que convencerles de lo bueno que es no pelearse. Yo es que creo que somos muy hipócritas en todo esto de la educación.

P. ¿Se habla lo suficiente suficiente de educación hoy en día?

R. Se habla muchísimo de educación. Lo que pasa es que no se lleva a la práctica. Hay muchísima gente que sabe, por ejemplo. Se sabe que tenemos ser mucho más emocionales, tener más motivación, más autoestima… Pero ahora le preguntas a cualquiera cómo se consigue la autoestima de un alumno y no te dice nada cierto. Se habla de creatividad, y no te dicen cómo se hace a alguien más creativo. Yo creo que hablamos de mucho pero no sabemos explicar cómo se consiguen las cosas. O sea, el primer paso es lo que nos falta.

"O te educas en tu casa o nadie va a venir a educarte"

P. ¿Qué asignaturas sobran y cuáles faltan en este sistema?

R. Puff. Mucho. En un libro publiqué hasta quince asignaturas que faltaban.

P. ¿Quince?

R. Quince son las que faltan.

P. Pero habrá que quitar entonces una docena.

R. No. Lo que es absurdo… Mira, yo tengo la suerte de dar clases en Secundaria y en Magisterio, en la universidad. Y es absurdo que en la universidad haya cuatrimestrales y que en primaria y secundaria todas las asignaturas sean anuales. Hagamos cuatrimestrales y verás como caben muchas más. Luego hay algunas que no sirven y contenidos que hay que revisar. Hay que meter asignaturas nuevas, algunas tradicionales de toda la vida, como teatro, artes escénicas, comunicación visual… Esto hay que meterlo. Esto es evidente. Y en su día, por lo menos, había extraescolares de teatro. Es que es necesario. Todo el mundo queremos que hable en público, todo el mundo puede ser político, aunque sea para defender su propia empresa en un medio de comunicación. Luego hay nuevas, por ejemplo gestión de emociones, que hay que enseñarlo en la escuela. Es decir, es que esto, o lo llevamos al psicólogo después a que se lo enseñe. Pues bueno, mejor se lo enseñamos en la escuela.

"Es absurdo que en primaria y secundaria todas las asignaturas sean anuales"

P. ¿Y qué sobra?

R. Puff… La lengua que se enseña en la escuela… Yo animo a que cojamos un libro de tercero de primaria, uno de sexto y uno de tercero de ESO de lengua y descubriremos que es exactamente igual. Esto que es, ¿una tomadura de pelo? Pues sí. Sabemos que el de tercero no lo aprende, por eso en sexto lo repetimos… Enseñamos cosas que no sirven absolutamente para nada. Yo estudié Filología. Y los tipos de sustantivos no sé muy bien a quién le interesan. Yo puedo discutir con cualquiera. Hay un montón de cosas. Y tenemos horas y horas y horas y no enseñamos ni a leer, ni a escribir, ni a hablar. Entonces, si dedicáramos toda la Primaria a hablar mejor, a leer mejor y a escribir mejor, tendrías toda la Secundaria con menor fracaso escolar.

Es que, resulta que tenemos un fracaso escolar altísimo con tíos listísimos. Porque luego hacen cosas increíbles. Los españoles son tíos listos. En empresa, en deportes, en artes… El cocinero éste, José Andrés, este tío es listísimo. Y nos vamos a un pintor, y tenemos a Miquel Barceló. Y Nadal… ¿Qué está pasando? Si somos tipos que luego nos comemos el mundo cómo podemos tener un fracaso escolar del 46% en alguna comunidad autónoma. Esto es lo que sí hay que cambiar.

P. ¿Cómo se cambia eso?

R. Pues hay que cambiar los contenidos, las asignaturas, la relación del profesor con el alumno… Es la clave, ahora mismo. Que sea mucho más emocional y mucho mas positiva.

P. ¿Pero cómo se logra eso? Vivimos en una utopía de orden y la educación es profundamente racional.

R. Sí. La escuela está volcada al hemisferio izquierdo del cerebro. Es el que se ha comido más el ordenador, capaz de asociar ideas más rápido. Sin embargo, el hemisferio derecho, el de las emociones, creatividad, imaginación, emoción, síntesis… A ése los ordenadores no llegan, no pueden generar ni una sola emoción. Se ve que lo más humano es el hemisferio derecho, y sin embargo la escuela solo mide el izquierdo. Esto viene del Siglo XVIII, del Racionalismo. Y todavía vivimos eso. Todavía parece que lo de ciencias es más que lo de letras y que lo lógico es más seguro y más cierto que la intuición, cuando es evidente que no funciona así. De hecho, el cerebro humano no es solamente lógico, y el de los niños menos. La lógica es muy pequeña en el razonamiento de un niño. Y es emocional. Todo esto, hasta que no lo cambiemos, es un lastre.

