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Las dos realidades del Córdoba

Jugadores del Córdoba tras el duelo con el Rayo Vallecano | MADERO CUBERO

Rafael Ávalos

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Su historia recoge capítulos de todo tipo. Están los que tienen tinte dramático y los que describen momentos de felicidad máxima. Aunque los últimos sean los menos, los hay también. Vive acostumbrado a pasar de un extremo al opuesto como quien respira, y con él su afición. Así es el Córdoba, que en ocasiones es capaz de aunar experiencias positivas y negativas en un mismo período. Precisamente esto es lo que sucede en la actualidad en El Arcángel, pues la entidad califal ve transcurrir este verano con una mirada alegre al campo pero con otra más taciturna a los despachos. Mientras en el verde el equipo progresa con un plantel de garantías para el reto que tiene, el club atraviesa una difícil situación institucional. Quizá la más grave de toda su trayectoria desde 1954, más que nada por la cantidad y complejidad de los frentes abiertos. Hoy por hoy, el interés global es que lo segundo no acabe con lo primero.

La tortuosa temporada 2018-19 empezó a caer en el olvido sólo unos días después de que concluyera. Fue posible gracias a la línea trazada en los despachos en materia deportiva de cara a la próxima campaña. Había que hacerse el cuerpo al regreso, 12 años después, a Segunda B. Todo fue más fácil de esta forma, es lo que pensaría la mayoría con cada fichaje. El club contrató a un director deportivo con experiencia en Segunda A, Alfonso Serrano, y éste convenció a un entrenador veterano y con largo recorrido en la categoría de plata e incluso Primera, Enrique Martín. A ellos se sumó Jorge Rodríguez de Cózar como secretario técnico antes de iniciar la confección de una plantilla que pronto empezó a agradar.

Raúl Cámara, otro hombre curtido en superior división, abrió la puerta que después cruzaron otros como Juanto Ortuño, Fidel Escobar, Isaac Becerra, Imanol García o el mismísimo Javi Flores. Los mimbres daban forma a un cesto del que no salían De las Cuevas o Chus Herrero. En sólo unas semanas el Córdoba se ganó el derecho de ser realmente el rol de gran aspirante que todos desde fuera le otorgaban ya antes. Con la pretemporada las sensaciones lejos de variar en negativo han sido más positivas, por mucho que al conjunto blanquiverde aún le reste camino por delante para alcanzar su mejor estado. El cuadro califal no ha perdido un solo partido de los seis que ha jugado, dos ante gallitos de Segunda y otro ante un Primera de otro país, el Al-Rayyan -si bien aquí la diferencia de categoría es relativa por el nivel de unos y otros-.

El panorama deportivo era y es alentador aun cuando faltan tres o cuatro piezas para una plantilla que ya ofrece garantías. Al menos uno o dos van a provenir de superior división, es lo que pretende la dirección deportiva. Pero la dicha nunca es total o no está acompañada de tranquilidad en el Córdoba. El escenario es oscuro en el plano institucional con un conflicto de intereses que es un conjunto de contenciosos cada vez más amplio. La situación es realmente complicada desde que el 1 de agosto, un día después del pactado para zanjar el asunto, Jesús León confirmara que no había cumplido con el último pago -4,5 millones de euros- de la compraventa de la entidad. Arrancó entonces la pugna por la propiedad con la reaparición de Carlos González, como resultaba lógico.

Claro está que una lucha de poder era poco deseada, pero era digerible. Sin embargo, no era el único problema al que tenía que enfrentarse el club en un inicio de agosto de auténtica locura. Camino de las dos semanas desde que la transacción de la mayoría accionarial se convirtiera en un enfrentamiento directo, ahora son otros los frentes que amenazan con romper la estabilidad del Córdoba. Si es que no la deja ya con grietas. La entidad afronta un importante embargo por la reclamación de 1,8 millones de euros por parte de Luis Oliver y ha de resolver sus compromisos económicos con Sandoval y Curro Torres. Desde El Arcángel se asegura que el desenlace en este último sentido va a ser positivo, de lo contrario la inscripción del cuadro califal en Segunda B se hace imposible. Media un bloqueo federativo por el mencionado impago a los entrenadores de la pasada campaña. Sólo al poner punto final a esta circunstancia es alcanzable un objetivo que no debería ser tal: la competición en la división de bronce.

Pero éste no es el único escollo que debe sortear el Córdoba para incluir al equipo en el Grupo IV de Segunda B. El domingo se supo que sobre el club pesa otra prohibición de derechos por parte de la Real Federación Española de Fútbol, que quizá empiece a examinar con lupa y eleve sus exigencias a partir de ahora con los blanquiverdes. De ello informaron el digital Cordobadeporte.com y Diario Córdoba. El nuevo problema, de algo más de 73.000 euros, es consecuencia de un litigio pendiente desde que Carlos González era propietario de la entidad: vuelve el Elefante cósmico y, por ende, la peculiar venta de Sebas Moyano a un fondo de inversión. También ha de zanjarse este asunto para de una vez por todas poner punto final a la incertidumbre y asegurar que el equipo de Enrique Martín va a militar en la categoría que corresponde.

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