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Fátima Gálvez, la niña que soñó con el Olimpo

Fátima Gálvez y Alberto Fernández, oro olímpico en Tokio

Rafael Ávalos

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Es 31 de julio de 2021. La mañana arranca en España con un hecho para la historia. Sobre todo para los amantes del deporte. Mientras, en Tokio el reloj marca un puñado de horas más. De poco importa la diferencia temporal cuando la alegría lo llena todo. Y ésta es una de esas veces en que la felicidad corre con la potencia del agua en medio de una riada. Pero se trata sólo del último capítulo, sólo por ahora, de una historia que tiene su origen muchos años atrás. Todo comienza casi tres décadas antes, el verano de 1992. Una pequeña observa con ansia la televisión en el salón de su casa. Con la ilusión propia de su edad, desde su inocencia infantil, sueña con estar allí, al otro lado; se ve como la mujer cuya actuación sigue casi sin pestañear. No anhela ya, es ella.

La chiquilla era entonces Fátima Gálvez Marín, nacida en Baena un 19 de enero de 1987, hija de Pío Luis y Josefina, la menor de cuatro hermanas. Tenía unos cinco años y medio cuando Barcelona era el centro del mundo gracias a los Juegos Olímpicos. El país vibraba con un evento que, junto con la Exposición Universal de Sevilla -también ese año-, debía suponer el principio de otra era; el impulso a un tiempo mejor. Si llegó o no ese salto, que lo decida cada uno, pero en Córdoba se dejó sentir con la llegada del tren de Alta Velocidad (AVE) -y con el destrozo de Cercadillas-. Nada de eso tenía interés para la niña que soñó con el Olimpo, justo en ese instante. Creyó compartir en un futuro la experiencia de Zhang Shan, deportista china cuyo nombre es imborrable.

“Se puso delante de la tele y no podíamos pasar. Le decíamos: Fátima, quítate. Y ella contestaba: no, no, que estoy viendo a esta mujer que está tirando estupendamente”. Éste es el recuerdo de aquel momento que tenía Josefina Marín, su madre. La niña no tenía mal ojo, ni mal gusto. En esos Juegos Olímpicos, como en otros, se desarrollaba una prueba mixta de tiro. Y esto no era de un equipo de una mujer y un hombre sino la competencia sin distinción de género. Ahí, Zhang Shan reinó y logró la primera victoria femenina. Desde ese día, Fátima Gálvez lo tuvo claro. “Estuvo pendiente hasta que ganó. Y dijo: yo quiero tirar al plato. Y vaya si tiró”, rememoraba su progenitora el 31 de julio de 2021 ante las cámaras de Televisión Española (TVE). La pequeña ya no lo era tanto y acababa de proclamarse campeona olímpica.

A Fátima Gálvez lo de coger la escopeta, apretar el gatillo y dar con el objetivo le viene casi de sangre en realidad. Porque su padre, Pío Luis, es aficionado al tiro al plato y a la caza. En su compañía arrancó una pasión inagotable, ni siquiera en las etapas más complicadas. Cuando los resultados no eran favorables o no eran tales como deseaba, ella seguía. La palabra rendición la desconoce quien desde el sábado, ese 31 de julio de 2021 del que sólo pasa un día, está en la cima deportiva y emocional. A lo más alto del podio subió en Tokio, donde se desarrolla la trigésimo segunda Olimpiada de la era moderna y lo hizo junto con Alberto Fernández, madrileño que es su compañero en el formato mixto de foso olímpico. “Lo hemos pasado mal, sobre todo yo en la final. Pero es que llevamos muchos años viviendo para el tiro, para el deporte”, expresó ella.

No había mejor oportunidad para resaltar que el oro logrado en Japón era justo premio a una vida de esfuerzo y constancia. “Tantísimos años luchando por una medalla, que al final se ha visto recompensado el esfuerzo y el trabajo, y el sacrificio, que hemos hecho no sólo nosotros sino nuestras familias para que estemos aquí”, añadió Fátima Gálvez. Habló desde Tokio en una rueda de prensa virtual programada por el Comité Olímpico Español (COE) horas después de hacer historia; de ensalzar su historia. Y la deportista de Baena, que ya tiene 34 años y no cinco y medio, recordaba el origen de su vocación por el tiro olímpico. “A mí, la afición al tiro me viene gracias a mi padre, que siempre ha sido un gran aficionado al mundo del tiro y de la caza”, comentó. Antes ya lo había señalado su madre. “Es de cuando era chiquita y se iba con su papá, que también le gusta el tiro al plato. Ella decía: yo sé tirar al plato. Y él le decía que no. Que me la dejes, respondía. Hasta que un día a la niña le gustó”, expuso Josefina Marín en Televisión Española (TVE). “Hasta que un día a la niña le gustó y mira dónde ha llegado. Creíamos que era una tontería y no”, terminó la orgullosa progenitora de la heroína de la provincia.

Pero desde aquella ilusión al ver a Zhang Shan hasta el momento en que recibió el oro en Tokio no todo fue fácil. Al contrario, como suele ocurrir en el deporte olímpico, tanto como en la vida. La persistencia fue lo que llevó a Fátima Gálvez a la cumbre. Vino a recordarlo el presidente del COE, Alejandro Blanco: “Gracias por el ayer, gracias por el hoy y gracias por lo que significáis para vosotros mismos, para los vuestros y pares el tiro y el deporte español”. Si hubo un ayer duro, que lo hubo, nunca fue obstáculo tan elevado como para que no existiera un hoy. Tampoco ningún hoy corta el camino a un mañana. Sin ir más lejos, la cordobesa, que se curtió y se curte en Las Gabias, en una Granada en la que reside, dos días antes sufrió un varapalo. Ni siquiera llegó a la final de la competición individual.

Ocurrió el 29 de julio de 2021. Jueves tan reciente como que fue el pasado. Terminó en decimotercer puesto y todo se hizo trizas. La aspiración era máxima tras acariciar la ansiada medalla en los Juegos de Río de Janeiro 2016, donde fue cuarta por el aleteo de una mariposa. Y había sido quinta en Londres 2012. Ya tocaba. En su trayectoria no dejó hasta la fecha de acumular metales y triunfos. En 2015 se alzó campeona del mundo en la localidad italiana de Lonato. También reinó en Europa en 2011, después de vencer en Belgrado (Serbia), y en 2019, en el lugar en que no encontró adversaria de ningún continente cuatro años antes. Jamás bajó los brazos y eso tiene más mérito si cabe en un universo en que su disciplina, como la mayoría de las que se ven como si no hubiera mañana cada cuatrienio, pasa desapercibida para el público global. “Sois dos grandes ejemplos”, les aseveró Alejandro Blanco a ella y Alberto Fernández. Así es Fátima Gálvez, la niña que soñó con el Olimpo -y hasta él escaló-.

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