La esperanza por recuperar el único palacio imperial romano ibérico, 30 años después de su expolio
El Ayuntamiento de Córdoba, junto con la Universidad de Córdoba y la Pablo de Olavide, ha sellado este martes un acuerdo marco histórico para la conservación y recuperación del yacimiento arqueológico de Cercadilla, un sitio emblemático y a la vez marcado por el abandono y el expolio, cometido hace más de 30 años, cuando las obras de la Alta Velocidad se antepusieron al valor arqueológico e histórico de unos restos únicos en Europa.
Aunque el convenio firmado a tres bandas no incluye aún medidas concretas o plazos específicos, su firma sí representa una esperanza para el activo sector arqueológico de Córdoba, que lleva décadas luchando de un modo u otro por recuperar un tesoro de valor incalculable, el único palacio imperial romano que existió en la Península Ibérica y del que, en las últimas tres décadas, se ha hablado siempre desde la vergüenza.
Antes de hablar del expolio, la historia. Cercadilla, fue identificado por primera vez en 1922, cuando Joaquín María de Navascués, mientras supervisaba una expansión de la vía férrea en Córdoba, halló un criptopórtico junto con una serie de estructuras asociadas. Sin embargo, las limitaciones de espacio y recursos impidieron estudios más profundos que confirmaran la identidad de estos hallazgos.
Décadas después, en la segunda mitad del siglo XX, Samuel de los Santos Gener redescubrió el lugar mientras exploraba los alrededores de la Colonia de la Paz y los antiguos depósitos de CAMPSA. Su labor destapó restos de una magnitud considerable que incluían elementos visigóticos, por lo que se propuso inicialmente la hipótesis de que se trataba de la Basílica de San Acisclo, aunque esta relación nunca se pudo confirmar.
El palacio altoimperial
Lo que sí se confirmó, ya a principios de los años 90, cuando la construcción de una nueva red ferroviaria en Córdoba se topó con nuevos restos, es que estábamos ante un palacio altoimperial de Maximiano Hercúleo, uno de los tetrarcas que gobernaron el Imperio Romano. Era el único de estas características que había en la Península Ibérica. Los estudios apuntan a que Hercúleo estableció en Cercadilla su palacio erigiendo el edificio en un extremo del imperio que abarcaba la Península Ibérica, gran parte de la costa norteafricana y la Italia meridional.
Las arqueólogas Camino Fuertes y Ana Zamorano, responsables de investigaciones en el yacimiento, contaron en una conferencia cómo lograron confirmar la cronología precisa del palacio mediante una inscripción hallada en unas termas, que situaba la construcción entre los años 293 y 305 de nuestra era. Fuertes explicó que Cercadilla no debe interpretarse como una villa romana, dado que sus dimensiones son prácticamente el doble de las villas mayores excavadas hasta la fecha en el imperio.
“El edificio puede interpretarse como una de las sedes del poder imperial, levantada en uno de los extremos más occidentales del imperio”, señaló en la citada charla, en la que aclaraba que este tipo de construcciones son raras fuera de las capitales romanas, lo que subraya la importancia estratégica de Córdoba en aquella época.
Más allá de Roma
No obstante, el valor de este palacio no se limita a la época romana, pues en el siglo VI el lugar se transformó en un importante centro de culto cristiano. Durante esta etapa, se levantaron tres edificios y se desarrolló una gran necrópolis cristiana en uso hasta el siglo XI, dedicada probablemente a San Acisclo, patrón de Córdoba y mártir del cristianismo -la tesis que sostoneía De los Santos Gener-. Camino Fuertes destaca que este espacio devino en un núcleo religioso cristiano que perduró incluso en épocas posteriores, manteniéndose como un punto de referencia en la ciudad hasta la dominación islámica.
Así, las investigaciones han revelado hallazgos adicionales de épocas posteriores, incluyendo unos baños del siglo IX integrados en el subsuelo del actual edificio América. El siglo XI fue testigo de la guerra civil o fitna de al Ándalus, evento que precipitó el abandono de Cercadilla.
Sin embargo, en el siglo XII el área revivió como un centro de producción de aceite y cerámica. Entre los residuos de la época se hallaron restos que indican que los habitantes, probablemente cristianos, desafiaban las normas islámicas al consumir cerdo y beber alcohol, lo cual revela una convivencia de costumbres y creencias que añade otra capa de interés al yacimiento. También se descubrieron evidencias del Camino de Santiago en una vieira perforada, indicando el tránsito de peregrinos por el área.
