Su nombre está registrado ampliamente en la hemeroteca. Y a nivel mundial además. No son pocas las informaciones escritas sobre él, principalmente acerca de sus éxitos, que forman parte de la historia de la natación. De la reciente y de la global, para eso es uno de los mejores deportistas de todos los tiempos. Aunque en ocasiones parezca olvidarse u obviarse. También es una de las figuras de mayor relevancia de Córdoba, su ciudad natal y además punto de partida y de final en una sobresaliente trayectoria competitiva. Pero detrás de la magnífica carrera, de laureles y sonrisas, se esconde un relato personal bastante complejo. Es consciente de la realidad paralela a la aparente gloria del papel y las crónicas, principalmente por sufrir una grave depresión con idea de suicidio incluida. Hace muchos años de aquellos problemas, por fortuna, y desde un tiempo a esta parte habla sin tapujos de todo porque se encuentra en la felicidad de la vida familiar y con la sapiencia de que su voz puede ayudar en mucho a otros.
La suya es, como las antes narradas en CORDÓPOLIS y como muchas otras, una de esas ‘Historias tras el deporte’ que merecen ser contadas no una vez sino todas las que sean necesarias. Más que nada para tratar de recordar a la sociedad que no ven a un gran competidor, que también hay una persona como cualquier otra en su piel. Se llama Rafael Muñoz Pérez (Córdoba, 1988) y su hoja de servicios cuenta como fuera el enemigo íntimo de uno de los mayores portentos deportivos de siempre. A Michael Phelps le conoce muy bien en una piscina dentro de la cual se hiciera leyenda para, ya transcurrido el tiempo, ser un ejemplo fuera de ella. En la actualidad, respira la calma de su familia y de una rutina común. “Lo primero, hago de padre de dos niños. Trabajo en Decathlón. Y como deporte, practico Crosfitt, que por decirlo así es el clavo que me ha ayudado a sacar el de la natación, como que un clavo saca otro clavo”, explica de inicio desde Barcelona, donde reside desde hace años.
Precisamente sobre su presente vital pone énfasis en un hecho común pero al que no siempre se le da relevancia desde la sociedad. “El problema que nos encontramos los deportistas, excluyendo el fútbol porque es un negocio aunque respetando el esfuerzo que hacen, es que la reinserción laboral es complicada”, asevera. “Tú te dedicas en cuerpo y alma, al 150 % a un país y a viajar por todo el mundo, y cuando te retiras te encuentras con que no tienes experiencia laboral. Sí, tienes un currículum deportivo muy elaborado, que te ha costado mucho esfuerzo, pero te toca llamar a puertas”, dice a continuación para concluir que “al final una empresa, a no ser que se sea de alguien que conozcas, va a valorar tu rendimiento deportivo”. Muestra su opinión al respecto al tiempo que insiste en que no desea “favoritismos”, sólo una solución de cara al futuro para quienes hoy compiten, como él hizo, al máximo nivel.
Del Navial a un récord del mundo histórico
La historia comenzó esta vez por el final, más vale acudir al principio. Los orígenes de Rafa Muñoz como nadador de elite se sitúan en un complejo residencial cualquiera, no en un centro especializado -esto llegaría después-. “Yo empiezo donde vive mi familia, en su urbanización, que hay una piscina y doy un curso de verano. Ahí ven que me manejo bien y hago un cursillo de acceso al Navial. Poco a poco vas de una actividad extraescolar a ponerle más importancia y esto va a ocupando más tiempo en tu día a día”, rememora. Aparece ya el nombre de una institución irremediablemente ligada a su propia existencia, deportiva y personal. “Ha sido mi club, donde he empezado y donde me he retirado. Pocos deportistas empiezan en un club, han tenido ofertas de otros muchos sitios y han terminado en él”, resalta acerca de su regreso en el tramo final de su carrera a la entidad en que arrancó. “Igual a día de hoy, si lo miras a nivel crematístico, fui un poco inocente y no supe aprovecharlo, pero me he retirado en el Navial. Ha primado más la parte carnal que la material”, expone acerca del asunto. “Siempre me ha cuidado a nivel de preparación, y el Ayuntamiento de Córdoba me ha dado valor y me ha tenido siempre muy presente”, arguye como motivaciones de su decisión en un ocaso que sólo el vislumbró o planteó, en silencio además.