P. ¿Tiene el fracaso hueco en el sistema educativo español?

R. El éxito es el que tiene hueco, porque más fracaso no podemos digerir. Tenemos oficialmente un 24% de fracaso. Hemos creado una vía peligrosa, que es la FP Básica, que está bien pensada, pero es una teoría. Porque en la práctica está mal utilizada. Porque con esto le dices a los niños que pueden evitar 3º y 4º de ESO. Al mismo tiempo, hay una cultura en la que uno se evita el esfuerzo. Con lo cual, hay gente muy lista diciendo “yo me voy a FP Básica”, cuando pueden hacer una carrera universitaria. Y, sin embargo, se está metiendo en un embudo. La FP Básica da unos sueldos que son los que da y que son muy limitados. Se está creando un sistema complejo que se está olvidando de lo básico, que es que hay que mejorar la relación afectiva, porque quien estudia, estudia por afecto.

"Tenemos un fracaso escolar altísimo con tíos listísimos"

P. ¿Esto cómo se explica? Estudiar por afecto.

R. Sí, se estudia porque te cae bien el profesor o te cae bien la asignatura o te cae bien la cara de tus padres cuando apruebas. Pero nadie estudia porque tenga una obligación o porque el día de mañana sea un porvenir, porque ya nadie se cree lo del porvenir. Después de la crisis…

P. Claro, es unas de las preguntas clave. Si la educación está siendo sincera con los niños y les está advirtiendo de lo que puede ser que ocurra. Que es posible que en veinte años no sean ni necesarios ciertos empleos. Es lo más básico y no se les está diciendo.

R. Estoy harto de decirlo y sin embargo no lo aplicamos. Sabemos mucho de la cabeza y del corazón humano, y de lo que necesitamos el día de mañana. Esto es gente flexible, creativa, que pueda resolver problemas, que pueda trabajar en equipo… Y la escuela es todo lo contrario: estudias de memoria, no creas memoria… Como seas creativo en un examen te bajo la nota… Y esto, que suena a antiguo, se sigue haciendo hoy todos los días. Esto es lo que hay que cambiar. Y hay que empezar por empezar a leer. Es que hay que cambiar hasta la forma de empezar a leer. Pero es difícil introducir cambios si no prestigiamos el profesor más.

P. El profesor es la base para que esto pueda cambiar.

R. Sí. Yo lo noto en las clases de Magisterio. La revolución va a empezar por el profesorado.

P. En los centros en los que el profesor está mejor considerado el rendimiento de los alumnos es más alto.

R. Sí. Pero uno está bien considerado si quiere mucho a los alumnos. Si les exige mucho, pero les quiere mucho. Eso el alumno lo pilla. Dice “vale, tú me vas a enseñar mucho, pero contigo no tengo ningún peligro. Yo sé que siempre vas a estar de mi parte. Y que vas a poner toda tu profesión docente en que yo quede bien, y vas a conseguir que yo no suspenda. Entonces, estoy en tus manos. ¿Que tengo que hacer la tarea? Pues hago la tarea”. Pero, cuando es todo por obligación, esto… Hoy en día no funciona así, hoy tienes que enganchar a los alumnos y luego llevarlos donde quieras. Pero lo primero es conectar emocionalmente con ellos.

"La revolución va a empezar por el profesorado"

P. ¿Y eso cómo se hace?

R. Pues aprendiendo cómo funcionan las emociones. Esto falta en nuestra formación docente. Imaginemos alguien que hace matemáticas, que es pura lógica, y que, después de hacer matemáticas, hace un máster de un año y pasa a ser profesor. Tú dile que gestione las emociones para sacar el talento de los alumnos. Yo di un seminario en una universidad, en la de Córdoba, que es para tutores. ¿Cómo sacar el talento de los tutelados? Cómo sacar emocionalmente este talento. Pues empecé a explicar la diferencia entre sensación, emoción, sentimiento, porque son cosas muy distintas. Y es que, si no sabemos eso, cómo vamos a trabajar. Y los docentes tienen que saber eso. Una de las cosas que muestra este libro es que quienes leen peor son los que están enseñando a leer.

