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Cuando la 'Lisztomanía' no cuajó en Córdoba

Frant Liszt

Juan Velasco

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Desde la banda británica The Who en los 70, hasta los franceses Phoenix a principios de los dosmiles, pasando por el encendido elogio del pianista James Rhodes en su libro Instrumental. Franz Liszt es, sin lugar a dudas, un personaje musical legendario que conquistó Europa a imagen y semejanza de lo que hoy sería una estrella del Pop. Bueno, casi toda Europa. La Lisztomanía, la locura que provocaban los recitales del hombre que prácticamente inventó el concierto tal y como lo conocemos, apenas se percibió en Córdoba cuando el pianista austro-húngaro la visitó en diciembre de 1844.

173 años después, Córdoba ha podido revisar uno de los momentos musicales más importantes y menos conocidos de su historia, gracias al concierto ofrecido en la Mezquita-Catedral por parte del pianista y compositor Leslie Howard en el marco del Festival Internacional de Piano del Guadalquivir. Howard es la única persona que ha tocado absolutamente todo lo que compuso Franz Liszt. Y hablamos de un tipo que tiene 1.400 piezas. “A nivel compositivo, nadie si quiera se le ha acercado”, apunta Howard.

Pero ¿qué trajo a Liszt a Córdoba? El catedrático de piano Juan Miguel Moreno Calderón, quien ha documentado en profundidad esta visita, señala que el recital que ofreció el pianista en el Liceo Artístico y Literario de Córdoba se enmarcaba en una gira por toda la península ibérica patrocinada por la marca de pianos Boisselot, y que llevó al pianista de Madrid, donde estuvo 6 semanas, a Córdoba, para después visitar Sevilla, Málaga, Cádiz, Valencia y Barcelona.

De este modo, un Liszt de 33 años, en la cúspide de su carrera y de su estilizado sex appeal de Rock Star, llegaba a Córdoba un 8 de diciembre de 1844 para hospedarse en el Palacio de los Guzmanes -actual Archivo Histórico Municipal-, y se quedaba en la ciudad durante 5 o 6 días en los que, concierto aparte, tiene tiempo para visitar la Mezquita, las Ermitas o darse un banquete con el Duque de Almodóvar. Eso es lo que documentan los diarios de la época.

Son días en los que, según señala Moreno Calderón, el pianista pasa las horas con la alta sociedad cordobesa, quienes, en su mayoría, regentan el Liceo Artístico y Literario de una Córdoba decadente y empobrecida -casi como toda España en el Reinado de Isabel II-, pero que era uno de los destinos favoritos de los viajeros románticos del siglo XIX, que veían en Andalucía “la puerta de entrada al mito de oriente”.

El concierto de la estrella en el Liceo costó apenas 20 reales de la época, un precio popular comparado con lo que costaría hoy un recital de alguien semejante, pero sin embargo no trascendió demasiado en la ciudad. “El común de la gente no sabía quien era Liszt, aunque habría un reducto de intelectuales que lo conocerían por su propia vida privada, que era muy ajetreada”, remarca Moreno Calderón, que cree que si el pianista austro-húngaro viviera hoy sería “un Michael Jackson”.

Leyendas y legados de una visita fugaz

Más que a ningún otro, la visita de Liszt se atribuye a quien regentaba la Cátedra de Música del Liceo, Mariano Soriano Fuertes, un compositor de zarzuelas y musicólogo que recaló en Córdoba durante un tiempo y fue el principal artífice de que se incluyera a la ciudad en la gira ibérica de Liszt. Al contrario de lo que sostienen algunos historiadores, su éxito popular no fue muy abrumador, al menos comparado con Madrid, donde pasó 6 semanas. No obstante, sí que dio pie a alguna que otra leyenda rockera. “Nunca tocó en el Círculo de La Amistad, ni es cierto que tocara el piano Steinway que está allí ubicado”, especifica Moreno Calderón, que añade que se intentó una segunda actuación en el Teatro Principal de Córdoba, que estaba en Ambrosio de Morales que no se pudo realizar, probablemente porque el Liceo lo impidió.

Leyendas aparte, el mayor testimonio de la visita de Liszt a España está en la música, y concretamente en dos obras: Rapsodia española y Romancero español. Sobre éstas, el pianista Leslie Howard reconoce que son técnicamente muy complejas, y cree que, aunque no existan partituras, Liszt hizo durante su gira mucha más música inspirada en España.

“Estuvo recopilando muchas canciones tradicionales y hacia el final de sus recitales se ponía a improvisar. Desafortunadamente no escribió nada de ello, pero sabemos que interpretó docenas de canciones de esta parte del mundo”, añade Howard, quien resalta que Liszt era “improvisador maravilloso”.

Efectivamente. Tan sólo 3 años después de pasar por Córdoba, Liszt improvisó un nuevo giro en su carrera, dejó los escenarios y se convirtió en maestro de capilla y se dedicó a componer algunas de las piezas más complejas de la historia de la música. La Lisztomanía se apagó pero la leyenda permanece hasta nuestros días.

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