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Crónica

Sobrevivir no es suficiente

Ródenas se lamenta en el duelo con el Murcia.

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Estos son los partidos que marcan el futuro inmediato del Córdoba. En los que se juegan las temporadas. Lo cierto es que todo cuenta en el tramo decisivo del campeonato, y es por ello que los blanquiverdes llegaban con mejor margen de maniobra que su más inmediato rival, un Real Murcia que trataba de apurar sus opciones de finalizar entre los tres primeros. Y pese a todo, lo cierto es que un triunfo de uno u otro podía resultar vital para los intereses de cada uno. Así de igualada está la cosa en el Grupo IV-B. No estaba previsto fallar y lo cierto es que quizá esa presión propició una ansiedad que maniató a un equipo que encontró el gol y perdió el rumbo.

El técnico maño parece haberse conjurado a que la chispa llega a golpe de modificaciones, puesto que emprendió otra revolución en el once, como ya ocurrió en el último encuentro ante el Linares, con cinco cambios en el esquema de inicio. Eso sí, algunos de ellos esperados como las entradas de Alberto del Moral y Mario Ortiz. El balon echó a rodar con rapidez sobre el césped de El Arcángel, que volvía a palpitar con casi 800 almas en su gradería. Velocidad de vértigo auspiciada por la tromba de agua que caía minutos antes del pitido inicial. Fue eso lo que incentivó el primer empujón visitante, pues fueron los de Loreto los encargados de sumar el primer acercamiento del partido. Aunque éste lo resolvió bien Edu Frías.

La mordiente levantina fue algo más incisiva en la puesta en escena, aunque aquí se vive de los goles, y ahí el primero en acertar fue el Córdoba. Fue en el minuto 8 cuando se produjo la primera llegada cordobesista. Y no pudo darse mejor. Un saque de banda largo de Farrando lo termina peinando Ródenas, que pone el balón en el área pequeña, donde se mostró más listo que nadie Willy, de largo el mejor rematador blanquiverde, para hacer el primero de la tarde. De vuelta al once por la puerta grande. Instinto puro de asesino de áreas. El oxígeno de todo delantero. 

Un tanto que enervó el sentimiento blanquiverde, que vivió por aquel entonces sus mejores momentos desde el arranque del partido. De hecho, a los pocos minutos tendría otro acercamiento hacia la meta murciana, ahora con Jesús Álvaro, que la centra y es Champagne el que tiene que intervenir ante el remate de Valverde. Además, el córner botado a continuación propició una nueva acción del meta murciano, que evitaba que los cordobeses aumentasen su renta cuando se acercaban al cuarto de hora de juego. 

La ventaja no solo trajo una lectura positiva, sino que también se tradujo en mayores precipitaciones por parte del Córdoba que, pese a jugar con el resultado a su favor, parecía hacerlo también con la ansiedad de lo que había en el botín. Y es que esos minutos quedaron como un absoluto oasis dentro del juego blanquiverde, que tuvo que sufrir desde entonces una completa odisea en el desierto. Se desdibujó por completo el equipo de Alfaro. 

Por contra, conforme se fue apaciguando la lluvia, el choque se relajó, coincidiendo con el ecuador del primer tiempo. Ahí fue mejorando el Real Murcia, principalmente a través de la creación. Por su parte, los locales se veían limitados al robo y la salida en velocidad con hombres como Valverde, Ródenas o Nahuel. Pero poco más, ya que los califas, por esos momentos, se sentían incapaces de generar absolutamente nada desde campo propio. Es más, dicha situación quedó reflejaba en una jugada visitante por banda, en la que el cuadro levantino envió un balón centrado, que finalizó con un remate de cabeza lejano de Toril, pero que impactó directo a un punto inalcanzable para Edu Frías. Empate otra vez y de nuevo a empezar. Y hoy nada valía más allá del triunfo. 

Con todo, el Córdoba acumularía su segunda llegada más clara del partido antes de la pausa. Un pase al hueco perfecto de Willy lo interceptó Valverde, que se plantó solo ante el meta. Sin embargo, el mano a mano acabó en nada, debido a la llegada providencial del defensa Muñoz, que fue más rápido que el extremo sevillano. Otra más sumaría el ariete blanquiverde, mediante un disparo lejano que tuvo más intención que peligro. Y hasta ahí dieron de sí los primeros 45 minutos. 

El reinicio trajo consigo una mayor solidez en el centro del campo. Precisamente de una jugada elaborada con paciencia llegaría el segundo gol. Tras un intento fallido de internada por banda izquierda, Jesús Álvaro la dejó para Mario Ortiz, que chutó desde la frontal. El potente disparo lo acabó rechazando bien Champagne, aunque en segunda jugada nada pudo hacer ante el golpeo de Willy. Otra vez, instinto de nueve. Saber estar en el sitio adecuado y en el momento preciso. Pero la alegría no duraría mucho y el plan volvió a tornarse cuesta arriba para el Córdoba, que se complicaba la vida con la expulsión de Valverde por doble amarilla. Restaba gran parte del segundo tiempo y a los locales les tocaba sufrir con uno menos. 

Pese a la ventaja y a jugar con diez, el técnico maño apostó por seguir teniendo una notable presencia ofensiva, dando entrada a Sidibé por Nahuel. Pero además de que se vivió un guion similar al del primer tiempo, la inferioridad comenzó a hacer estragos, y no tardó mucho en sacarle partido el Murcia. Una jugada al contraataque se fue trastabillando, aunque entre rebote y rebote el esférico fue a parar a los pies de Gurdial que la introdujo con fuerza en las mallas blanquiverdes.

Superada la hora de partido, el Córdoba ya iba a pecho descubierto. Y es que se sabía de sobra que el empate no era bueno para su objetivo, y fue por ello por lo que el técnico siguió apostando por la presencia en ataque, a través de cambios hombre por hombre con Piovaccari y Luismi. Así, cabe puntualizar que es innegable que las modificaciones desactivaron un posible dominio visitante, ya que fue el Córdoba el que vivió con mayor insistencia en los últimos minutos.

La presión intermitente del delantero italiano y de Sidibé provocó constantes pérdidas en la circulación de balon de los visitantes, muy imprecisos cuando el partido se puso más franco para sus intereses. Y no fueron pocos los contragolpes que acumuló el equipo califa, pero todos ellos finalizaron sin recompensa. Igual que el partido, cuyo desenlace se decretó con reparto de puntos y la sensación de oportunidad perdida. Quizá una que puede costar cara en el futuro. Un botín pobre para lo que se esperaba. Hoy sobrevivir no era suficiente.

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