P. ¿Cómo es eso?

R. Los que peor leen son los docentes que están enseñando a leer. Los de infantil son los que peor leen.

P. Volvemos al principio: Infantil y Primaria son la base. La casa hay que empezarla por ahí, aún sacrificando a la Secundaria.

R. Leen mejor las mujeres que los hombres, y dentro de todo, nos sale que en Infantil los docentes son los que peor leen, y después Primaria. O sea que, en manos de los que están enseñando a leer están los que peor leen. Esto no puede ser. Algo tenemos que hacer, que no pasa por cambiar los docentes, sino enseñar un método bueno. Porque los profesores están enseñando bien a leer pero con un método inadecuado e incompleto.

P. ¿Hay que ir hacia métodos como el Montessori o el Waldorf?

R. Uff… Eso está muy pasado. Los dos. Los conozco muy bien. He trabajado mucho con ellos, asesorando incluso a Montessori Internacional (AMI). Porque Montessori no tiene patente y a cualquier cosa podemos llamarle Montessori. Y luego ellos han creado un colegio Montessori, por ejemplo hay uno en Girona que es un poco bandera. El Montessori es muy antiguo, para empezar. Y de pronto dio una serie de aciertos fantásticos. Era una vanguardia en su momento que nos ha venido muy bien. Esto es un hecho.

P. Parece un poco como que se ha dado la vuelta y ahora se está hablando otra vez de él.

R. Se está recuperando porque no sabemos para dónde tirar. No es por otra cosa. Estamos buscando cualquiera que suene novedoso. Fue novedoso y no lo es ahora. Es incompleto. O sea, Montessori no es un método completo. De hecho, están buscando horizontes. Yo les noto cómo buscan horizontes, porque faltan. Waldorf es otra cosa. Es algo que en la teoría funciona, pero no es… De hecho, no es un pedagogo quien lo crea. Es uno que montó una guardería para su empresa. Pero tiene de bueno que se aprende mucho jugando. Esto es cierto. Pero para eso hay que blindar las tardes de nuestros hijos. No puede haber tareas escolares. No puede haber.

P. Deberes.

R. Claro. A mí me preguntan ¿cuánto debe haber? Cero. Es que no puede haber. En cuanto haya deberes, ya has cubierto la tarde. Entonces no puede ni pelearse con los hermanos, que es fantástico, ni jugar, ni aburrirse, ni leer. Entonces, te quitas todo lo importante. En esto se aprenden cosas más importantes que en la escuela, y si el padre se tiene que organizar de otra forma, tendrá que hacerlo. Pero no podemos llenarlo nosotros para que la jornada escolar llegue hasta las diez de la noche. Esto tenemos que cambiarlo. Y para esto tiene que haber una programación detrás. Ése es el problema de Waldorf. Normalmente, cuando va creciendo, el niño que ha hecho infantil con Waldorf, en Primaria tiene más problemas. Porque está bien eso, pero conviene no olvidarse del hemisferio izquierdo. Lo ideal es ser completos.

Cuando hablamos de Montessori, Waldorf, de 50 más, hay que saber que estamos recurriendo atrás porque no sabemos para dónde tirar. Pero hay que ir hacia adelante.

"Hay que blindar las tardes de nuestros hijos"

P. Entiendo. ¿Es lo mismo dar clase en un colegio privado que en un colegio público? ¿Hay dos velocidades?

R. Buff… Hay 500 velocidades. Las clases son todas distintas. Porque son los alumnos los que marcan el ritmo y todos son distintos. Yo he dado en los tres. En la concertada, en la pública y en la privada. He dirigido colegios distintos. Y me parece que hay que romper las barreras. Hay que darse cuenta de que todo es educación y que todo conviene. Y que un niño es un niño. Yo le digo mucho a mis alumnos que si no están dispuestos a darle clase a un niño que acaba de llegar en una patera y que no entiende absolutamente nada y estás en el centro de menores, si eso no te gusta, es que no te gusta dar clase. Pero si eso te encanta, también tienes que ser capaz de darle clase a un niño que es muy rico, se lo tiene muy creído y está sobreprotegido. Y encima te chulea. Porque el primero también te puede chulear, y eres tú el que tienes que ganártelo y no puedes hacerle ascos a ninguno.

