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Rafael Ávalos

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Hasta en las condiciones meteorológicas resulta especial. Una circunstancia ésta que se mantiene incluso en una situación tan distinta. Porque en el recuerdo quedan, entre los más veteranos al menos, mañanas de cielo plomizo y tardes de nubes claras. De hecho, es posible rememorar días de inicio lluvioso y desarrollo soleado. Quizá sea tan sólo una nota curiosa, o una casualidad en determinados momentos, pero el tiempo es habitualmente generoso con el Martes Santo. Tanto es así que la primera cancelación de estaciones de penitencia no llegara, por suerte por otro lado, hasta 2013. Se trata de una de las señas de identidad de la tercera jornada de Semana Santa en Córdoba, si bien la principal es la madurez pese a la juventud de sus hermandades. Hecho que otorga sello propio y que no desaparece siquiera en un 2021 tan atípico y complejo.

Completamente afianzada está la jornada gracias al trabajo de corporaciones en cierto modo recientes y a la vez perfectamente establecidas. El ejemplo de su consolidación se tiene en un dato de gran relevancia a nivel histórico: junto con el Viernes Santo es el único día en que todos los cortejos y pasos acudieron a la Mezquita Catedral mucho antes del traslado de la Carrera Oficial. Sea como fuere, la pandemia de Covid-19 y la especial celebración de la Pasión este año no hizo desvanecer lo más mínimo el sello propio del Martes Santo. Fue perceptible este signo de firme convicción desde primera hora en la parroquia de Santa Victoria. Porque sobre las 9:30, aproximadamente, abrió sus puertas el templo de El Naranjo. Allí aguardaban el Santísimo Cristo de la Agonía y Nuestra Señora de la Salud, titulares de una cofradía sabia en esfuerzo y devoción.

Las sensaciones de cada año en torno a las imágenes volvieron a la Agonía gracias no sólo a la labor de sus miembros sino a la raigambre de la vecindad. Curiosamente, la hermandad comienza su estación de penitencia en la Mezquita Catedral, que queda lejos doblemente para sus componentes. Sello propio, quizá de más sobriedad en su conjunto, es el que tiene también, por supuesto, la Santa Faz. Radicada en uno de los escenarios esenciales de la Semana Santa de la ciudad, tanto por ser punto de partida de múltiples hermandades como por ser sede de tres -una perteneciente a ella pero en San Roque-, la corporación permitió al igual que el resto la veneración pública. En este caso, y en la parroquia de San Juan y Todos los Santos (La Trinidad), a Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de la Trinidad. Ese aire solemne pero con mucha luz estuvo presente durante toda la jornada.

Igual que ocurrió en una de las corporaciones más atractivas para la juventud. Suele ser lo acostumbrado en relación a su advocación, que no es otra que el Prendimiento. También importa el hecho de que, como ocurre en otros lugares, sea de ligazón con la casa salesiana. Lo cierto es que el santuario de María Auxiliadora se engalanó para recibir a centenares de personas con deseo de rendir culto a Nuestro Padre Jesús, Divino Salvador, en su Prendimiento y Nuestra Señora de la Piedad. En este templo, y en otros, los actos fueron diversos también de carácter interno o aunque abiertos pero con más significado particular. Como la ofrenda que dedicó la Agrupación Musical Santísimo Cristo de Gracia, que acompaña con sus sones al Señor de Antonio Dubé de Luque cada año.

Por cierto, que durante este día no hubo montaje de paso alguno. La exposición de los distintos titulares se produjo en altares efímeros, alguno realmente espectacular. Fue el caso del organizado y erigido por el Buen Suceso, que en su altar mayor estableció la totalidad de las imágenes de sus dos tronos. En el centro, Nuestro Padre Jesús del Buen Suceso, así como Nuestra Señora de la Caridad, si bien en el firme del templo y por delante; a los lados, las estampas del misterio del encuentro con la Virgen en la calle de la Amargura -que es el representado por la cofradía cada Martes Santo-. En la parroquia de San Andrés Apóstol fue donde, probablemente y casi con toda seguridad, hubo más colas en esta ocasión. Porque la respuesta de la gente volvió a ser masiva y en este punto se hacía visible este hecho en una fila que rodeaba el templo por Fernán Pérez de Oliva y sin saber si continuaba por Gutiérrez de los Ríos y hasta dónde. Una circunstancia ésta que llevó a la hermandad a prolongar hasta que el toque de queda lo permitió la apertura a cofrades en general.

Cabe recordar, no obstante, que las corporaciones mantuvieron, como todas hasta la fecha y como sin duda van a hacer las venideras, estrictos protocolos de seguridad e higiene. De vuelta al recorrido por la ciudad, entre María Auxiliadora y San Andrés se sitúa la basílica menor de San Rafael, donde también había de hacerse una parada si uno es devoto. En esta ocasión para visitar al siempre imponente Santo Cristo de la Universidad y Nuestra Señora de la Presentación. El recogimiento era enorme en esta iglesia, como es el sello propio de la hermandad. Y hasta el centro podía regresarse de nuevo para contemplar de cerca a Nuestro Padre Jesús de la Sangre y Nuestra Señora Reina de los Ángeles, titulares de la cofradía popularmente conocida como el Císter. No en vano, en el próximo convento surgió para después tomar impulso gracias a otro de los grandes ausentes de la Semana Santa cordobesa, fray Ricardo.

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