Guillermo Carnero ante la fértil tortura del amor
“El amor, infeliz. Cómo debe ser”, se ha explicado este jueves en Cosmopoética Guillermo Carnero (1947, Valencia), uno de los nombres que justifican la importancia que tiene un festival como éste para una ciudad como Córdoba, que una vez al año puede escuchar de viva voz a algunas de las plumas más importantes de la literatura y la poesía española.
La presencia de Carnero ha caído en un día en el que la veteranía se ha impuesto a la juventud. Su recital, en el que ha estado acompañado por el sevillano Gonzalo Gragera, ha precedido el diálogo que ha protagonizado después la nutrida escritora norteamericana Donna Leon, nacida, como el poeta valenciano, en los lejanos años 40 del pasado siglo.
Claro que ni uno ni otro ha querido hablar desde la nostalgia. Carnero, de hecho, ha escogido su última obra, Carta florentina (Vandalia), un poema río de 757 versos que constituye el quinto de una serie de poemas de amor dedicadas a una misma persona. Y, como todo los poemas de amor, han de estar bañados en tristeza.
“Ser feliz y artista no lo permite dios”, decía Manuel Machado. “Los hartazgos de felicidad son mortales”, replicó Baltasar Gracián. A ambos los ha traído Carnero antes de embocar su última obra, y confesar: “Gracias a que me he librado de la felicidad, he podido escribir estos cinco libros”.
A su lado, un Gragera que ha comenzado su recital confesando que jamás en su vida se había imaginado sentado a la derecha de Carnero, y que ha leído una serie de poemas que tocaban otras temáticas, incluida la política, en un recital cosmopoético en el que ha debutado entre el público el alcalde, José María Bellido.
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