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El yin y el yang del Córdoba

Willy y Piovaccari se lamentan.

Rafael Ávalos

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Todo aspecto positivo tiene un reverso. Nada es tan bueno como para que no tenga su parte negativa. Es lo típico de la cara y la cruz de la moneda, un símil certero como manido. Por este motivo suele ser procedente, incluso beneficioso, no confiar en las bondades de la realidad cuando ésta es favorable. Cuando viene un golpe resulta más difícil de asimilar. Y si es más de uno, ya surge el padecimiento. Quizá ésta es, no tan exagerada a lo mejor, la mejor manera de explicar la actual situación del Córdoba. No sólo por la última derrota sufrida sino por su posicionamiento en la tabla y, más aún, por los números que son causa de la consecuencia. Los guarismos suelen hablar por sí solos muchas veces y ésta es una de ellas, con reflejo sobresaliente del sustancial y preocupante cambio en la trayectoria del conjunto blanquiverde. Dicho giro inesperado de los acontecimientos es lo que genera la incertidumbre presente.

Buena referencia en este caso puede ser aquello del yin y el yang. Lejos de la idea de los principios femenino y masculino, no muy acertados, sobresalen la oscuridad y la luz. En lo primero se encuentra hoy por hoy el cuadro califal después de vivir en total luminosidad. Así lo dictaminan las cifras. Porque el Córdoba pasa de acumular diez de doce puntos a sumar apenas dos de otros doce. Es decir, gozó de una notable racha a la llegada de Pablo Alfaro a su banquillo y de repente todo se torció para obtener una serie de resultados completamente opuesta. Cabe recordar que los blanquiverdes se hicieron fuertes atrás y a partir de ahí llegaron a abrumar con estadísticas de récord. Consiguieron vencer al Real Murcia (0-1), golear a El Ejido 2012 (4-0), mantener el tipo ante el Betis Deportivo (0-0) y superar al Lorca Deportivo (0-1).

Durante ese período, el Córdoba no sólo ganó casi todos sus partidos del Grupo IV-B de Segunda B sino que también se impuso en los dos primeros que disputó de Copa del Rey. Derrotó al Albacete (1-0) y al Getafe (1-0), adversarios de Segunda y Primera respectivamente. Por si fuera poco, en ese trayecto no encajó un solo gol. Fue el duelo con la Real Sociedad, también del torneo del KO, el que, sin saberlo en ese instante, supuso un punto de inflexión. La escuadra califal recibió sus primeros tantos después de centenares de minutos y cayó (0-2), si bien fue ante otro rival de máxima categoría y con buena imagen. El declive comenzó en realidad al caer sorprendentemente ante el Yeclano (1-2). Desde ahí, en el campeonato liguero el equipo de Pablo Alfaro se vio transformado en absoluto. Fue superior al UCAM Murcia pero sólo empató (1-1), no estuvo bien ante el Recreativo Granada y apenas salvó un punto (1-1) y en Sevilla, ya se sabe -derrota por 1-0-.

Así, el conjunto blanquiverde además de olvidar cómo se vence un partido no dejó de encajar en cada encuentro. De no recibir en cuatro choques ligueros, y seis en total, a ser batido hasta en cinco ocasiones en los siguientes cuatro enfrentamientos dentro del Grupo IV-B, y siete con un quinto de Copa. De esta forma, por otro lado, el cuadro califal iguala su peor registro de la temporada, que es precisamente el que le costó el puesto al anterior entrenador, Juan Sabas. El madrileño fue destituido tras encadenar cuatro jornadas sin conocer el triunfo -como ahora- y sólo sumar dos puntos -también como ahora-. Aunque existen otras diferencias entre una y otra dinámica, sobre todo que ésta se produce después de una tan positiva como la descrita anteriormente.

Como último apunte, otro establecido por los números. De la luz de los cuatro primeros encuentros del campeonato de Segunda B a la oscuridad no sólo de los cuatro más recientes. También cabe atrasar un poco más la mirada para acudir al primer empate que cosechó el Córdoba con Pablo Alfaro a los mandos. Éste fue el resultante de la visita al Betis Deportivo. A partir de ahí, el conjunto blanquiverde sólo alcanzó seis de los dieciocho puntos que disputó. Esto es sólo un tercio cuando debía acumular como muy mínimo la mitad. Con la ambición del discurso desde principio de campaña, en realidad, debían ser en torno a los dos tercios precisamente, al menos. 

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