“Podría haber mirado más la parte material, pero en ese momento sentía quera el Navial, que me ha ayudado. Si hubiese ido a otro club, habría sido uno más y el día de mañana, uno que pasó por aquí. Pero sé que en el Navial, si Dios quiere, siempre seré un referente”, añade como razón de su elección final. Con todo, antes del desenlace existe un desarrollo competitivo de altura. Rafa Muñoz viajó a Madrid con 16 o 17 años para dar un paso más en su carrera, algo que no le supuso mayor problema emocional porque admite haber sido “bastante independiente”. “Mi familia sí lo pasó peor, pero para mí, como tenía un sueño y hacía lo que me gustaba, era mucho más fácil”, dice en relación a aquellos días. El caso es que en 2009 su esfuerzo tuvo la recompensa mayor -aunque él prefiere las medallas, que nadie puede hurtarlas salvo físicamente-. El 5 de abril de ese año, en Málaga y en los Campeonatos de España, un chaval de 21 años entró por la puerta grande en la historia de la natación.
Aquel día, el cordobés concluyó la final de 50 mariposa con una marca de 22.43, lo que supuso una plusmarca mundial que mantuvo casi una década. “La verdad es que el hecho de que un récord del mundo sea tan longevo dice un poco su magnitud, que no fue un récord fácil, y los años que he estado en el punto de mira como referente a nivel mundial, que todo el mundo, cada vez que se levantaba, se decía: quiero batir a Rafa Muñoz”, recuerda de esa gesta. Hubo que esperar hasta julio de 2018 “hasta que el ucraniano Andriy Govorov se llevó al pato al agua”. “Pero un récord del mundo que duró casi una década no es cualquier cosa”, recalca el exnadador. “Fue una carrera perfecta o no hubiese hecho el récord del mundo. ”A día de hoy, si no me lo recuerdas, no me acuerdo. Es como si te haces un tatuaje: al principio te acuerdas todo el tiempo, lo estás viendo, pero después ya vive contigo y si no lo miras, no te paras a pensar en él“, confiesa en el plano de la memoria. ”Recuerdo la piscina, que se iba a venir abajo entre los chillidos, la megafonía. Hace 12 años de eso y no te puedo decir que como ayer pero sí que lo recuerdo, eso es seguro“, señala no obstante.
Del cielo al infierno en secreto
Rafa Muñoz estaba en la cumbre, era motivo de orgullo casi obsceno para Córdoba y una referencia mundial. Pero tras el deportista triunfador estaba el joven atribulado. En su caso todo fue muy rápido, básicamente porque hizo méritos sobrados para ello. Es entre 2008 y 2009, con la plusmarca mundial de fondo mientras, cuando el cordobés se convierte en un auténtico astro de la natación. Acumuló tres bronces y una plata a nivel europeo en 50 mariposa, su prueba predilecta, y 100 mariposa, que también se le daba fenomenal. Estuvo en los Juegos Olímpicos de Pekín, experiencia sobre la que cuenta que “habría que llevar una cámara para grabar cada momento y a la hora d describirlo, decir: ve este vídeo y sabrás qué es”. Y de nuevo fue tercero en el podio en sus dos competiciones esenciales en el Campeonato del Mundo de Roma como un cierto cierre de ciclo. Si bien en 2010 se proclamó campeón continental en Budapest. Desde fuera, era un hombre de éxito entre los 19 y los 22 años; en su privacidad, todo se tornó sombrío.
El que era uno de los mejores nadadores españoles de todos los tiempos, y también del mundo y que no se olvide, entró en una espiral complicada. Cayó en una profunda depresión, se ocultó tras la bebida e incluso pensó en quitarse la vida, por muy duro que suene. “Tú entrenas para mejorar y hacer tu cuerpo más resistente a nivel físico, pero a nivel mental no te entrenan. Tener un éxito es bonito y es como un cumpleaños, a todo el mundo le gusta celebrarlo. Ahora, celebrar un entierro no gusta tanto”, apunta de aquella época. “En el deporte pasa lo mismo: cuando tienes un éxito, todo el mundo está a tu lado, todo son risas, pero cuando los momentos no son tan bonitos, no todos son generosos”, añade. “¿Cómo me doy cuenta? La respuesta es muy clara: en el momento en el que tú te escondes detrás del alcohol, llegas ebrio a casa y tienes pensamientos de suicidio, hay un momento de… Son instantes que son un punto de inflexión, y tienes dos opciones: seguir para delante y no sabes dónde vas a acabar o ir para atrás, que si sabes cuál es el camino y armarte de valentía y afrontarlo”, detalla sobre ese duro proceso.
