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Varsovia, 30 años después: la red social de la modernidad en los 80

Entrada del Varsovia.

Juan Velasco

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La Córdoba de los años 80 es casi un espacio mítico para quienes la vivieron y para quienes oyeron hablar de ella. Una capital de provincias con un gobierno comunista pero en la que seguían operando dinámicas franquistas que oprimían los tímidos intentos de modernizarse, europeizarse si se quiere. Así se entró en la década de los 80 en una ciudad que, en lo musical, tenía como grupos de referencia a Medina Azahara y a Mezquita, dos exponentes del rock andaluz que, como ocurrió con todos, se las vieron canutas para sobrevivir cuando cruzó toda España ese ciclón empaquetado con lazo llamado La Movida.

A Córdoba llegaría tarde. A mitad de la década. Pero para aquel entonces, por suerte para muchos, la ciudad ya había fundado su propio Rockola, ese bar en el que todo aquel con ansia de libertad y nocturnidad acudía a escuchar la música que no sonaba en el resto de bares. Se llamaba Varsovia y estaba ubicado en la calle Romero, en plena Judería, a unos metros de la Facultad de Filosofía y Letras, otro de los puntos neurálgicos de la creatividad de aquellos días.

El Varsovia es el bar de referencia de la Córdoba de los 80. Se inauguró el 13 de noviembre de 1981 y cerró en octubre de 1989, hace 30 años, dejando un reguero de historias y canciones que este sábado han vuelto a la vida, recreadas por algunos de sus protagonistas, en una fiesta homenaje que se ha celebrado en MODO y en la que han pinchado Tarik -que en una entrevista publicada este domingo reconoce que sin el Varsovia su carrera no hubiera sido la misma- y Jenaro, el dj habitual y propietario del mítico bar.

Un bar que tomó el nombre prestado de Warszawa, una canción de David Bowie, y que se españolizó porque, aunque en Varsovia había predominio de la música anglosajona, en el fondo era un pub andaluz, una auténtica red social de amigos con intereses comunes. Lo que ocurría es que, claro, los intereses de los varsovianos diferían mucho de los de la Córdoba postfranquista.

“Nosotros queríamos un bar en el que sonara la música que no se oía en ningún sitio”, explica a CORDÓPOLIS Jenaro, que define al Varsovia por tres cualidades: ambiente moderno, moda y liberación sexual. Hasta su apertura, en Córdoba lo que predominaba era la música stoniana, el rock, pero ellos apostaron por el post punk, la nueva ola y los nuevos románticos, que en ese momento en Córdoba nadie lo había tocado. Todo ello con su respectiva estética predefinida, marcada por los cardados, los pelos imposibles o los looks góticos.

La música que sonó el 13 de noviembre del 81 ya marcó el camino: Yellow Magic Orchestra, Devo, Spandau Ballet, Talking Heads, David Bowie... Todos esos discos de portadas imposibles que fueron el colmo de la modernidad y que, al mismo tiempo que en Córdoba, también comenzaban a escucharse en las discotecas de lo que después se llamó casi despectivamente la Ruta del Bacalao del Levante. Se estaba cimentando un estilo de música, a caballo entre el rock y la pista de baile, que no se parecía a lo que había antes ni a lo que triunfó después.

“En el Varsovia se pinchaban cosas muy oscuras que no se oían prácticamente en casi ningún otro sitio de España”, recuerda Tarik, que fue en este club donde se inició en los escenarios con Yacentes, su primera banda, formada con Cisco Casado, Alfonso Sánchez Barroso, Paco Conde y Charly de la Mata. Yacentes eran una especie de The Cure a la española, con una estética tan recargada como sus canciones post punk, perfecta sintonía para Varsovia, un sitio en el que, según Jenaro, “primaban el baile, la estética y el espectáculo”. “No sabía quién iba a aparecer ni cómo iba a venir vestido”, rememora el dj del Varsovia, que entonces también lo hacía en Disco 3 y en Burbujas.

La libertad sexual lo convirtió rápidamente en un bar gay, aunque no lo fuera estrictamente. Es igual, acabó siendo reseñado en una guía de los mejores bares de ambiente de toda Europa. En ello tomó parte su política de puerta, pese a que nunca respondía a cuestiones de orientación sexual. Varsovia fue uno de los primeros pubs con porteros de Córdoba y había que llamar para entrar, lo que le granjeó algún que otro enemigo. Al respecto, Jenaro asegura que era un sitio “cerrado pero desinhibido”. “Es decir, se cerraba uno mismo la entrada si no era desinhibido”, explica.

Porque la Córdoba de entonces era, según Jenaro, “una ciudad en la que había gente intolerante”. “Nos tachaban de maricones. A todos, no solo los que eran, sino a todos”, recuerda el disc jockey, que indica que, al contrario de lo que se pueda pensar, el Varsovia tampoco fue un sitio donde la droga corriera de baño en baño. En este sentido, recuerda que el local sufrió tres redadas seguidas por parte de la Policía, que se marchó las tres veces sin nada que decomisar.

Al final, lo que acabó con la historia del Varsovia fueron los vecinos. No los residentes, sino los empresarios del Casco Histórico, que ya comenzaba a ser un caramelito urbanístico en el que no tenían cabida espacios como este. Así, a base de denuncias y de hacer fuerza para que no obtuviera la preceptiva licencia, Jenaro y Jesús, los propietarios, decidieron echar la llave. En los 90, Jenaro siguió pinchando. Lo ha seguido haciendo hasta ahora. Lo que no ha logrado es encontrar un sitio como aquel rincón de la Judería. “A partir de los 90 ya no era como en los 80, que la música unía a un grupo”, lamenta. En una entrevista, resumió con mayor ímpetu lo que hacía diferente al Varsovia de todo lo que vino después: “En aquel entonces para divertirse teníamos una música y una moda. Ahora todo es droga. Es duro pero es real. Antes había unión entre la gente y ahora hay, vuelvo a repetir, droga”.

Su cierre dejó huérfanos a muchos. Ningún bar tomó el testigo en lo musical, aunque luego vinieron otros locales que fueron red social para generaciones posteriores, como el Soul -cuya propietaria reconoce que “echó los dientes en el Varsovia”-, que duró dos décadas en la calle Alfonso XIII, y, en los últimos tiempos, el Berlanga, en calle Alfaros, que pese a su corta vida se constituyó en un nieto tardío del Varsovia y que también acabó cerrando por la presión vecinal y urbanística.

E incluso que puede que algo parecido ocurra con MODO, el espacio que este sábado se ha convertido por unas horas en el mítico Varsovia y que se ha llenado de Varsovianos.

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