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Abriendo camino a puñetazos

Tony 'Martillo' Ortiz, a la izquierda,en un combate en 1972.

Paco Merino

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El deporte cordobés tiene sus leyendas ocultas, héroes de barrio que vivieron días de gloria en unos tiempos en los que no existían el vídeo ni las redes sociales. Solo queda la memoria de quienes presenciaron sus hazañas y el testimonio de los se atreven a bucear en la turbulenta biografía de personajes que tocaron la cima de la popularidad y terminaron sus días en el más absoluto anonimato. Como ha hecho el escritor José Miguel Gala con un boxeador cordobés, Antonio Ortiz, cuyas peripecias aborda en el libro La vida es una broma. El misterio de Tony 'Martillo' Ortiz. El púgil se proclamó campeón de Europa de los superligeros en Estambul en 1973 y se retiró tras 87 combates, con un récord de 55 victorias, 22 derrotas y diez nulos. En 1980 recibió la Medalla de Plata al Mérito Deportivo y falleció en 2013.

“En la España de los años 70, sobre todo en la primera mitad de la década, el boxeo vivió eso que se llama una edad dorada, con campeones europeos y del mundo en varias categorías. La mayoría de la gente recuerda a Velázquez, a Carrasco o a Legrá, pero muy pocos reivindican a alguien tan luchador como Tony Ortiz”, explica el escritor madrileño, quien resalta la humildad del protagonista de su libro. “Tony era un tipo que lo consiguió todo solo, nadie le regaló nunca nada”, indica, recalcando que el boxeador cordobés “pudo ser campeón del mundo de su categoría si en la pelea con Arcari el árbitro alemán hubiese sido ecuánime” porque “aquello, según testimonios de la época, fue un robo en toda regla”.

Gala afirma en referencia a Martillo Ortiz que “sus últimos años fueron duros” y que hay “un magnífico artículo de Manuel Alcántara sobre la pelea con Dum Dum Pacheco”, una de las más célebres de su carrera. Al terminar ésta, la Federación Española de Boxeo le buscó una salida profesional digna y consiguió un trabajo en la Casa de la Moneda de Madrid.

La historia de Martillo Ortiz ejemplifica lo que era la búsqueda de un porvenir para los jóvenes de los barrios obreros en aquellos años. “Ser futbolista, torero o boxeador en los sesenta o en los setenta era una forma de salir de la pobreza y asegurarse una jubilación relativamente cómoda”, indica Gala, que explica que “el caso del boxeo es muy similar al mundo taurino: con lo que cobraba una primera figura al anunciarse en una tarde en San Isidro, podía comprarse una casa en propiedad, algo que hoy es absolutamente impensable, porque ambas prácticas están muy denostadas desde que en los años ochenta alguien decidiese que eran actividades a censurar en televisión. Y cuando alguien o algo no sale en televisión, no existe”.

José Miguel Gala, autor del libro, ha colaborado en diversos medios como Jotdown, Vice, Panenka o Neo2 entre otros. Actualmente está ultimando una biografía sobre el grupo de garaje español Los Cheyenes, una banda de Barcelona que en los años sesenta fueron bastante populares. Sobre su trabajo de la vida de Martillo Ortiz, el escritor espera “que sirva para que la gente le recuerde y se le haga justicia”, porque “en aquella época ser campeón continental o mundial de boxeo era mucho más difícil que hoy en día, sin duda”.

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