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Gervasio Sánchez afirma que el fotoperiodismo en España se halla en estado de “muerte súbita”

Visitantes en la exposición de Gervasio Sánchez. | MADERO CUBERO

Juan Velasco

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El fotógrafo Gervasio Sánchez considera que “en España el fotoperiodismo está en una situación prácticamente de muerte súbita”. El reconocido fotoperiodista cordobés, que es uno de los participantes en la exposición 50 fotografías con historia, instalada en el Paseo de la Victoria hasta el 3 de junio y perteneciente al programa de la XVI Bienal de Fotografía de Córdoba, lamenta que en este país “es imposible vivir del fotoperiodismo”.

En un comunicado difundido por la Bienal, Sánchez señala que, “salvo algunas excepciones: estamos ante la mejor generación de fotoperiodistas que ha habido en España, pero todos casi sin excepción trabajan fuera”. Los que se quedan aquí “malviven, son maltratados permanentemente y si trabajan en zona de conflicto no se tiene en cuenta un hecho básico como es los gastos que esto supone”.

En otros países europeos, afirma, el panorama “está mucho mejor: en el mundo anglosajón, Gran Bretaña y Estados Unidos, y también en Alemania y Francia se respeta bastante más el trabajo del fotoperiodista”. Y aclara que “no se trata de un problema derivado de la crisis, es muy fácil citar la crisis para explicarlo todo: en España esto ocurría incluso en los años boyantes en que los medios de comunicación ganaban auténticas millonadas y maltrataban y malutilizaban a los colaboradores de prensa, hacían valoraciones siempre a la baja…, y personajes clave de las estructuras de los medios hacían lo imposible para pisotear los derechos de los fotógrafos”. “Evidentemente”, añade, “había excepciones, y los que hemos trabajado tantos años sabemos valorarlas”.

Sánchez acaba de regresar de El Salvador, donde en los últimos días ha protagonizado diversas actividades, entre ellas la inauguración de su exposición Vida. “He estado allí bastantes veces, la primera de ellas en 1984, en plena guerra civil. Trabajé muchos años en esta guerra, hasta que acabó en 1992, y después he realizado dos de mis trabajos más importantes, Desaparecidos y Vidas minadas, también en El Salvador. Así que en este caso era un viaje casi de placer”, señala.

Comisariada por Gerardo Mosquera, Vida está realizando una itinerancia por Centroamérica que arrancó en Guatemala y Honduras. El cordobés ha participado asimismo en el Foro Centroamericano de Periodismo del diario El Faro y ha impartido un taller y varias conferencias.

Centroamérica es un espacio geográfico fundamental en la trayectoria de Sánchez: “Ahí fue donde empecé a hacer periodismo hace la friolera de 35 años. Para mí, volver a El Salvador, Honduras y Guatemala, países a los que he viajado mucho en 2018 y 2019, es especial porque les tengo un gran cariño. Son países que han sufrido mucho y que padecen una violencia estructural”, señala.

Sánchez prepara para 2022 una nueva entrega de uno de sus proyectos más emblemáticos, Vidas minadas. 25 años, que tendrá entre sus protagonista a Manuel Orellana, “que perdió ambas piernas cuando estaba a punto de acabar la guerra de El Salvador” y con quien ahora se ha vuelto a reunir.

Después de la exposición antológica que protagonizó en la decimocuarta edición de la Bienal de Fotografía de Córdoba, en 2015, Sánchez regresa a este acontecimiento a través de la colectiva 50 fotografías con historia, organizada por Acción Cultural Española a partir de un proyecto de Signo Editores y que puede verse hasta el próximo lunes en el Paseo de la Victoria. “Es un trabajo magnífico, y además lo están moviendo incluso por fuera de España”, indica el ganador del Premio Nacional de Fotografía en 2009, que destaca que la Bienal cordobesa se ha convertido en un acontecimiento fotográfico “de referencia en España”, por lo que espera “que las autoridades municipales y las de otras instituciones que participan o que deberían participar la tengan en cuenta como uno de los referentes importantes de la fotografía contemporánea”.

El fotoperiodista considera que el momento principal en la configuración de su mirada se produjo a comienzos de los años 90: “Empecé trabajando como fotógrafo de conflictos en los 80. Yo estaba entre mis 20 y mis 30 años y trabajé mucho en Centroamérica, fotografiando de una manera muy mecánica: qué es lo que importa, lo que interesa, lo que los medios quieren… Pero a finales de los 80 o principios de los 90 me di cuenta de que tenía que buscar mi manera de contar las cosas, otra manera de contar lo que todo el mundo contaba. Empecé a trabajar en blanco y negro y a afrontar proyectos como El cerco de Sarajevo, Vidas minadas, Desaparecidos, Niños de la guerra… Ese salto en mi manera de trabajar y contar las cosas se produjo por lo tanto mucho antes de que llegara la era digital”.

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