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Desiderio Vaquerizo: “La muerte ha pasado a ocultarse y se ha trasladado a hospitales y tanatorios”

Presentación del libro de Desiderio Vaquerizo en el Tanatorio de Las Quemadas

Alejandra Luque

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Quizás, como todo en la vida, hablar con naturalidad de la muerte y verbalizar todo lo que la rodea nos aporta esa tranquilidad de la aceptación de que llegará un día en que no estaremos aquí. Este hecho nos lo deja claro la biología, pero tal vez a nuestra mente le cuesta más asimilar que todo tenemos nuestro final y que la vida continuará. De ello habla y profusamente el catedrático de Arqueología de la Universidad de Córdoba Desiderio Vaquerizo, que este jueves ha presentado en el tanatario de Las Quemadas su nuevo libro, Ritos funerarios en Roma, el triunfo de la memoria sobre la muerte. Un nuevo intento para divulgar algo tan intrínseco al ser humano como es morir.

PREGUNTA (P). Los ritos funerarios en Roma es algo muy estudiado. ¿Cómo lo ha abordado en este libro?

RESPUESTA (R). Efectivamente. Los ritos funerarios en Roma están siendo muy estudiados y aún más desde la última década. Nuestro grupo de investigación lleva 30 años con la arqueología funeraria centrada en Córdoba y con irradiación en toda España, participando en proyectos tanto nacionales como de Portugal y Europa. A lo largo de estos estudios se han incluido numerosas novedades gracias a las ciencias complementarias que se han ido aplicando, como la antropología forense, la genética o los análisis de pólenes y sedimentos. El libro surge de pequeños textos que han apoyado una docena de dibujos de creaciones históricas que ha realizado una artista bajo mi dirección en una exposición que vio la luz la semana pasada en el fórum Pasanef. Los textos gustaron mucho y finalmente se han plasmado en este libro cuyo objetivo es la divulgación, la educación y la normalización del hecho funerario.

P. ¿Por qué en España no se quiere hablar de la muerte?

R. Esto ha ocurrido en los últimos 30 años, es muy reciente. La muerte ha pasado a ocultarse y se ha trasladado a los hospitales y a los tanatorios, que no tienen culpa ninguna. Son profesionales que lo que intentar es que la familia no viva ese momento de forma muy desagradable. En las aldeas rurales, la muerte se vivía en casa porque había mucha gente que se quería morir en su hogar. Es el nido en el que vivimos y son nuestras raíces; es nuestro anclaje. Aunque la muerte era un shock y un truncamiento, se suponía que era una celebración por lo que implicaba: primero, como rito de tránsito; segundo, como proyección del grupo social; y, en tercer lugar, como escaparate social de la familia en el que se hacía gala de la riqueza, de las creencias, de las formas de entender la vida y de mil aspectos más.

P. ¿Qué ha cambiado en la sociedad para arrojar sobre la muerte ese velo?

R. Hoy vivimos en una sociedad hedonista en la que comemos todos los días con los telediarios metiéndonos muertes ajenas, pero no abordamos la nuestra. Es una cuestión de comodidad y de carpe diem. La frivolidad y la pérdida de valores lo invaden todo. Vivimos un final de ciclo; una sociedad en decadencia que ha perdido el norte y los valores que antepone el disfrute a todo. Vivimos deprisa para evitar mirarnos al espejo y eso ha escondido la muerte y que no la entendamos, algo que nos hace daño.

P. Pero obviar la muerte en nuestro desarrollo como seres sociales influye negativamente a la hora de afrontar la nuestra y la de familiares y conocidos.

R. Así es. La muerte hay que vivirla, al igual que el duelo, y quien no lo hace experimenta a la larga consecuencias. El ritual funerario fue diseñado para esa celebración de la muerte, pero también para aceptarla de manera natural. En el mundo antiguo, el ritual duraba nueve días y en el cristiano se habla de la misa de los nueve días, algo que se ha heredado de Roma. También ocurre que ahora hay menos muertes porque los hospitales y las residencias nos prolongan la vida. Antes se moría en casa y no se sabía de qué. Simplemente te ponías malo o había llegado tu hora.

P. El hecho de trasladar ese ritual funerario a los tanatorios ha restado intimidad, ¿no?

R. Pues sí. La legislación vigente decidió proscribir los velatorios por puras medidas higiénicas y por la propia evolución de la sociedad. Las relaciones sociales que se establecen en un velatorio en un pueblo o en un tanatorio también son muy distintas. Cuando en un pueblo se producía un óbito se activaba un mecanismo en el que cada uno sabía lo que tenía que hacer. Se llamaba a la amortajadora, porque casi siempre eran mujeres. El luto también ha recaído en ellas porque se las consideraba más fuertes a la hora de aceptar el dolor y porque una mujer de luto se quedaba en casa y si lo hacía un hombre no podía ir a trabajar. La gente del pueblo también participaba del ritual funerario, yendo casa por casa en busca de sillas que se colocaban en la vivienda del fallecido. En la habitación de éste se sentaban los familiares más cercanos y el resto se encargaba de hacer comida, como otros vecinos.

P. ¿Y qué queda de esos rituales?

R. Muy poco. Lo que vivimos en los tanatorios es una escenografía prestada. Nos ofrecen un lugar amigable y confortable donde celebrar el duelo. Ya de hecho no se vela toda la noche. Eso, en un pueblo hace 30 años se consideraba una aberración porque al finito había que velarlo toda la noche. Aún así, los tanatorios lo están haciendo muy bien porque están desarrollando una campaña de marketing con la que pretenden acercar la muerte a la sociedad. El tanatorio de Las Quemadas, por ejemplo, tiene exposiciones permanentes y ha creado una aplicación, El Árbol de la vida, para que las familias creen un recuerdo para el fallecido y escriban post o dibujos. Al fin y al cabo, es un espacio de memoria. La muerte no es otra cosa que el sucederse de la vida. Tenemos que morir para que otros nos sustituyan. Nadie quiere morirse ni sufrir.

P. ¿Las escuelas e institutos deberían hablar de la muerte?

R. Sería fundamental. Todo en la vida es educación. Creo que en la vida hay que hablar de todo: de lo bueno y de lo mano, porque tenemos altibajos y vamos conociendo el dolor, la felicidad y la tristeza, pero creo que acercarse a la muerte, aunque solo sea como hecho cultural, es importante. A mis alumnos siempre les recomiendo, cuando hacen un viaje, que visiten los cementerios porque ese mundo nos ayuda a entender el de los vivos. Hay cementerios organizados por profesiones y otros conservan rituales, por ejemplo. Está claro que al cruzar el Guadiana te das cuenta de que la actitud hacia la muerte es diferente. Entenderla como algo natural es importantísimo porque los que nos han precedido han muerto y todos lo haremos. La muerte se puede usar para muchas cosas, para dejar memoria y hasta para vengarse.

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