Y así es cuando te vendrá uno con una ideología, otro con una religión, y te dará exactamente igual, porque tú eres capaz de llevarte bien con todo el mundo. Entonces, esto es lo importante, que el docente sea muy flexible, tenga mucha capacidad y pueda estar en la privada, en la concertada o en la pública. Y, al final, los tres son necesarios. Y no hay un tipo de persona que está en un sitio. Yo he visto pijos en los tres, y gente con muchísimas necesidades económicas en los tres. En la privada, a base de pedir dinero a alguien o por becas. Es decir, no podemos ser tan clasistas, tan torpes o tan miopes de decir que hay tres escuelas. La escuela obedece a muchas circunstancias.

P. Pero no me negará que existen los guetos educativos. En esto estamos de acuerdo. Le puedo poner como ejemplo el Colegio Duque de Rivas, de Las Palmeras.

R. Claro. Hay una serie de condiciones que a veces no deberían ser tantas. Yo he ido a dar charlas de motivación de alumnos a las Tres Mil Viviendas o a Horcasitas, en Madrid. Y cuando me llamaron, me dijeron, sin conocerme de nada: “¿Tú serías capaz de dar una conferencia en un colegio de Horcasitas?”. Ésa era la pregunta. Yo dije: “Bueno, ¿qué tiene Horcasitas?”. Horcasitas es el tercer barrio más pobre de Madrid. No sé si el tercero, el cuarto o el segundo, en fin. El colegio estaba rodeado de edificios donde había muchísimo tráfico de armas e iba a hablarle a los alumnos de 4º ESO y luego a sus padres. Había madres, sobre todo. E iba a decirle a los niños que estudiaran, para que siguieran estudiando después de la ESO.

Y claro que hay cosas que son diferentes. Aquí en Córdoba a veces da un poco… Las Margaritas está en plena ciudad. No es una cosa… Lo que pasa es que todo barrio tiene su lenguaje. Y los alumnos tienen su propio lenguaje. Si tienes un niño paquistaní entre niños españoles, también tienes que saber hacerlo para que no se sienta él el raro. Es decir, yo creo que, cuando estás en clase, da igual el edificio y el barrio, tienes que enganchar a los alumnos. Llegar a lo máximo que puedas. Y esa es nuestra labor profesional y yo la he hecho en sitios con muchas necesidades económicas, y he visto muchas necesidades afectivas en los dos sitios. O sea que depende de cómo te muevas. Yo, personalmente, me cambio de vestimenta.

"Yo creo más en los profesores que en los colegios y en las instituciones"

P. ¿Usted cree que la religión tiene demasiado peso en la educación española?

R. Cada vez menos. Aquí hay que saber que el profesor es el que marca realmente el peso. Cuando a mí me preguntan sobre un colegio bueno, yo contesto: “Te puedo decir profesores buenos, colegios buenos no acabo de encontrar nunca”. Yo creo más en los profesores que en los colegios y en las instituciones. Con esto pasa igual, hay profesores que transmiten un peso de la religión o del ateísmo demasiado excesivo. Y lo que sí necesitamos son docentes que claramente apuesten por la libertad. En temas religiosos y en todos los temas. Que el maestro sea religioso no hace daño. Incluso, me parece muy pedagógico ver a un profesor que es muy religioso hablar de libertad religiosa. Eso es mucho más importante. Es más educativo que decir que no se hable de religión o imponer religión o ateísmo. Es más la libertad lo que hace bien al niño.

P. ¿Pero, de alguna manera, la religión ha ocupado un espacio que deberían ocupar valores cívicos en la educación general?

R. Bueno, muchos valores cívicos vienen de alguna religión. Entonces, valores sobran en la escuela. Lo que hace falta son acciones. Actos concretos. Como te decía antes, el Día de la Paz me pone muy nervioso cuando ves los índices de violencia. Entonces, los valores se han quedado en la cabeza, pero no se ha exigido que se lleven a la práctica. Hablamos muchísimo de compartir, de los niños que tienen hambre, pero ¿qué hemos hecho? La papelera está llena de medio bocadillo. Esto es lo que no hemos llevado a la acción. Y eso sí que es educativo y deberíamos darle una vuelta.

