“Para saber a dónde vamos es esencial primero saber de dónde venimos”. La respuesta parece ensayada. Es la que dan a la misma pregunta la coreógrafa y directora del Ballet Flamenco de Andalucía, Úrsula López, y el bailaor Manuel Jiménez, premio extraordinario en el último Festival de Jerez. Ambos contestan del mismo modo, con una hora de diferencia, cuando se les pregunta qué significa la memoria en un arte tan marcado por la tradición oral como es el flamenco.
Y ambos están detrás de A la memoria, una suite de baile que se estrena este viernes en la plaza de La Corredera de Córdoba, dentro del ciclo Flamenco en los Patios de Córdoba, y en la que parten en busca del origen de una forma de bailar que, aunque se vista de moderna, sigue bebiendo todavía hoy de la escuela de Pilar López, Antonio El Bailarín o Vicente Escudero, aquellas figuras que fusionaron la danza española con el flamenco hace un siglo.
Una forma de mirar y estar casi canónica, para la que tanto López -que llegó a bailar con Antonio Gades- como Manuel Jiménez ponen sus cuerpos como mediums. “La idea es Manuel Jiménez, es él el que me propone hacer un espectáculo inspirado en la memoria de todos estos maestros, a partir del trabajo que yo he hecho en el Bailet Flamenco de Andalucía en estos años”, explica López, quien, como directora, apostó por incorporar a Jiménez al cuerpo de baile tras verlo en un vídeo.
“Yo era un bailaor de calle. Fue ella la que apostó por mí como bailaor de compañía”, dice Jiménez en una charla posterior, sin saber que su directora en el conjunto andaluz lo había definido como “un potro salvaje y un diamante en bruto”.
Ambos, maestra y discípulo, directora y bailarín, han confiado el uno en el otro a la hora de poner en marcha un montaje que llega a Córdoba con un elenco formado por los cantaores Rafa del Calli y Juan de Mairena, los guitarristas Juanma Torres y Pau Vallet y el percusionista Raul Botella. Todos ellos forman parte del Ballet Flamenco de Andalucía, que ha dirigido en los últimos tres años la coreógrafa de Montilla (Córdoba), que mucho antes fue una bailaora más de la compañía.
“He tenido la suerte de trabajar con muchos maestros y el privilegio de conocer a muchos a los que hoy en día la mayoría sólo han visto en Youtube. Eso ha hecho huella en mi forma de bailar y en mi forma de ver flamenco. Pero creo que lo mejor de dirigir el ballet es que ellos me alimentan y me dan vida y me obligan a estar al día renovándome en cada momento. Creo que el aprendizaje es mutuo”, reconoce la coreógrafa.
Manuel Jiménez, por su parte, sólo muestra gratitud por lo aprendido en este tiempo. “Yo entré teniendo de referente a maestros como Farruco el viejo o Isabel Bayón y gracias a Úrsula he podido conocer a Rocío Molina o La Yerbabuena, y todas estas otras formas de baile”, relata el joven bailaor, que cuenta que el origen de este espectáculo está en el “respeto a los viejos”, que “son los que nos han legado estas danzas y cantes”.
“Yo creo que la escuela de baile de la que hablamos en A la memoria se está perdiendo un poco. Creo que en Córdoba hace falta un poco esto de mostrar el baile clásico español mezclado con el baile flamenco”, reflexiona el joven coreógrafo.
En este sentido, López continúa con esa idea: “Si algo he aprendido en mi carrera es que todas estas figuras máximas del flamenco, los de hace 100 años y los de ahora, eran unos transgresores que sentaron las bases de lo que todavía seguimos haciendo”. Remata Jiménez: “Hay que conocer la historia del flamenco, que es poca, que son apenas dos siglos de historia, antes de subirse a un escenario”.
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