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Rossi, un emperador en la ciudad de los califas

Fausto Rossi ensaya el disparo ante el acoso de Orellana | TONI BLANCO

Paco Merino

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El italiano ha combinado visión de juego y sacrificio para dejar un sello de eficacia en el histórico regreso a Primera del Córdoba

Cuando Teixeira Vitienes decretó el final -porque el tiempo expiraba y, en cierto modo, por piedad cristiana ante el esfuerzo descomunal de los futbolistas-, Fausto Rossi se desplomó sobre el césped de El Arcángel. No fue, desde luego, el único que se desmoronó sobre el verde tras un encuentro de exigencia física brutal, disputado en plena tarde del agosto cordobés. La última pelota estuvo en los pies del italiano, que progresó con ella dejando la impresión de que iba a romperse de un momento a otro. Con gesto de dolor y una carrera poco armónica, logró desplazar el balón hacia las inmediaciones del área contraria. Pero ya no hubo tiempo para más. El Córdoba-Celta quedó atrás. El empate a uno dejó más orgullo que satisfacción.

Cuarenta y dos años después se volvió a celebrar un gol en Primera División y Fausto contribuyó a su elaboración. Suyo fue el centro desde la derecha al que no llegó Mike Havenaar y que terminó, tras tocar Silva, en los pies de Fede Cartabia. El argentino le dio con la zurda y llevó al delirio al estadio. Su nombre fue coreado. El 10 terminó con el héroe oficial del partido, pero todos sabían que Rossi estaba detrás del montaje de toda la fiesta. Y el primero, Albert Ferrer. Al entrenador le preguntaron en la sala de prensa por el partido de Fede y él valoró el papel de la 'Joyita de Bombal', pero aclaró que estuvo tan bien “como Aritz (López Garai) o como Fausto”. Al catalán le gusta Rossi. El futbolista llegó tras una laboriosa gestión con su club de origen, que lleva varios años enviándolo como cedido (Vicenza, Brescia, Valladolid) a la espera de la definitiva explosión de un chaval que entró en el legendario club turinés con 8 años y al que, por su estilo dominante en la cancha, colocaron el apodo de 'Il Imperatore'. Su fichaje se anunció una tórrida tarde en Marbella, tras un empate a dos con el Cádiz. Los dos goles los marcó, de penalti, Abel Gómez. El sevillano es uno de los damnificados por la irrupción de Rossi: no jugó en Madrid y no entró en la convocatoria ante el Celta. “Tenemos una plantilla larga y le ha tocado a él”, explicó Ferrer. La competencia interna, desde luego, es máxima.

Rossi, con silenciosa eficacia, se ha atornillado en el mediocampo del Córdoba. Al lado de López Garai o de Patrick Ekeng, se ha encargado de gestionar el buen uso del balón en una zona crucial. Ha sido titular en las dos primeras jornadas, dos citas radicalmente distintas. La primera, en el Bernabéu, frente a una pasarela de estrellas. No es sencillo moverse por el campo mientras pasan por tu lado, con las peores intenciones, tipos del calibre de Toni Kroos, James Rodríguez o Modric. El italiano no desentonó en absoluto, aunque le quedó la espina del balón perdido ante Isco que supuso, tras el robo, el zarpazo letal de Cristiano Ronaldo para el 2-0. Isco, el malagueño, parece su demonio particular. En 2013 se lo encontró en la final de la Eurocopa Sub 21, en Israel, un partido en el que la 'Rojita' se impuso por 4-2. Rossi era el constructor en la medular al lado de Marco Veratti, el mediocentro defensivo del PSG.

En la segunda jornada, frente al Celta, fue de lo mejor. Mantuvo un tono constante y no cometió apenas fallos. Destila seguridad y eso resulta de vital importancia en un equipo recién ascendido. A sus 23 años, el turinés busca en Córdoba un buen año personal y colectivo. En el Real Valladolid no pudo conseguirlo. Jugó 32 partidos y marcó un gol - al Barcelona, para ganar por 1-0-, pero el cuadro de Pucela sólo venció en siete ocasiones y terminó descenciendo a Segunda. Ahora, después de sonar durante el verano para el Panathinaikos, está de nuevo en España a préstamo por la 'Vecchia Signora'. Le han dado galones en el Córdoba y los está justificando.

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