P. Ahora, con la irrupción de Vox se está hablando mucho de la educación en igualdad en el colegio. He visto un vídeo en el que algunos dirigentes de Vox casi sugieren que hablar de homosexualidad casi incita al niño a ser gay o a tener comportamientos que consideran “antinaturales”. No sé si usted comparte esta teoría.

R. No.

P. ¿Hay que hablar de igualdad en el colegio?

R. Por supuesto. En la educación hay que hablar de todo. A cualquier edad. Una de las preguntas más frecuentes es cuándo hay que hablar de sexo con los hijos. Como tardes más de los 4 o 5 años en hablar de sexo con tus hijos has llegado tarde. Es decir, ¿cuándo? Pues cuando puedan entender. Y de la forma en que puedan entender. O sea, en educación se puede hablar absolutamente de todo, que es lo bueno. Porque la educación es una cosa muy seria.

"Como tardes más de los 4 o 5 años en hablar de sexo con tus hijos has llegado tarde"

P. Sí, pero no hablo de padres e hijos, sino de profesores a alumnos. Es que hay padres que no quieren hablar ellos de estos temas…

R. Pues es exactamente igual. Claro que podemos hablar de todo, pero siempre con muchísima libertad. El docente no es un político. El político puede decir lo que quiera. Vox puede decir lo que quiera. Porque no se sabe muy bien qué busca cuando dice algo. Me da igual porque no es mi especialidad. Pero sí que el docente tiene la obligación de ayudar a desarrollar a las personas para que cada uno sea mejor lo que él mismo quiere ser. Y ser más feliz. Y eso da igual cómo. Necesitamos que, sea cual sea la materia, homosexualidad u otra, por supuesto que se puede hablar con libertad. Y que el alumno vea en el profesor que no le está dirigiendo, que le está ayudando a aclararse. Es decir, damos información, pero no decimos lo que tenemos que hacer. Porque eso es guiar no orientar. El profesor tiene que ayudar a aclararse, pero no tiene que enseñar lo que tiene que pensar, ni tiene que enseñar lo que tiene que decir, ni qué hacer. Siempre se puede tocar el tema con libertad. Yo tengo alumnos homosexuales, compañeros homosexuales…

"Quien estudia, estudia por afecto"

P. Pero educativa y psicológicamente es algo que es bueno. Es importante que se reconozca la diversidad que existe. Es como hablar de los empleos que vienen. Es hablar de realidades.

R. Los profesores tenemos la obligación de hacerlo bien con todos. Y eso quiere decir con la diversidad de cada uno. O sea, yo tengo un tema en mi asignatura de Magisterio que es Atención a la Diversidad. Y me dedico a cargármela entera. Porque, ¿para qué vamos a dar un tema que dice que todos los que encontréis son diversos? ¿Qué hay que hacer con TDH? ¿Qué pasa con Juan? A Juan se le ha muerto el perro, y eso es una diversidad como un camión. Hay que tratar con felicidad y con cariño. El ser humano es mucho más que la etiqueta de “tengo dislexia”, “tengo TDH”… Ahí es donde sí que hay que cambiar. Y para eso hay que hacerlo con mucha honradez. Tú te acercas a un niño y le dices lo que piensas si te pregunta, pero nunca le dices lo que harías. Porque nunca ha existido ninguna persona que sea él. A mí me da igual que uno sea del Barça o del Madrid. Lo que no hay que hacer es manipular ni por un lado ni por el otro.

P. Me quiero despedir con una nota de humor, pero que me parece muy resaltable. Y es que tengo amigos que son padres y que me comentan que la auténtica pesadilla de la educación contemporánea son los grupos de WhatsApp del colegio.

R. Es lo peor. Es una inmadurez… Te das cuenta cómo la gente de 40 baja a tener 16 en un grupo de WhatsApp. Pero es un tópico. Es un tópico literario y por sí. El grupo de WhatsApp de 5º de Primaria, que son los peores porque coincide la edad de los padres y de las madres. Es verdad que te metes en un grupo y sales salpicado siempre y no te puedes quitar del todo…

P. Quizá da para un próximo libro, Fernando.

R. El Grupo de WhatsApp de padres del colegio… Pues un capítulo por lo menos sí que da.

"Somos muy hipócritas en todo esto de la educación"

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