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Rafael Ávalos

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La mañana es de azul claro en el cielo y temperatura agradable. Es como permanece en el imaginario colectivo en relación a la fecha. Porque los cofrades tienden a pensar, y así lo vislumbran siempre, en un día luminoso tanto como el significado de la jornada en cuestión. No es otra ésta que el Domingo de Ramos, cuando comienzan la Semana Santa y, de manera oficial pese a haberlas con anterioridad, las procesiones en la calle. Sin embargo, la pandemia de Covid-19 es persistente y Córdoba, como el resto de España, vive por segundo año consecutivo sin estaciones de penitencia. Así van a transcurrir unos días de Pasión en los que, al menos, existe posibilidad de ver de cerca a los titulares de las distintas hermandades y mostrarles veneración.

Como es lógico, las diferentes corporaciones de la capital mantienen medidas estrictas de seguridad y sanitarias en cada una de sus sedes canónicas. Al fin y al cabo, lo que más importa desde marzo de 2020 es la salud pública. Pero en esta ocasión, como no pudo suceder el pasado año, los fieles y cofrades, y la gente en general, tuvieron la opción de contemplar las imágenes que durante el día debieron dar luz a una jornada ya de por sí celeste y sin nubes. El primer ejemplo de ello se dio, tras un Sábado de Pasión diferente pero igualmente intenso -al igual que el Viernes de Dolores-, en el interior de la Real Parroquia de San Lorenzo Mártir. Allí, a las puertas del templo fernandino, todo comienza en Semana Santa. También ocurrió esta vez, por mucho que no fuera como habitualmente. La Entrada Triunfal marcó el arranque, como debía ser.

A las 12:00 las puertas de San Lorenzo quedaron abiertas de par en par, aunque esta vez sólo fuera un decir, para la veneración de los titulares de la popular Borriquita. Una circunstancia ésta que generó colas en torno a la histórica iglesia, igual que el Viernes de Dolores aconteció en Capuchinos. Los cofrades sentían la necesidad de vivir, con cierta plenitud en la obligada nueva normalidad, el Domingo de Ramos. Nuestro Señor de los Reyes, con atuendo sencillo, y Nuestra Señora de la Palma aguardaban entre misa y misa y antes de que otros actos cultuales se desarrollaran por la tarde. Apenas unos minutos después, a las 12:30, era otro fernandino templo, el de Santiago Apóstol, el que permitía el acceso a fieles y cofrades en general para observar y orar, o quizá meditar tan sólo ante ellos, a los titulares de la hermandad de las Penas. 

Muy al contrario de lo visto en San Lorenzo, la corporación de Santiago apostó por el montaje de sus pasos, como si estos fueran a recorrer las calles de la ciudad, a modo de altares efímeros del Santísimo Cristo de las Penas -acompañado al pie de la Cruz, claro está, por Nuestra Señora Madre de los Desamparados y San Juan Evangelista- y María Santísima de la Concepción. La tradicional tarde del Domingo de Ramos venía a adelantarse en este panorama especial, de la misma forma que en la parroquia de San Andrés Apóstol. Allí también se formó alguna cola para acudir a la presencia, esta vez sin entronizar pero con una representación hermosa para el momento de Nuestro Padre Jesús de las Penas y María Santísima de la Esperanza.

Los titulares de la popularmente conocida como hermandad de los Gitanos estuvieron expuestos a veneración pública también por la tarde, entre las 19:30 y las 21:00. Con anterioridad comenzó dicha cita en los tres templos restantes del Domingo de Ramos. Por un lado, a las 17:00 debía abrir sus puertas la parroquia de San Francisco y San Eulogio para venerar a Nuestro Padre Jesús de la Oración en el Huerto, que aparecía sobre su paso procesional y con el misterio completo, Nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna y María Santísima de la Candelaria. Sin embargo, la hora se postergó al retrasarse el culto que precedía. Tal circunstancia generó una inmensa cola ante el Compás de San Francisco -en la zona del viejo claustro-. Importante fue también la hilera de personas que se produjo en Ronda de Marrubial, y casi hasta Ollerías, para rendir visita a Nuestro Padre Jesús Nazareno Rescatado y María Santísima de la Amargura, que también estuvieron en sus pasos, en esta ocasión completos. 

La expectación por acudir ante el Señor de Córdoba, como es reconocida la imagen de Fernando Díaz de Pacheco. De ahí que el goteo de fieles y cofrades no cesara a partir de las 18:00. La parroquia de Santa María de Gracia y San Eulogio (Trinitarios) también albergó diversos momentos especiales. Como no dejó de haberlos tampoco en la lejana parroquia de Jesús Divino Obrero, en El Cerro. En el interior del templo el altar dedicado a Nuestro Padre Jesús del Silencio, el Santísimo Cristo del Amor y María Santísima de la Encarnación fue más sencillo pero no menos estético. La hora de arranque del acto en este caso fue las 20:00, momento desde el que, de nuevo, no faltaron decenas de personas en torno al popular barrio del Distrito Sur.

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