En este apartado, una pregunta es inevitable: ¿Qué sucede para que un chaval de 20 años, como él en esa etapa, se detenga sólo unos segundos a barajar el suicidio? “Al final es un estado mental en el que todo son pensamientos negativos, destructivos. Te planteas: ¿Lo que yo hago, sirve para algo o a alguien? ¿Qué estoy haciendo yo? ¿El día de mañana cómo me va a recordar la gente? Son muchas incertidumbres, muchas preguntas que te generan el estado mental en el que te encuentras”, explica a corazón abierto. Con tranquilidad, entiende que “viene también por el tema del efecto mediático que genera el récord del mundo, que hay mucha tele, mucha prensa, mucha radio y si no tienes un representante que te filtre o gestione todo eso...”. Rafa Muñoz sufrió, en la flor de la vida como se suele decir, una estrepitosa caída, que llevó en silencio. No en vano, los problemas psicológicos continúan aún hoy, más de una década después de que él los tuviera por ejemplo, como asunto tabú.
Reconstrucción y vuelta a la felicidad
Si por algo es ejemplo el cordobés es por, tras todo lo vivido, tener la capacidad de narrar cada circunstancia negativa sin complejos. ¿Cómo es posible esa honestidad con un tema tan delicado? “¿Cuándo hablamos de un desamor? Cuando lo hemos superado, porque ya no nos duele. ¿Cuándo hablas de una depresión, en mi caso? Cuando la has superado. Y hace muchos años que la superé. Y hablo abiertamente porque siento orgullo, satisfacción y felicidad porque es así y estoy aquí. Ya no me genera ningún tipo de rencor o nostalgia”, subraya en una intervención expuesta tal y como se dio. De todo lo padecido, queda su valentía, que bien podría servir para otros deportistas en el presente y el futuro. “Yo podría estar colaborando con la Federación (de Natación) como asesor técnico deportivo cubriendo las necesidades o carencias que tienen los deportistas, escuchándoles. Seguro que hay funciones en relación a las carencias que yo tenido que podría suplir en esos deportistas para que se centren en lo que se tienen que centrar, que es nadar y conseguir sus mejores marcas para avanzar”, expone.
La triste realidad es que hubo un día en que federativamente Rafa Muñoz cayó en un injusto ostracismo. Se dieron desencuentros, el principal cuando el nadador no recibió propuesta para acudir a los Juegos Olímpicos de Londres por sus méritos. No tenía la opción por marca en 50 mariposa pues desapareció del calendario y en 100 mariposa fue obviado. Surgió en aquella época la imagen del chico díscolo y descentrado. Nadie sabía que la mayor perla del Navial había sufrido todo lo que sufrió. Y de por medio un combate deportivo que todavía no se valora contra un portento como Michael Phelps, “que ha sido el nadador más laureado de la historia”. “Esa foto de pelearte con él (no literalmente) conlleva un esfuerzo, un sacrificio y un desgaste”, resalta. Quizá de ahí que su adiós fuera una liberación. “Llegó un momento de decir: voy a pinchar el globo. Fue como decir: ya puedo descansar”, admite de un instante que se produjo tras un Campeonato del Mundo en Catar y que no anunció, su retirada es el tema, del modo más correcto según asume.
Más allá de la situación deportiva en relación con la personal, ¿cómo logra vencer una persona cualquiera una depresión tan aguda como la suya? “No te das cuenta. Es un proceso evolutivo y al final me ayuda decir: quiero seguir viviendo”, dice de inicio. “Dices: quiero seguir disfrutando de la vida y haciendo deporte. Es dar un golpe en la mesa y demostrar que en ti se puede seguir confiando”, agrega. Y vaya si se podía confiar en Rafa Muñoz, que en 2012 fue campeón de Europa dos veces, una en 100 mariposa -con una plata también- y otra en 50 mariposa. Si algo lamenta, todo mirado con la perspectiva de los años, es que “no preguntaran después de un año dónde está Rafa”. Es decir, el olvido institucional sobre todo y el social también cuando, en torno a 2015, dejó de estar presente en competiciones y por ende en páginas de periódicos. También confiesa sentir que “no ha habido” techo deportivo para él. “Siempre lo he dicho, tope no he hecho. Puede ser un trauma, pero hay que vivir con la realidad”, asegura. Y eso es lo que hace desde 2016: convivir consigo mismo y con su historia, pero más que nada seguir adelante con valentía y, mejor si cabe, felicidad junto a los suyos, una familia que vale más que cualquier medalla.
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