A partir de entonces la zona se convirtió en una huerta. Y así sobrevivió hasta que a los urbanistas se les ocurrió que había que rediseñar el paso ferroviario por la ciudad para adaptarlo a la Alta Velocidad. Era finales de los años 80. Y Cercadilla emergió como un ejemplo de destrozo arqueológico que todavía se enseña en algunas universidades europeas.
El expolio
Lo contaba el arquitecto Gerardo Olivares en una entrevista con este periódico. “Entonces estaba en Córdoba un arqueólogo alemán, Armin Sylow, que se hizo muy amigo mío. Y este hombre un día me llamó y me dijo: ‘Están cometiendo el mayor crimen que se ha cometido en la arqueología en España’. En Cercadilla estaban los intereses del Ayuntamiento, los intereses de Renfe, los intereses de la Diputación... y entre todos se lo cargaron”, explicaba el urbanista sobre las decisiones que se tomaron para que la ciudad prosperara urbanísticamente a costa de arrasar su pasado.
Así, cuando se decidió llevar adelante la construcción de una nueva red ferroviaria en Córdoba, se optó por la destrucción de gran parte de las estructuras que se sabía que había por las que habían sido descubiertas. Porque, aunque las obras incluyeron excavaciones sin control arqueológico, al avanzar en la nivelación del terreno, se toparon con estructuras de gran valor histórico: unos hornos de cerámica del periodo altoimperial, así como los restos de un criptopórtico y muros, entre otros. Aquel descubrimiento desató un movimiento de expertos -entre los que hay que mencionar a Desiderio Vaquerizo y el Seminario de Arqueología- para presionarar a la Junta de Andalucía,
Hubo entonces una pausa para analizar, pero la maquinaria del progreso -la España del 92, valdría como eufemismo- impuso seguir adelante. En su charla, Camino Fuertes y Ana Zamorano recordaron que, para justificar el expolio, se dijeron unas cuantas fake news: a saber, que el AVE no iba a parar en Córdoba por el yacimiento; que Cercadilla eran cuatro piedras; que los arqueólogos se estaban haciendo ricos con el yacimiento; que los restos no se iban a destruir sino que se iban a integrar en la estación; y que la recta ferroviaria iba a tener que cambiar su trazado y eso iba a costar miles de millones de pesetas.
El alcalde de Córdoba entonces, Herminio Trigo, recordaba en este periódico que hubo una reunión en Sevilla al más alto nivel para analizar la posibilidad de modificar el trazado ferroviario. En ella, según recuerda, todos los organismo coincidieron en la imposibilidad de hacerlo.
“El radio que se requería para el desvío hacía que se vieran afectadas las viviendas de la Colonia de la Paz, además de dejar sin ubicación a la Estación, es decir requería un nuevo proyecto, un nuevo plan parcial, un nuevo convenio y una nueva financiación, además sin saber qué hacer con los casi dos kilómetros de zanja ya realizada”, explicaba el alcalde, que añadía que aquel día se optó de forma unánime por modificar el proyecto de la Estación para salvar la mayor parte de los restos, creando incluso un comité internacional de expertos con importantes arqueólogos, arquitectos e ingenieros para que elaboraron un informe sobre cómo había que actuar..
Con la decisión tomada, se optó por avanzar. La ciudad enterró parte de su pasado histórico a cambio de ganar habitabilidad sin tener que paralizar lo proyectado. El arquitecto Gerado Olivares reconocía lo peliagudo del dilema, pero defendía que aquella obra “cambió totalmente el panorama de Córdoba”, una ciudad que, antes del Plan Renfe, estaba partida en dos, repleta de “hectáreas de zona muerta” que terminaban en las vías del tren.
Alfonso M. Romero, en una tribuna publicada en este periódico, era menos optimista: “Se descartó cualquier alternativa seria de integración o preservación del enclave durante la construcción de la nueva estación ferroviaria. Se arrasó sin el menor pudor más del 50% del yacimiento”, se lamentaba.
Aquella tribuna se publicó tras años y décadas de olvido y dejadez por parte de las administraciones. Curiosamente, una de las últimas veces que el yacimiento fue portada de los periódicos fue hace unos meses porque se había instalado una chabola en su interior.
Seguramente, sus moradores desconocieran por completo que habían estado viviendo unos días en el único palacio imperial romano de la Península Ibérica.
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